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En respuesta a José A. Tapia

De la salud y su medición

Fuentes: Rebelión

Mucho agradezco a José A. Tapia su respuesta de casi 16 mil caracteres, no a un artículo, sino a una carta a la redacción de unos 3 mil 300 golpes de máquina míos. Tales teclazos no llevaban propósito personal alguno, por lo que me disculpo por el tono prepotente e insolente que asumo a las […]

Mucho agradezco a José A. Tapia su respuesta de casi 16 mil caracteres, no a un artículo, sino a una carta a la redacción de unos 3 mil 300 golpes de máquina míos. Tales teclazos no llevaban propósito personal alguno, por lo que me disculpo por el tono prepotente e insolente que asumo a las 3 de la mañana.

Así que «vamos por partes» como dicen que decía Jack el destripador.

1- El magnífico grupo académico que cité proponía en la década de los 70 una reforma sanitaria cuyos resultados a 35 años aún están por verse (ver de Cristina Laurell «Dos décadas de reformas de salud. Una evaluación crítica [http://fnsp.udea.edu.co/fnsp/congresosp7/]. Y uso el calificativo porque, a través de Juan Cesar García, el grupo logró hacer pensar -aunque fuera por un rato- a los burócratas de la salud que reinan desde la Oficina Sanitaria Panamericana, y porque Cristina Laurell pudo crear una maestría en medicina social… cuyos frutos son hoy engullidos por el capitalismo salvaje (o vuelta de la acumulación originaria). Una cosa es descalificar a la academia y muy otra es afirmar lo que afirmo, que está lejos de los movimientos sociales. Cierto amigo Tapia, hay excepciones.

2- «Organicista» es un término crítico contra cierta corriente de la psiquiatría, que reduce el conflicto social de los llamados enfermos psiquiátricos a ciertas deficiencias bioquímicas que afectan ciertas partes del cerebro. Como hace precisamente el colega Tapia, que reduce la cirrosis hepática a la causa del alcohol y no a la desnutrición y al aumento de la hepatitis por las malas condiciones económicas y de higiene. O que considera al suicidio como una alteración mental porque no valora la obra genial de Emile Durkheim, quien demostró ya en 1897 ¡en la primera investigación sociológica basada en datos y análisis estadísticos! que el suicidio es un fenómeno social no explicable por la medicina ni por la psiquiatría. De paso informo que en mis largos años de trabajo con sobrevivientes de la tortura no conocí caso alguno de suicidio y si muchos de ejecución extralegal.

3- Cuando escribí que «Relacionar la salud con los niveles de la mortalidad es (…) completamente insuficiente» no me situé «muy por encima de los mortales comunes», sino que coloqué los «instrumentos conceptuales desarrollados desde hace ya décadas» precisamente en esas décadas y pensé -sin desarrollarlo porque no se trataba de un artículo científico- que hoy día tales instrumentos han sido parcialmente rebasados. Mas quedémonos con las comparaciones: El estado de salud de Kerala, una provincia de la India con más de 30 millones de habitantes, con un 90% de alfabetización, es mejor que el de, digamos, Honduras, con el sistema educativo más atrasado de Centroamérica (ver, por ejemplo, OMS: Informe sobre la salud en el mundo, http://www.who.int/whr/es/). Por supuesto que la Organización Mundial de la Salud no se mete con la menudencia de que en Honduras existe el terrorismo de Estado mientras que en Kerala no, tampoco con cifras comparativas de síndromes como la depresión o la ansiedad.

4- El enfoque colectivo o social de las enfermedades se llama epidemiología; de ésta hay tres niveles de aproximación: el descriptivo, el analítico y el experimental. Las impactantes cifras que nos brinda el colega Tapia en sus dos tablas no pasan de ser descriptivas, vagas y selectivas, sin que haya correlación estadística alguna con factores causales o determinantes de las tasas de mortalidad.

La mortalidad de menores de un año, por ejemplo, es correlativa al acceso a los servicios médicos, al agua potable, a la vivienda adecuada y a un salario que permita sobrevivir a la familia. Es, pues, uno de los indicadores de la desigualdad social.

Por otro lado, le sugiero al investigador Tapia generar estadísticas de morbilidad y llevar a cabo el siguiente estudio: Comparar la prevalencia de trastorno por estrés postraumático (ver http://es.wikipedia.org/wiki/Trastorno_por_estr%C3%A9s_postraum%C3%A1tico), una respuesta a situaciones altamente agresivas, como guerras, catástrofes «naturales» y tortura, en población carcelaria, haciendo distingo entre personas originarias del País Vasco y del resto del Estado Español. Esto, con hipótesis basadas en los informes sobre tortura en el Estado Español elaborados por la Coordinadora para la Prevención y la Denuncia de la Tortura (el último se encuentra en http://www.prevenciontortura.org/wp-content/uploads/2013/05/INFORME-CPT-2012-final.pdf) ¡A ver si hay diferencia entre el estado de salud de la población del del País Vasco y la del resto de España! ¡A ver si la democracia generalísima le permite siquiera la entrada a las cárceles con el Protocolo de Estambul!

5- La definición tautológica de la OMS (salud=bienestar=salud) reza: «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». La cita procede del Preámbulo de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, que fue adoptada por la Conferencia Sanitaria Internacional, celebrada en Nueva York del 19 de junio al 22 de julio de 1946, firmada el 22 de julio de 1946 por los representantes de 61 Estados (Official Records of the World Health Organization, Nº 2, p. 100), y entró en vigor el 7 de abril de 1948. La definición no ha sido modificada desde 1948.

Pero Tapia se empeña en medir la salud con su supuesta recíproca, la muerte. Sin embargo, no hay que ser filósofo para saber que -en nuestra cultura- lo opuesto a la muerte no es la salud, sino la vida… y que entre los antiguos griegos la unidad dialéctica se establecía entre la muerte y el amor. No tan de pasada hay que aclarar que la «esperanza de vida» no es más que un procedimiento artificial que emplea para su cálculo las tasas de mortalidad (ver p. ej. http://es.wikipedia.org/wiki/Esperanza_de_vida).

Mas el asunto no es metafísico sino práctico. En la Cuba revolucionaria, los dramáticos cambios alcanzados en el área de la salud infantil, y el descenso de la tasa de mortalidad infantil hasta una cifra de 22.9 por 1 000 nacidos vivos en 1977 (¡ahora está por debajo de 5 x 1 000 n.v.!), impulsaron al eminente pediatra Dr. José Jordán Rodríguez a realizar el primer Estudio Cubano de Crecimiento y Desarrollo. En este estudio, que abarcó una cohorte de 52,000 niños y adolescentes con edades entre 0 y 20 años, procedentes de todo el país, se tomaron 18 mediciones antropométricas y se examinó el desarrollo sexual de los participantes durante varios años. Los resultados fueron ampliamente divulgados en Cuba y en España.

Medir la enfermedad y la muerte -de acuerdo con la definición de marras- no basta, ni siquiera en formaciones sociales sin cambios tan radicales como la cubana, en la que no existe la desnutrición infantil ni los problemas de drogas, en la que el total de enfermos diabéticos está controlado y que tiene 1541 ancianos mayores de 100 años. Para tener una vista panorámica de la multiplicidad de indicadores necesarios a la medición -y sobre todo para la comparación de las condiciones de salud de distintas poblaciones, comparación que siempre es política- puede leerse, entre muchos otros, el breve artículo «Desigualdad Social, Vigilancia Epidemiológica y Salud» de J. Benach y C. Muntaner, publicado en Rebelión el 19 de mayo de 2010. Y para enterarnos del esfuerzo cubano por medir el bienestar, conviene leer el breve folleto «Acerca de la medición del bienestar en Cuba», publicado por el Centro de Estudios de Población y Desarrollo en 2009 (http://www.one.cu/publicaciones/cepde/cuaderno2/pob_cua_8.pdf). También es esclarecedor el artículo «La categoría bienestar psicológico. Su relación con otras categorías sociales.» de Carmen R. Victoria e Idarmis González, publicado en la Revista Cubana de Medicina General Integral en nov-dic de 2000 (http://bvs.sld.cu/revistas/mgi/vol16_ 6_00/mgi10600.pdf).

6- David Werner (autor de «Donde no hay doctor», libro publicado en más de 60 idiomas), decía que las estadísticas les sirven a aquellas personas que no están involucradas, que no conocen las intimidades y las conexiones de los problemas que padece la población. Aunque no comparto totalmente esa idea, va un ejemplo: Los odontólogos en salud pública tienen que ver con la enfermedad más común de todas las enfermedades, la caries dental. Se tuvieron que inventar un índice un poco complicado en la práctica, el CPO; cuentan el número de piezas dentales cariadas, perdidas y obturadas de cada persona de la población estudiada, para medir la magnitud del problema de las caries y de su atención. El 2 de noviembre me encontré en Rebelión el artículo «Colegio de dentistas: ‘Roxana Miranda tiene la razón, en las poblaciones usan La Gotita para pegarse los dientes’«. «La gotita» es un cemento de fraguado rápido que en México tiene el nombre comercial de «kola loka». De acuerdo con el presidente del Colegio de Cirujanos Dentistas de Chile, «fue la única mención a una deuda tan grave como la odontológica y eso se lo valoramos y agradecemos. Pero, además, (Roxana) hizo mención a una realidad brutal y extendida, que permanentemente nos cuentan nuestros compatriotas, especialmente cuando vamos a las poblaciones»… «esto es doloroso para nosotros y debería serlo para el país. A muchos y muchas compatriotas no se les permite el derecho a sonreír, simplemente no les alcanza. Y esto ocurre porque la salud bucal es una de las manifestaciones más crueles de la desigualdad en Chile»… «la acción desesperada de usar La Gotita u otro tipo de pegamentos, que además es una sustancia tóxica, demuestra que la deuda de la salud bucal pasa a lo estético y desde ahí a la autoestima y a la salud mental. Es decir, es un problema que afecta la calidad de vida.» Confieso que el artículo me movió el tapete; en este caso mi horizonte estaba muy por encima de este dolor.

7- El gobierno mexicano -al que padezco como ciudadano- se cuida mucho de ocultar lo inocultable: La comparación de las comunidades zapatistas con las vecinas a 19 años del alzamiento, permite percibir el enorme avance del estado de salud en una formación social no capitalista, solidaria, organizada y en resistencia. De los 130 mil homicidios producidos por el régimen, pocos, muy pocos se produjeron en la zona controlada por el EZLN. Uno de los factores determinantes de ese bienestar relativo es la dignidad ¿Cómo medirla? La salud en territorio zapatista merece mucho más espacio que el de este escrito; basten por el momento las siguientes referencias: «Salud en los caracoles zapatistas». 3 de enero de 2009 [http://clajadep.lahaine.org/?p=8796] y «El camino de la salud zapatista y el sueño del Joven Antonio» de Edgar Bautista [http://red-latina-sin-fronteras.lacoctelera.net/post/2011/04/15/].

Mención aparte merece un texto del Maestro Pablo González Casanova, «La lucha por la tierra, por el territorio y por el planeta tierra», aparecido en Rebelión, el 15 de octubre de 2010. Es un escrito de denuncia, de digna rabia, de la que extraigo un párrafo:

«A más de incrementar el número de hambrientos, de enfermos curables, de sin empleo, de desechables, de extremadamente pobres y esqueléticos, de empobrecidos y des-regulados, los señores del gran capital persiguen con saña, aprisionan, expulsan, y eliminan entre fobias racistas y fanáticas, a quienes buscan escapar de los infiernos de la miseria y pretenden trabajar en las regiones metropolitanas del mundo. Los trabajadores inmigrantes, los «sin papeles», son cosificados y deshumanizados con creencias racistas, darwinianas y con religiones de hombres blancos, padres de familias enternecedoras que se sienten amenazados por sus víctimas, y que hasta se ríen cuando las ven sufrir, o cuando juegan con sus cuerpos y humillan su dignidad.»

Don Pablo pone allí dos ejemplos esperanzadores: Cuba y el movimiento zapatista; casos que, traducidos al lenguaje del asunto que nos ocupa, son ejemplo de la lucha por el bienestar, por la salud entendida en su significado más amplio. Habrá que añadir aquí que el ilustre sociólogo González Casanova utiliza en estas 8 páginas solamente 2 cifras.

8- ¡Ah! El asunto de la ausencia de médicos, que supuestamente beneficia a la salud y que es del dominio público. Lo que escribí al respecto, lo copié textualmente de una revista virtual para iluminados: «Cuando los médicos hacen huelga la mortalidad baja» [http://abriendolosojos.com.ar/cuando-los-medicos-hacen-huelga/] de julio 23, 2012. Son tópicos conocidos en el medio en que me muevo, que ya entendí que le es ajeno a Don José, y la revistita sólo les puso fecha. Quien quiera una información brillante -aunque marrullera- al respecto, que lea «Némesis médica», de Ivan Illich [http://www.ivanillich.org.mx/Nemesis.pdf], quien tira al niño junto con el agua sucia. Si, he oído hablar de las enfermedades yatrogénicas, males generados por el iatreion, algo así como una pequeña clínica de los antiguos griegos. También he oído del gran negocio de las enfermedades inventadas y las producidas por la industria farmacéutica con la complicidad de algunos médicos. Pero de ahí a colegir que la medicina es dañina para la salud es una barbaridad.

Para finalizar, le reitero mi disculpa a José A. Tapia y le informo que no me interesan las polémicas, que estoy dispuesto a debatir en la medida en la que el debate conduzca a la mejor comprensión de lo debatido, si es que tiene importancia. Espero que estos 13 471 golpes de máquina hayan servido un poco a ese propósito.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.