Traducido para Rebelión por Gorka Larrabeiti
Una de las novedades de esta crisis es que ya no hay empresarios. Sólo hay manager a quienes se castiga, se tasa, se secuestra. Bien mirado parece que hemos vuelto a la civilización campesina, cuando los barones propietarios estaban en sus hermosos palacios en la ciudad (casi todos los hacendados de Apulia vivían en Nápoles) mientras en el campo estaban sólo los capataces contra los que se desencadenaba la ira de los braceros y campesinos.
Este fenómeno del oscurecimiento de los propietarios empezó hace tiempo: las SPA (sociedades anónimas) ya constituían un bonito experimento de disimulación de la propiedad, que seguía explotando a los más débiles mientras escondía el rostro.
Pero tal vez esta ocultación revela un debilitamiento del derecho de propiedad. Cabe recordar que en el campo la propiedad ausente abre las puertas a la reforma agraria.
Es un hecho que los manager, como los capataces de antaño, han reducido -con sus stock option y demás- los beneficios del propietario, el cual, con tal de seguir oculto, aceptaba pagar el tributo. En Italia también algunos manager excelentes (no citaré ninguno) se han enriquecido a costa de la explotación de los empresarios a los trabajadores. Se podría añadir que la primacía de los manager podría ser un primer paso para la abolición de la propiedad, en el sentido de que los propietarios se han convertido en rentistas.
Mientras tanto, la rabia de los trabajadores en Francia se desencadena contra los manager, que son los actuales capataces. Algo puede enseñarnos la historia del campo.
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