“27 de noviembre, 27 de enero, 30 de abril: han sido días seleccionados por la derecha pro[-]capitalista en Cuba —no hay dos derechas— para el intento de engordar sus bases sociales mediante una agitación que nos reclama «presentes» a su pase de lista (…) Engrosan la que pudiéramos llamar una «contrarrevolución de las vísperas», como si quisieran lastrar los significados del 27 de noviembre, del 28 de enero o del 1 de mayo.
Necesitan construirse un calendario que le respire en la nuca al nuestro, para ver si lo envenena. Es previsible que el 25 de julio, 12 de agosto, 27 de septiembre, 9 de octubre y 31 de diciembre sean blancos fáciles del almanaque (…) Sin embargo, la agitación continuará en cualquier momento que le resulte propicio y priorizará los escenarios del malestar nacional o aquellos de la insuficiencia institucional.”
Anunciaba La Tizza, alertando sin zozobra ni alarde —lo profético no lo es menos por lo inminente de la noticia que viene—, en “La respuesta no es policial, es política”, su editorial de 4 de mayo de 2021; proclamación quizás de una nueva sensibilidad —política—, una nueva sagacidad —política—, una nueva generación —política— entre nosotros, acta de nacimiento más —ya son varias, serán numerosas— de un reencontrado, reconstituido nosotros —nosotros, los comunistas, los de la misma historia, el mismo mundo, la misma humanidad, la misma paciencia: el mismo paciente revés que deja tras sí minado el campo de lo precariamente vencedor—; palabra, comunista, que lo dice ya todo, pues hablar de Revolución, en Cuba, al margen o en desafío, desdeñoso, de esa (a)filiación es malabar tan tortuoso como hablar de política, de lo político, sin ella. Hay una sola revolución y hay una sola política: esas que se presuponen una a la otra, como condición necesaria, para que revolución no se agote en insurrección o reforma y “hasta más ver”; para que política no sea exactamente lo contrario de revolución: negociación minuciosa del escamoteo.
Pues del mismo modo que no hay dos derechas, tampoco hay dos izquierdas, ni en Cuba ni en el mundo, porque tampoco hay centro —político— al que acercarse o del que alejarse para invertir, o enmascararse, en matices, gradaciones. Aunque cabrá repetirlo, sobre todo ahora, tan serena como enfáticamente, para que —entre quienes de ello disientan— no se deje de percibir una voluntad, la nuestra, de no negociar nuestra única manera de ser en el mundo, pues de otro modo ni sabríamos ya quiénes habíamos llegado a ser, ni cómo llegamos hasta aquí o hacia dónde, todavía, queremos dirigirnos.
¿Izquierda y sus apellidos? Sólo quien parece interesado en convivir con la derecha, o resignado a ello, como si la existencia o, peor aún, la beligerancia de una derecha en Cuba fuese un fenómeno natural, inevitable, incluso deseable —la ideología de la diversidad, llevada a su paroxismo antropológico, políticamente se agota, sin embargo, en la tullida trinidad izquierda-centro-derecha—, sólo quien anda alistándose para jugar el juego del capital y su parlamento insiste en participar, legitimándola y, de paso, asegurándose un mínimo de respetabilidad dite democrática, en esa política ambidextra. Diríase que su máxima es la del versículo 20 de Fragmentos de un evangelio apócrifo, de Jorge Luis Borges: “Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma y es arduo, o imposible, fijar la frontera que los divide.” Como si el alma, cabría sospechar, fuera siempre de izquierda. Y el cuerpo, digamos, fuera siempre —por naturaleza— de la “oposición”. El cuerpo que se opone al alma y sus ingenuidades. Sus idealismos, sus excesos, sus locuras. Si no sus crímenes. El cuerpo del hambre y del deseo, de las necesidades. El alma como lujo para ahítos.
“Es previsible que el 25 de julio, 12 de agosto, 27 de septiembre, 9 de octubre, [20 de noviembre] y 31 de diciembre sean blancos fáciles del almanaque.” Almanaque al que ahora le jadea en la nuca, como quien anda a la vez a prisa y extraviado, Cuba Próxima, “plataforma de investigación e influencia que promueve —a través del diálogo entre todos los cubanos— análisis y soluciones relacionados con la construcción de una sociedad democrática y un Estado de Derecho en Cuba” y cuyo motto reza “A favor de todos y en contra de nadie» —lo cual podría ser la definición retóricamente más radical que se haya proferido nunca en nuestra lengua, no de la inclusividad más radical, sino de la clausura no menos radical de toda política, de toda posibilidad de política, de lo político.
Profesión de fe que, de radical político —no de radical retórico—, puede tener sólo la cantidad inversamente proporcional a lo que tiene de demagógico. Cuba Próxima, heredera, o, más bien, hermanastra o hijastra, de Cuba Posible —véase, si no, la composición de su Dirección Ejecutiva. O mero fantasma adoptivo. Pues lo que en Cuba Posible quería ser “laboratorio de ideas” —y lo que allí participaba de una hechura encomiable en el propósito declarado, los recursos humanos allegados (y su pedigree), la dignidad de lo discursivo o lo gráfico, la audacia del alcance del espectro de sus inquietudes e indagaciones, la congruencia misma de la pluralidad postulada—, parece haber pactado, en Cuba Próxima, por contentarse con ser dispensario de conclusiones. Perentorias. Incontestables, siquiera por incontestadas —sólo que aquí, todavía, estamos nosotros, los otros, los comunistas—, sancionadas, sin retorno. Además de por una hechura que —desde el diseño hasta el discurso— parece tener poco, o nada, que agradecerle como antecedente a Cuba Posible, y sí mucho, todo, a Radio Televisión Martí.
Así el editorial de Cuba Próxima, del pasado 7 de octubre, “Cuba exige un cambio democrático real y definitivo”. Sólo, repítase, que aquí estamos, todavía, nosotros, los otros: los comunistas, para quienes estar a favor de todos —y no sólo de los todos que ya existen, sino de los mejores que podrían existir— no es posible, ni es política ni moralmente coherente, ni podría estar próximo, sino a condición, necesaria, de estar en contra de quienes se opongan a la posibilidad real de favorecer a los más, mientras se aspira a favorecer incluso a más todavía. Esos, nosotros, para quienes, por ejemplo, la foto que acompaña el editorial de Cuba Próxima—varios cientos, tal vez miles de personas que se aglomeran, o corren a aglomerarse, a los pies del monumento coronado por la estatua ecuestre de Máximo Gómez, en el Parque Mártires del 71, junto al Túnel de La Habana, puede, todavía, leerse de varias formas: una de ellas, como manifestación popular y confusa no sólo de un abajo esto o lo demás, de un que acabe de pasar, sino de un no sé, un qué pasó.
Dice Cuba Próxima:
“Cuba sufre una crisis política sistémica por la incapacidad del gobierno y el partido comunista de evolucionar hacia la democracia; manteniendo Constitución [sic] y leyes desfasadas con la práctica democrática y con la propia dinámica de la sociedad.”
Y casi que podría estarse de acuerdo, pues quién puede dudar que ni el Gobierno de la República ni el Partido Comunista de Cuba —ni tampoco, dicho sea de paso, el Estado— desean “evolucionar” hacia “la democracia” o “la práctica democrática”… que favorece Cuba Próxima. Esa falta de deseo, que compartimos nosotros, los otros, los comunistas, es tan raigal y tan irreversible que no puede traducirse sino en una incapacidad. Por tanto, la Constitución y las leyes de la República están desfasadas, sí, pero con lo que desea, o postula, Cuba Próxima, no con Cuba. Es decir, la única Cuba refrendada, la del pueblo político que refrendó su nueva Constitución. Pues a la hora de elegir en qué país vivir, el sujeto de esa decisión no puede ser un genérico y abstracto pueblo cubano —mera imagen cultural de un referente demográfico—, sino el pueblo político de la Revolución, el pueblo que se constituye a sí mismo como soberano.
No hablo yo, aquí, desde el culto arrobado de un texto constitucional ni perfecto —lejos de ello— ni imperfectible —más lejos todavía. Hablo desde el respeto del gesto soberano que hizo de ese texto la Constitución que deben respetar tanto quienes la aprobaron como quienes no. In God We Trust —dice cada dólar, de cualquier valor, de los Estados Unidos. ¿Habremos de abstenernos, quienes no creemos en ese Dios, de toda transacción? Tratándose de algo tan absoluto y tan irrevocable como Dios —¿qué podría ser, en comparación con Dios, el sueño, tan humano y frágil, de una sociedad más justa, más solidaria e, insístase en algo que no suele mencionarse pero que constituye la mayor de las diferencias, más racional: llamémosla, en Cuba, por ahora, socialismo?—, ¿acaso podría existir algo más totalizador y, por tanto, más totalitario que esa declaración de identidad o elección colectiva no refrendada: In God We Trust? In God We Trust —dice cada billete, de cualquier valor, del país que se cree elegido por Dios no sólo para ser el país que quiera o se crea ser, sino además para ser el mundo. We do not.
A no ser que Cuba Próxima sufra de la soberbia de creerse toda Cuba, y de hablar por ella, o, lo cual sería más convincente todavía, a no ser que Cuba Próxima disponga de los datos y las herramientas analíticas para demostrar que los resultados del referéndum en que se aprobó esa Constitución, pronto hará tres años, son del todo inverosímiles —de una inverosimilitud tal que, a falta de otros datos o revelaciones, se podría demostrar teoréticamente o asumir como imperativo categórico… de la sublevación—, o a no ser que el referéndum haya sido un completo fraude.
Pero tampoco es que, en el caso de Cuba, se pueda sostener con un mínimo de pertinencia la existencia de una “crisis política sistémica”, pues ello equivaldría a dos cosas: 1) la existencia de un estado de paridad de fuerzas entre Gobierno y oposición; lo cual no es el caso de Cuba, donde existen grupos de oposición con mayor o menor grado de organización, aunque ninguno en posición de desafiar en lo más mínimo o poner en riesgo la continuidad del Estado cubano, pero no existe una oposición legitimada por ningún medio de jure o de hecho, ni por los propios, y donde,por tanto, toda oposición, hasta ahora, es de jure o de hecho ilegítima; donde, en todo caso, y más exactamente, existen oposiciones, manifestaciones o expresiones de oposición, siempre las ha habido, públicas o privadas, individuales o colectivas; pero donde no siempre insatisfacción, descontento, desilusión, fatiga… significa oposición, y menos aún política; y, por tanto, 2) una situación de tal déficit de consenso que no puede traducirse, sino en ingobernabilidad.
Lo que sufre Cuba es una crisis económica en la que confluyen, por un lado, la ineficiencia y hasta el agotamiento estructural de un modelo que se ha revelado incapaz de socializarse a sí mismo, en lo económico, tanto como lo ha hecho en lo político, y que no ha dejado de estirar y tensar el tejido social —uno que ciertamente se ha venido des-homogeneizando desde hace más treinta años, proceso acelerado por la propia crisis económica, pero que no se puede reducir a la condición de efecto de una o más (y superpuestas) crisis; proceso que, por demás, en otras circunstancias se celebraría como diversificación orgánica, endógena, hasta revolucionaria, y no como pura entropía— y, por el otro, una situación de desabastecimiento, aguda incluso para un país como Cuba, que en más de 62 años no ha conocido ningún período de acceso a bienes y servicios que excedan el umbral de la distribución equitativa de lo disponible.
De la causa principal de esa situación de desabastecimiento, del bloqueo, el editorial de Cuba Próxima no nos dice nada, ni una palabra. Ni siquiera para, retóricamente, marcar tarjeta, o para dar muestras de buenos modales políticos, y hasta patrióticos, o para cubrirse las espaldas, al menos con alguna rápida mención del embargo, frente a la eventual e inevitable reacción que tales silencios y selectividades provocan. Así, la única vez que se utiliza el término bloqueo es para referirse al «bloqueo político del poder a [sic] los ciudadanos»; la única vez que se menciona a los Estados Unidos en todo el editorial es para pedirles que —junto a la Unión Europea y América Latina— “acompañ[en] los cambios inaplazables en Cuba exigiendo respeto irrestricto a [sic] los ciudadanos, los derechos humanos y sociales y advirtiendo al gobierno que cualquier avance en las relaciones bilaterales, incluida la ayuda al desarrollo, debe ir precedid[o] de reformas políticas, económicas y sociales profundas, perdurables y blindadas [sic] jurídicamente.”
Es ese un párrafo que comienza por un eufemismo: “acompañar” no significa otra cosa aquí, no puede significar sino imponer, habida cuenta de las premisas del editorial —un gobierno empobrecedor, desigualitario, represivo y “deslegitimado por sus propias acciones contra la mayoría [¡!] de la sociedad y los ciudadanos”, una “dictadura”, renuente a hacer el más mínimo de los cambios que Cuba Próxima considera “inaplazables—, tanto como de sus conclusiones, que no son otras que sus mismas premisas; en otras palabras, que “Cuba está agotada y demanda una salida democrática y pacífica del callejón sin salida” [en que] “la ha ubicado la torpeza política de [su] gobierno”— y termina abalanzándose sin vacilar —a diferencia, es de presumir, de muchos de los que en la foto que preside este editorial tan torpemente escrito (los corchetes de más arriba, y los que sigan más abajo darán una idea) se acercan al monumento a Máximo Gómez— hacia la más postrada de las genuflexiones: la de exhortar a los Estados Unidos, la Unión Europea y América Latina a que “acompañen” tan amable como democráticamente —pues si se habla de democracia en este o aquel otro país, también hay que hablar de ella en las relaciones internacionales— “los cambios inaplazables” que Cuba Próxima ve, por tanto, aproximarse a ritmo vertiginoso. Concédasele a Cuba Próxima, no obstante, el buen tino, en su genuflexión, de no incluir ni a Rusia ni a China ni a Irán o la India, etcétera, etcétera, etcétera, en la lista de “acompañantes”.
Un par de párrafos del editorial no dejan de llamar la atención, y ello por dos razones —entre las que esta vez, aclárese, no se encuentra su pobre hechura— que saltan a la vista: 1) lo tautológico; y a la vez —vaya golpe de genio de la falta de genio— 2) lo hiperbólico de sus afirmaciones. Citémoslos, verbatim:
“(…) la oposición —asediada con métodos represivos soviéticos— no consigue capitalizar el notable descontento político y social y se ha visto desbordada, junto al gobierno, por las acciones de grupos de la sociedad como los movimientos San Isidro, 27N y Archipiélago; entre otros.”
¿Cómo la oposición se puede “[haber] visto desbordada” por… la oposición? ¿Acaso no son el Movimiento San Isidro, el 27N y Archipiélago… “la oposición”? ¿O es que calificarlos, en cambio, de “grupos de la sociedad” deja fuera de “la sociedad” a “la oposición”? ¿O a «la sociedad», lo cual tiene más visos de realidad, fuera de «la oposición»? En este segundo caso, Cuba Próxima podría contar con nuestra comprensión y solidaridad, la de nosotros, los otros, los comunistas. ¿Qué significa o puede significar que el gobierno “se ha visto desbordad[o]” junto a la oposición “por las acciones de grupos de la sociedad como los movimientos San Isidro, 27N y Archipiélago”? No podemos estar seguros de lo que Cuba Próxima haya tenido en mente al hacer tan extraña afirmación, pero de esta no se puede colegir, al menos con un mínimo de lógica, sino que esos movimientos no son ni representan a la oposición ni tampoco, claro está, pertenecen o representan al Gobierno, y que la sociedad —y ya aquí, de lo tautológico no pasamos a lo hiperbólico sino a lo irreal— no puede localizarse en ningún nivel de representación ni en la oposición ni en el Gobierno. Tras lo cual se impondría la pregunta, ¿de qué lado están esos movimientos o «grupos de la sociedad? ¿Del lado de la oposición? ¿Del lado del Gobierno? Pregunta hipotética, o más bien retórica, que no puede tener como respuesta sino la inexistencia de la piedra angular misma en la que se asienta todo el editorial: la existencia, en Cuba, de una crisis total y terminal —una que “coloca a Cuba al borde de una quiebra de la nación”— y una oposición dispuesta y presta a resolver la crisis mediante un cambio de régimen. Nuevo régimen al que Cuba Próxima nos invitará —de creer en su motto— también a nosotros, los otros, los comunistas, a pasearnos en nuestra modesta carroza, como extras o como relleno, por las amplias alamedas del carnaval democrático; perdón, seamos precisos, del carnaval electoral, que no es lo mismo. Thanks, but no thanks.
Y continúa Cuba Próxima:
“Tal combinación de factores, [sic] coloca a Cuba al borde de una quiebra de la nación, con un Estado fallido que no ampara a los ciudadanos, especialmente a los más vulnerables, mientras crecen la polarización política, las actividades delictivas por supervivencia económica, la emigración desordenada y la frustración y desesperanza, de muchos cubanos, incluidos militantes del hegemónico partido comunista y veteranos de la revolución.”
¿Cómo es posible que un «Estado fallido» de semejante naturaleza y en semejantes circunstancias —párrafos más adelante, Cuba Próxima le sube la parada a la hipérbole y pasa de “Cuba al borde de una quiebra de la nación” a “síntomas evidentes de desplome de la nación”— pueda no sólo sobrevivir como figura institucional al acoso imperial, la crisis económica, el descontento y la contestación social, incluso a la lógica discursiva exenta de soluciones de continuidad del editorial de Cuba Próxima, sino también—lo que es más importante— mantener el control de los términos de toda posible y próxima ecuación en Cuba? Salvo prueba de lo contrario por Cuba Contraria. ¿Cómo, por demás, es posible que una nación se desplome? Se puede desplomar un gobierno, todo un Estado, un sistema económico, un modelo político, un partido gobernante… ¿pero qué significa que Cuba esté “al borde de una quiebra de la nación” o que esa nación —como afirma Cuba Próxima— se haya desplomado?
¿Cómo una nación desplomada y un Estado fallido podrían, a su vez, “emprender una reforma política e institucional” o una “reforma económica estructural”? ¿Acaso no es lícito (pre)suponer que una nación desplomada o un Estado fallido lo sean porque han quebrado, también, todos sus elementos? ¿Qué lugar, en todo caso, ocupa Cuba Próxima en ese paisaje después de la batalla… perdida por todos salvo, aparentemente, por Cuba Próxima? Ni aunque para Cuba Próxima nación y país sean sinónimos, ninguna de tales hipérboles, de tanto extravío como desespero, encuentra apoyo en lo real ya accedido. A ninguna de esas hipotéticas, aunque en este caso nada retóricas preguntas, podrían ni Cuba Próxima ni nadie responder sino invocando —por mucho que ello se eufemice en la figura del “acompañamiento”— una intervención extranjera, es decir, de los Estados Unidos. Intervención que, en el caso que nos ocupa, no podrá ser sino militar, o que, para tratar de acercarnos al lenguaje de Cuba Próxima, no podrá ser sino acompañamiento blindado. (Continuará)
Fuente: https://www.patrias-actosyletras.com/de-lo-posible-a-lo-pr%C3%B3ximo-rolando-prats
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