Texto leído en la presentación del libro de Salvador López Arnal La observación de Goethe. Biblioteca Gòtic/FAN, 4-VI-2015 * *** Buenas tardes; muchísimas gracias por su asistencia al presente acto. Permítanme que comience diciendo que para mí constituye un privilegio compartir esta mesa con Salvador y Pepe [Gutiérrez]. Ambos han cometido la temeridad de creer […]
Texto leído en la presentación del libro de Salvador López Arnal La observación de Goethe. Biblioteca Gòtic/FAN, 4-VI-2015 *
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Buenas tardes; muchísimas gracias por su asistencia al presente acto. Permítanme que comience diciendo que para mí constituye un privilegio compartir esta mesa con Salvador y Pepe [Gutiérrez]. Ambos han cometido la temeridad de creer que podría aportar a este encuentro alguna reflexión útil, cosa de la cual no estoy nada seguro.
En mi intervención, que no será larga, me limitaré a subrayar tan sólo dos de las características más visibles que, al menos a mi entender, han acompañado y acompañan la trayectoria y el trabajo del autor de La observación de Goethe. En un segundo momento, haré un par de apuntes referidos a Manuel Sacristán, protagonista mayor del libro.
Primera característica. De entre las múltiples actividades desplegadas sin desmayo por Salvador López Arnal desearía destacar la que ha acabado por convertirlo en uno de los periodistas de combate más lúcidos y valientes de este país, cualidades fácilmente comprobables, día tras día, semana tras semana y mes tras mes, en las abundantes colaboraciones que viene publicando en webs alternativas y también en revistas como -por mencionar una de las de mayor difusión- El viejo topo, donde no solamente firma reseñas críticas que a menudo suelen ser más interesantes que el propio libro reseñado, sino también entrevistas con representantes de lo bueno y mejor de las ciencias sociales o de la ciencia tout court.
Diría que el trabajo de Salvador se ubica, en efecto, en la estela de la tradición más digna del periodismo de combate, esto es, en la tradición que ha guardado un mayor compromiso con el proyecto emancipatorio (aclaración necesaria si se considera que periodismo de combate lo es por igual el que podemos leer cada día en las páginas de La Vanguardia o en las de otros diarios).
En el sentido que nosotros pretendemos darle a la expresión, no resultará del todo inapropiado evocar de inmediato el nombre de Albert Camus, de quien, por cierto -y no será casual- la editorial de La observación de Goethe ha publicado hace algunos meses dos amplias antologías de artículos e intervenciones en los cuales podemos hallar igualmente la lucidez y el coraje advertibles en todos aquellos y aquellas que, como Salvador y Pepe tanto contribuyen hoy -como Camus ayer- a, en palabras de W. Benjamin, «liberar el futuro de cuanto lo desfigura».
Segunda característica. Jorge Luis Borges tiene escrito en alguna parte que «la memoria elige lo que olvida». En relación a la figura humana, trabajo filosófico y compromiso político de Manuel Sacristán apenas cabe dudar de que nadie en este país viene haciendo de antiguo tantos esfuerzos -ni tan rigurosos- como Salvador (existe una vasta bibliografía al respecto que así lo demuestra) para contrarrestar la cruel realidad entrañada en la ocurrencia del escritor argentino. El hecho es de tanto más admirar si se tiene en cuenta que, salvo honrosas excepciones, la figura de Sacristán prosigue siendo víctima de una cicatera y masiva subestima, cuando no de innobles denigraciones, como bien se ilustra documentadamente en un libro que no tan sólo se erige en una de las aportaciones más apasionantes y serias -también amenas- realizadas últimamente desde el ámbito de la historia de las ideas y de la sociología cultural, sino igualmente en un testimonio estremecedor de la mediocridad intelectual y humana de toda una época.
Sacristán fue siempre muy consciente del altísimo precio que estaba pagando por asumir el papel que Ortega y Gasset atribuía al intelectual: no tan sólo el de ser alguien que transmite conocimientos sino, muy en particular, el de ser alguien que señala fines. Esta consciencia se pone claramente de manifiesto en una carta que el filósofo dirigió a Eloy Fernández Clemente, director de la desaparecida -acaso por su notable calidad- revista zaragozana Andalán: «También he de protestar que llames magníficos a los dos tomos aparecidos de Panfletos y Materiales. Me parece que ellos revelan bastante bien el desastre que en muchos de nosotros produjo el franquismo (en mí desde luego). Son escritos de ocasión, sin tiempo suficiente para la reflexión ni para la documentación».
Creo que el olvido de la figura y de la obra de Sacristán nos está diciendo no pocas cosas sobre la sociedad en la cual nos ha tocado vivir. Maltratadas ayer por el régimen, en cierto modo no han dejado de serlo hasta hoy mismo. Existen muchas formas de «desastre». Los episodios examinados en este libro tal vez puedan parecer alejados del desastre aludido por el filósofo en su carta. Pero por remota que pudiera ser la relación, yo no me precipitaría demasiado en asegurarlo. Estamos en el país en que estamos.
Al iniciar la presente intervención he hecho referencia a una palabras de W. Benjamin. La concluiré recordando que Benjamin no se cansó de insistir en que lo más urgente para su época era tratar de «organizar el pesimismo», manteniendo viva la memoria de los vencidos. Para la nuestra, tal vez cabría añadir de forma suplementaria otra necesidad: la de establecer puentes de enlace entre un presente que, a fuerza de «elegir lo que olvida», margina figuras y valores esenciales, y un pasado en el que es posible que se supiera mucho mejor que tal elección dista siempre muchísimo de constituir una operación inocente. Estoy convencido de que ni Salvador ni Pepe se mostrarán disconformes -como, de vivir, tampoco lo haría Sacristán- con esta última aserción.
Les agradezco la generosa paciencia con que me han escuchado. Una vez más, muchas gracias.
[*] Versión castellana -con alguna leve modificación- del texto original escrito y leído en catalán.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.