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De la mano invisible a la mano negra

Fuentes: Rebelión

La hasta hace poco reverenciada mano invisible del mercado, se evidencia en los hechos recientes como la mano blanca de los magos de vaudeville o la mano negra de los estafadores. En el primer caso se encuentran quienes lograron que créditos de muy alto riesgo fueran empaquetados bajo la forma de títulos negociables y llegaran […]

La hasta hace poco reverenciada mano invisible del mercado, se evidencia en los hechos recientes como la mano blanca de los magos de vaudeville o la mano negra de los estafadores. En el primer caso se encuentran quienes lograron que créditos de muy alto riesgo fueran empaquetados bajo la forma de títulos negociables y llegaran a transarse en el mercado bajo calificación triple A. Contando con el arma imbatible de los llamados derivativos, los seguidores contemporáneos de Mandrake trasmutaron lo que en el argot financiero se conoce como «residuos tóxicos», en acciones de alta cotización. En el segundo caso aparecen los timadores de oficio. El reciente caso Maddoff es un extraordinario ejemplo de lo último. Cuando la confianza de los mercados financieros y de la economía real había tocado bajos históricos, como resultado del caos causado por la mano blanca, la mano negra entró en escena para otorgarle nuevos tintes épicos a la crisis. Tal como señala la revista The Economist, de fecha 6 de diciembre de 2008, el valor global de los mercados de valores se ha contraído en 30 millones de millones de dólares como resultado de la misma.

Bajo la estafa piramidal de Maddoff, último exponente de una tradición iniciada en la década de 1920 por un célebre estafador de nombre Charles Ponzi, se perdieron 50 millardos de dólares. Algo parecido, bajo proporciones inmensamente más modestas, ocurrió recientemente en Bogotá. Muchos achacaron aquella situación a la poca sofisticación de los inversionistas colombianos de ese esquema, en su mayoría gente humilde. Sin embargo, lo que acaba de ocurrir en Wall Street no sólo se identifica con uno de los nombres paradigmáticos de ese epicentro financiero, Bernard Maddoff, sino que afecta a la crema y nata de las altas finanzas internacionales. Tanto en Bogotá como en Nueva York el denominador común fue el mismo: una desregulación que permitió que la mano negra se moviese con absoluta libertad.

Los 50 mil millones de dólares involucrados en el caso Maddoff pueden no pesar mucho, si se los compara con los 30 millones de millones de dólares esfumados de la superficie terrestre como resultado de la crisis. Aún así, hablamos de un monto similar al PIB de Ecuador e igual a los de Uruguay y Bolivia juntos. No obstante, mucho más significativo que este caso puntual, es el hecho de que la mano blanca no hubiese podido producir niveles tales de magia sin un apretón simbiótico con la mano negra. Sólo a través de un elevado nivel de mala fe pudieron sacarse los créditos más riesgosos de los balances de los bancos, para transformárselos en apetecibles títulos financieros. Todo el fenómeno de la llamada «titularización» encerraba en sí mismo un evidente ánimo defraudador. Ello, a su vez, sólo podía sustentarse sobre la base de una red de irregularidades y complicidades: auditores transformados en servidores de los gerentes y no de los accionistas, corredores deseosos de aumentar sus cuentas a expensas de los consejos engañosos dados a sus clientes, directores que respondían a los presidentes de las empresas y no a la inversa, etc.

Todo este estado surrealista de cosas, es resultado directo de la ideología de la mano invisible y de los ojos tapados. Sin embargo, los cultores de la misma están ahora dispuestos a permitir la quiebra de los tres grandes fabricantes de autos de Estados Unidos -dejando en la calle a millones de empleados, proveedores y vendedores- bajo la premisa de que no se debe afectar la «pureza» de las leyes del mercado. ¿Será posible tanta ceguera ideológica?

* Académico y diplomático venezolano. Actual Embajador de su país en Madrid y antiguamente en Washington, Londres, Dublín, Brasilia y Santiago de Chile. Autor de dieciséis libros sobre relaciones internacionales.