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¿De qué “nueva realidad” estamos hablando?

Fuentes: Rebelión

“La necropolítica es donde los actores internacionales 

deciden quien debe vivir y quien debe morir” 

Achille Mbembe, filósofo camerunés 

En estos meses obscuros ya es costumbre recibir información acerca de los estragos en la salud mundial que la pandemia COVID-19 está causando, junto con la concomitante crisis económica a nivel planetario y que ya se proyecta como la peor registrada desde la gran depresión de 1929-1933. 

También estamos enterados que cada nación ha implementado sus propias medidas para ir solventando la grave situación, que a todos tomó de sorpresa, con resultados que difieren en grados de efectividad. 

Igualmente, en el escenario internacional existe un consenso de que la humanidad se verá enfrentada a una “nueva normalidad”, pero las divergencias parten acerca de la modalidad que habrá de adoptar el incierto futuro. 

La crisis global ha desnudado, y agudizado, problemas endémicos generados por un modelo de organización económica fracasado. El hambre, la pobreza, la desigualdad, el desempleo y la pujante economía subterránea conviven con la especulación financiera, la evasión de impuestos, la explotación del trabajo y la devastación de los recursos naturales, todo ello formando un coctel que amenaza dibujar un desenlace apocalíptico. 

Mientras se especula con la creación de una vacuna contra el coronavirus, a la gente se le vende la idea de que debe de adaptarse a las nuevas condiciones de vida, confinando a sus hogares a quienes puedan hacerlo, ofreciéndoles soluciones tecnológicas para suplantar su presencia en centros de enseñanza y en oficinas, con toda la secuela de efectos negativos en el pobre aprendizaje y la baja productividad laboral. 

Sin embargo, paralelamente a las soluciones anteriores se condena a una proporción importante de la población a estar expuesta al contagio, en hospitales, atendiendo servicios públicos, distribuyendo productos, operando maquinaria en industrias, excavando en minas y realizando actividades agropecuarias. A estos trabajadores se les describe como “héroes”, pero recibiendo a cambio retribuciones económicas precarias en la mayoría de los casos. 

Bajo ese contexto, la “nueva normalidad” constituye un escenario donde los cambios en el sistema económico no son estructurales en su naturaleza y más bien representan un reforzamiento actualizado de un mundo ya sumido en las injusticias y en el desorden ecológico. Es decir, un “gatopardismo” o “lampedusianismo” dirigido a cambiar todo para no cambiar nada, de acuerdo a la paradoja expuesta por Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957). 

Todo parece indicar que el mundo está perdiendo una valiosa oportunidad donde el cambio radical es imperativo y donde la cooperación de las naciones y de los individuos deben de sustituir a la búsqueda desaforada del lucro y al consumismo sin límites, los cuales han dado al traste con la idea del bienestar para todos y con la necesidad de rehabilitar y preservar los sistemas ecológicos del planeta. 

No aprovechar la oportunidad histórica de cambio que la crisis actual ofrece, la civilización, tal y como la conocemos, estará comprometiendo su sobrevivencia y quedará aún más expuesta a catástrofes futuras en forma de pandemias, colapsos económicos, injustica extrema y, sobre todo, al desequilibrio climático que augura desastres colosales. 

Si hay un concepto que define al futuro que las élites cosmopolitas nos quieren dibujar, no es otra cosa más que “el capitalismo del desastre”.