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De la «tristeza sem fim» a un «a pesar de voce, amanha será outro dia«

Fuentes: ALAI Agencia Latinoamericana de Información

Dilma Roussef consiguió más de 54 millones de votos para su reelección; los senadores, en cambio, apenas 54 votos para destituirla y ahora Michel Temer gobernará por dos años con la meta de revertir lo más rápido posible todo aquello que se construyó en los trece años que gobernó el Partido de los Trabajadores, y […]

Dilma Roussef consiguió más de 54 millones de votos para su reelección; los senadores, en cambio, apenas 54 votos para destituirla y ahora Michel Temer gobernará por dos años con la meta de revertir lo más rápido posible todo aquello que se construyó en los trece años que gobernó el Partido de los Trabajadores, y de evitar que Lula pueda retornar al poder por las urnas en 2018.

No hubo una sola prueba concreta que justificase pasar por arriba de los 54 millones de votos soberanos logrados por Dilma en octubre de 2014. Bajo el manto de las formalidades, de la «legalidad» se consumó la indignidad ilegítima, en una reiteración de los viejos hábitos de la más baja política, ofreciendo el oro y el moro para asegurar votos suficientes.

La farsa duró 112 días, desde el 17 de abril cuando 367 diputados dieron lugar al juicio político a la presidenta hasta que 61 senadores dieron la estocada final el 31 de agosto a cambio de un puñado de favores para sus negociados y la promesa de inmunidad judicial: 41 de los 81 senadores y casi un tercio de los diputados están acusados de hechos de corrupción.

Es hora de una tristeza sem fim. Se completaron tres países bajo golpe de Estado: Honduras de Zelaya, Paraguay de Lugo y Brasil de Rousseff, mientras se trata de desestabilizar otros gobiernos populares, como los de Venezuela, Ecuador, El Salvador y Bolivia. Y ahí está Argentina donde no necesitaron dar el golpe pero sí lograron crear ese imaginario colectivo de la necesidad de un cambio. Ayer estábamos al borde abismo, hoy dimos un paso al frente, decía un connotado militar boliviano en épocas de Banzer.

 

El terror mediático

No hicieron falta tanques, soldados, bayonetas ni disparos sobre las casas de gobierno, como en 1964. Hoy les basta el control de los medios de comunicación masiva para imponer imaginarios colectivos en los que basan los golpes blandos, aliados a los corruptos sistemas judicial, parlamentario, policial.

Los brasileños -al igual que todos los latinoamericanos- que durante cinco siglos han padecido las humillaciones de elites propias y extranjeras con intereses que saben reproducir explotando la desigualdad y el exterminio de sus opositores, ven como éstas vuelven a ser victoriosas, y en esta lucha el terror mediático jugó papel trascendente.

Por eso, habría que preguntarse si se trata de una derrota política, o una derrota cultural. Ya no se hablará -al menos desde el poder- de igualdad, justicia social y de sociedades de derechos, ni del buen vivir, democratización de la comunicación, de democracia participativa.

Esta ruptura del orden democrático materializó los propósitos nada patrióticos y antipopulares de las elites económicas, empeñadas en terminar con la política externa independiente que puso a Brasil en el mapamundi político mundial, privatizar los recursos naturales, las empresas estatales y los bancos públicos, además de vender las tierras a extranjeros y multinacionales, comprometiendo la producción nacional de alimentos, la soberanía alimenticia y el control sobre las aguas.

Seguramente inmediatamente reducirán los presupuestos para salud, educación y viviendas, eliminarán los derechos laborales, enterrarán la reforma agraria y vaciarán los programas sociales.

El único crimen es haber gobernado desatendiendo las reglas del capital de especulación y despojo, a contramano del poder que destruye usando sus técnicas más bien para construir sociedades desde abajo, incluir a mayorías excluidas y jalonar la recuperación de voces por siglos invisibilizadas, ocultadas, censuradas, ninguneadas, silenciadas. Valiéndose de que la totalidad del gran empresariado se había alineado en contra de Dilma, constituyeron una inmensa caja de financiamiento privado para elegir el peor Congreso en la historia del país.

 

Una historia repetida

El hecho de que el de Temer sea el primer gobierno desde la dictadura que no tenga mujeres en el gabinete es sólo una expresión de la pandilla que asalta el poder en Brasil: hombres, blancos, adultos, machistas envueltos, en su gran mayoría, en procesos de corrupción, con trayectorias políticas indefendibles.

Las grabaciones hechas entre ellos por los asaltantes del revelan que el golpe fue orquestado para buscar frenar las investigaciones de corrupción: Cabe recordar que uno de los principales coordinadores del golpe, Eduardo Cunha, también fue retirado de su cargo de presidente de la Cámara de Diputados.

Hace 52 años, recuerda Eric Nepomuceno, presidiendo una sesión extraordinaria del Congreso que reunía a diputados y senadores, el conspirador derechista Auro de Moura Andrade decretó vacante la presidencia, mintiendo al señalar que el presidente constitucional, João Goulart, había abandonado el país. El entonces diputado Tancredo Neves, apuntó el dedo al rostro de Moura Andrade y disparó, con insospechada voz de trueno: «¡Canalla! ¡Canalla! ¡Canalla!».

Esta misma semana, el senador Aécio Neves, uno de los artífices del golpe contra Dilma, quien le ganara las elecciones en 2014, debió soportar que el senador pemebedista Roberto Requião, del mismo partido de Temer, lo mirara en los ojos y le espetaba: «¡Canallas! ¡Canallas! ¡Canallas!».

 

Los hechos consumados

El gobierno golpista brasileño ha tomado las banderas de la dictadura en lo que respecto a aplicar la teoría de los hechos consumados y de injerencia en los asuntos internos de los demás países, con su intención manifiesta de ser el «subimperio» regional, al servicio de Washington y de los intereses de las grandes corporaciones trasnacionales.

Hoy, trata de imponer, con el apoyo irrestricto de la prensa hegemónica y cartelizada de la región y la global, del gobierno stronista paraguayo y la cicolotímica política de la canciller argentina Susana Malcorra, el imaginario colectivo de una crisis en el Mercosur, supuestamente provocada por el gobierno constitucional venezolano, como forma de invisibilizar el principal problema de la región, el nuevo golpe de estado en Brasil.

El hecho consumado es aquél que una vez realizado, ya sea de forma legal o ilegal, consolida por el transcurso del tiempo y por la tolerancia de terceros, un determinado estado de cosas. Se trata pues de hechos, actos y situaciones que adolecen de un vicio en la concepción, el origen o en su formación, calificables de ilegales, pero que el amaño, el silencio, la imposición de imaginarios colectivos, el tiempo o la propia fuerza ha sancionado.

A partir del golpe militar de 1964 la política externa brasileña para América del Sur se ha basado oficialmente en la doctrina geopolítica de los «círculos concéntricos» adoptada por el dictador Castello Branco y su canciller Vasco Leitao da Cunha, según la cual América del Sur se constituye en una zona de influencia directa de Brasil, el «primer círculo» de su influencia. Sus corolarios fueron sangrientas dictaduras, torturas, asesinatos y desapariciones y la imposición del llamado Plan Cóndor, coordinado con las otras dictaduras que Brasil ayudó a instaurar en la región.

El resultado para Brasil fue el surgimiento de la imagen de un país con aspiraciones «hegemónicas», y aun incluso de una teoría, la del «subimperialismo», intentando explicar el expansionismo brasileño como consecuencia de una especie de delegación, consciente o no, de los Estados Unidos , sin necesidad siquiera de un trabajo cultural, ideológico y político. La formulación más conocida de esta doctrina se encuentra en «Geopolítica do Brasil» del general Golbery do Couto e Silva.

Hoy resurge de la mano de Temer, pero sobre todo de su canciller, José Serra.

 

Pare de sufrir

Verdaderos negociantes de «la verdad», aupados por esto exitosos negocios de salvación, han llegado a detentar nada deleznables cuotas de poder como diputados, ministros o presidentes. Cuatro décadas atrás, las iglesias evangélicas hicieron su aparición masiva en América Latina, de la mano de la Política de Seguridad Nacional, como estrategia para contrarrestar la influencia de aquel otro cristianismo, católico, en el que tenía influencia las ideas de la Teología de la Liberación.

Fueron parte importante de la dimensión cultural de la ofensiva conservadora en la guerra que se libraba entre quienes cuestionaban el estatus quo y quienes lo defendían. En países como los latinoamericanos, profundamente católicos desde la conquista europea, crearon verdaderos cismas en la base de las comunidades que, de pronto, se encontraron divididas, demostrando, además, ser un lucrativo negocio.

Un ejemplo patético lo hemos vivido recientemente en el juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff en Brasil, pero no es ese, ni mucho menos, el único lugar en donde esta moral farisea se hace presente. En Brasil son 75 en una Cámara de 513 diputados, donde el PT solo contaba con 64. Eran comandados por el presidente de la Cámara, el ultraconservador miembro de la iglesia evangélica -y separado de su cargo por corrupción- Eduardo Cunha,

Esta bancada evangélica forma parte de un grupo más amplio, de más de dos centenares de diputados, denominados la «Triple BBB», por Boi, (Buey en portugués), Bala y Biblia. Son parlamentarios que representan los intereses de los terratenientes y ganaderos proclives a la desforestación de las tierras vírgenes (y su extranjerización) para que sirvan de pasto, a los lobbies de empresas de seguridad y de las empresas de armas y a los que -a su juicio- deben velar por la moral religiosa de la sociedad.

 

Reflexión y construcción de un nuevo frente popular

Es la hora de la tristeza sem fim, pero debiera ser -también- el momento para una profunda y dura reflexión de los movimientos populares: ¿Por qué luego de casi tres lustros de gobiernos del PT, de ganar cuatro elecciones presidenciales, no se hicieron esas reformas políticas imprescindibles para que hubiera una real democracia en Brasil?

La crisis devastó la credibilidad de todo el sistema político, liquidó la legitimidad del Congreso, propagó la falta de creencia en el Sistema Judicial e hizo que el pueblo sepa que no basta votar y ganar cuatro elecciones para que el mandato presidencial sea respetado.

No se puede construir una democracia sólida con una estructura electoral que permite la elección de un Congreso como el actual, con esta Justicia corrupta, con este monopolio de los medios de comunicación. Hiciera falta reformas estructurales, constitucionales, para impedir esta aberración. Es hora también del mea culpa, de comprender cómo no se frenó la maniobra destituyente del PMDB, de reconocer los errores frente a un pueblo que los llevó a gobernar la séptima economía mundial por una década y media.

¿Por qué el partido confió en la negociación con un parlamento corrupto y en sus aliados traidores y no habilitó los mecanismos para que fuera el pueblo el que decidiera como resolver la crisis convocando, cuando todavía podían hacerlo, a referéndum o a nuevas elecciones presidenciales? Ese pueblo, sobre todo los sectores más marginados, está empezando a sacar sus propias conclusiones sobre la crisis que atraviesa Brasil y una de las demostraciones se dará, seguramente, en las elecciones de alcaldes que se realizarán el 2 de octubre próximo.

El PT necesita actualizar su programa, retomar el contacto con los movimientos sociales que lo llevaran al poder hace tres lustros y que después fueron olvidados, desmovilizados o cooptados por el Estado.

Ya son los movimientos y los grupos de izquierda los que se pusieron a construir la nueva resistencia. Caminhando. El Frente Brasil Popular y el Frente Povo Sem Medo, la Central Única de Trabajadores y la Unión Nacional de Estudiantes conforman estos espacios más amplios, redes de diálogo y debate, de articulación, apuntando a un necesario frente único progresista para impedir los retrocesos que la derecha golpista pretende promover.

Esta pluralidad progresista es la que tiene la misión de hacer un balance sincero, sin sectarismo, de lo actuado en los últimos tres lustros, reivindicando aciertos pero también señalando los límites de un proyecto que no supo y/o pudo realizar los cambios estructurales, las profundas transformaciones del país en el país, involucrándose, incluso, en escándalos de corrupción, que sirvieron de munición de grueso calibre para el proceso de criminalización del PT y del gobierno popular.

Liquidado el mandato de Dilma se abre la temporada para que se alcance otro objetivo del golpe: eliminar a Lula da Silva del escenario político brasileño y asegurar a las oligarquías de siempre la reconquista del poder. Ya la corrupta Policía Federal lo indició sin pruebas, y el paso siguiente seguramente será ponerlo a disposición de la saña persecutoria de un juez provinciano de primera instancia, mientras los jueces de la Corte Suprema miran para otro lado.

Siempre es más fácil denunciar que construir. Ahora, hay que construir una nueva izquierda para luchar por una nueva democracia -participativa-, por una nueva sociedad más equitativa e igualitaria, por la democratización de la comunicación… por el futuro. No basta con rescatar nostalgiosamente los progresos de los años petistas. Hay que construir una nueva esperanza colectiva, desde abajo, hombro con codo, ladrillo a ladrillo, Mutirao. Lo único que se construye desde arriba, es un pozo.

Al fondo suena la voz de Chico Buarque: a pesar de voce amanha será outro dia.

Aram Aharonian es periodista y docente uruguayo-venezolano, director de la revista Question, fundador de Telesur, director del Observatorio Latinoamericano en Comunicación y Democracia (ULAC).

Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/179952