Con ocasión de la devaluación del bolívar frente al dólar se ha originado un interesante debate en Venezuela. Esa discusión debe servir para: Profundizar en el conocimiento de la realidad económica del país; tener una perspectiva clara sobre la dirección de ese proceso de cambio; e identificar las limitaciones estructurales y de política, a fin […]
Con ocasión de la devaluación del bolívar frente al dólar se ha originado un interesante debate en Venezuela. Esa discusión debe servir para: Profundizar en el conocimiento de la realidad económica del país; tener una perspectiva clara sobre la dirección de ese proceso de cambio; e identificar las limitaciones estructurales y de política, a fin de colaborar con propuestas que apunten al avance y consolidación del movimiento.
En medio de ese ejercicio van apareciendo también, las diferentes tendencias ideológico-políticas que están presentes en América Latina y que – desde su perspectiva particular – quieren contribuir al éxito de la revolución bolivariana y al avance de los pueblos.
En este artículo sólo podemos dejar trazadas las ideas principales. Esperamos estimular el análisis y estudio a fin de ayudar a acertar.
En Venezuela existe una dependencia casi absoluta de la renta petrolera. Se necesita fortalecer y diversificar el aparato productivo. Existe una histórica adicción a los recursos energéticos de origen fósil, tanto del Estado como de la sociedad. También se detecta una mentalidad consumista generalizada, que en las clases medias y altas está ligada a la vida de apariencia y «arribismo».
Cuba dependía totalmente de la mono-exportación del azúcar y del consiguiente latifundismo mono-productivo. Es una herencia del modelo implementado por el imperio; en el caso venezolano por las transnacionales petroleras. Es una debilidad estructural de la economía y una vulnerabilidad de la sociedad venezolana. Con eso hay que contar y de allí se debe partir.
Se pregunta… ¿por qué en 11 años de revolución no se ha solucionado este problema? La respuesta es lógica. No se puede resolver algo estructural en tan corto plazo. ¿Cuantos años necesitó Cuba – que pudo valerse del poder político y del control total de la economía – para llegar a exportar maestros, médicos, medicamentos y biotecnologías? ¿Cuántos años necesitó la socialdemocracia europea para edificar aquel Estado del bienestar social que el neoliberalismo ha destruido?
Chávez sólo ha tenido un margen de manejo real de la economía a partir de 2004. En el período anterior los esfuerzos estaban dirigidos a la reorganización de la OPEP, las reformas legales, la estructuración de las fuerzas de cambio, las luchas políticas, la derrota de las derechas enquistadas en el aparato de Estado y de gobierno que se resistía a los cambios. El contra-golpe de 2002 y 2003 empezó a despejar el camino.
También están los errores que se puedan haber cometido, fruto de la inexperiencia y del tiempo necesario para tener el dominio de la maquinaria estatal, que no coincide con lo electoral. Es urgente la sistematización y socialización de ese aprendizaje para sustentar con mayor fuerza y conocimiento las políticas que se requieren para avanzar con mayor consistencia.
La dirigencia actual venezolana tiene detectado el problema. Es perceptible. Ya se ha intentado «sembrar el petróleo», pero, ante la complejidad del problema, pareciera que no se tiene la fórmula completa. Así se hable de socialismo, la cúpula dirigente del proceso patriota sabe que para desarrollar el aparato productivo interno, diversificado y en constante crecimiento, debe estimularse a diversos sectores sociales para construir empresa productiva. Ésta puede ser privada, solidaria, comunitaria, auto-gestionada, mixta, de acuerdo a diversas dinámicas regionales y sociales. Debe estar en el marco de un modelo productivo regulado y controlado por el Estado, absolutamente anti-neoliberal. No es algo que pueda ser construido o «inyectado» solo desde el aparato estatal. La creatividad y las dinámicas de la sociedad deben ser su motor.
Tenemos claro que la relativa soberanía política conseguida en esta etapa, está soportada en la voluntad democrática del pueblo venezolano, que se expresa principalmente en las urnas. Un pleno poder popular necesita una capacidad productiva propia, que es parte fundamental de la nueva hegemonía social. Es un proceso y es una meta estratégica.
Por ahora, debemos convivir con el «enemigo» (transnacionales, monopolios «nacionales» de la burguesía compradora), en permanente tensión-negociación-control. Debemos neutralizar y/o ganarnos a empresarios medios estimulándolos a construir Patria Grande con nosotros. Es fundamental estimular la organización productiva – en todos los niveles y formas -, de los trabajadores, campesinos, pequeños y medianos comerciantes y micro-empresarios, ayudándoles desde el Estado a fortalecer lo que ya existe, desarrollar empresas de diverso carácter, capacitarse integralmente, asociarse y complementarse en encadenamientos productivos que sean nuevos escenarios de la democracia participativa en el terreno de la producción.
Es decir, se requiere de una etapa de desarrollo productivo, en donde se implementen diversos tipos de estímulos y apoyos, a fin de generar la capacidad de procesar y fabricar infinidad de productos que reemplacen los que actualmente se importan. Dicha producción debe ser competitiva social, económica y ambientalmente, y debe garantizarse un manejo serio, transparente y eficiente. Está comprobado que el Estado – así lo desee – no puede generar esa economía por decreto o a punta de voluntarismos. Aún nacionalizando todo el aparato productivo – durante un buen período de tiempo – no estaría exento de la preponderante dependencia del mercado eterno.
El gobierno venezolano intenta desarrollar este proceso en el marco de la integración latinoamericana. Sin embargo, ante los problemas, lentitud, urgencias, desbalances y necesidades de los demás países, tal esfuerzo no es fácil ni consistente. Se debe mantener esa línea. Los movimientos sociales podemos contribuir con esas dinámicas.
Es importante hacer notar que éste proceso está traspasado e interferido por las contingencias del movimiento; las lucha sociales y de sectores de clases; las presiones del gran capital imperialista; la maraña de intereses en el contexto de la dualidad de poderes. Se convive con las fuerzas de oposición que juegan al desgaste. Hay que recordar que en Venezuela se vienen realizando elecciones cada 2 años, lo cual significa que el avance conseguido es una verdadera proeza. Lo avanzado no debe ser subvalorado ni subestimado.
Si se hubiera conseguido el gobierno mediante una contundente insurrección popular, el margen de juego sería mucho más grande. Pero la realidad es diferente. Estamos obligados a diseñar estrategias para mantener la confianza popular en forma permanente, a fin de garantizar el apoyo electoral. Se han organizado e implementado programas asistencialistas y de inversión social que tienen altos costos, para poder ampliar la base popular. Algunos de esos programas no siempre generan los mejores frutos o con la rapidez esperada. Ya sea por errores en su implementación (paternalismo burocrático que es rezago de las prácticas políticas clientelistas de la vieja política) o por otras causas imprevistas.
Esas experiencias deben exponerse con franqueza, sin temores ni prevenciones. Tienen que revisarse de frente y en forma colectiva para que todos aprendamos. Seguro que existe un gran acumulado de errores y deficiencias en ese campo que exigen importantes virajes y cambios de dirección. Algunas de esas correcciones ya deberían haberse implementado, como garantía que los recursos que el Estado y el gobierno obtendrá con esta devaluación, van a ser invertidos con mayor eficiencia, control ciudadano y popular, y absoluta transparencia. Es urgente atacar el burocratismo y la corrupción.
Sólo así lograremos avanzar, construir nueva institucionalidad social y popular que genere confianza y consolide los procesos. Apoyarse en el pueblo es básico para conquistar nuevos triunfos.
El balance positivo de Venezuela incluye la redistribución de la renta interna y el inicio de un Estado que ha «sembrado el petróleo» bajo la forma de educación, salud, pensiones e inversión social de diverso tipo.
Esto ha sido posible desamarrándose de los EE.UU. Antes, todas las exportaciones iban para allá, y todas las importaciones provenían de la potencia norteamericana. La soberanía y la autonomía en construcción han colocado a Venezuela en el marco de la integración regional, que ha estimulado fuertemente a la región no sólo con políticas sino con iniciativas concretas (Banco del Sur, Petrocaribe, Telesur, Unasur, etc.).
Ahora viene la etapa de una efectiva soberanía asumiendo la concreción de una diversificación económica. Así iremos superando ésta otra primordial dependencia.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.