Era un chaval, muete se decía, cuando un día mi padre Dioinisio, por cuestiones de herencia y testamento, me acercó al despacho del señor Ángel Ruiz de Erenchun de la calle Estella de Iruña, quien era su tramitador. Y su introducción me llevó al recuerdo de viejas leyendas: «De rodillas (¿quizá postrado?) ante el santísimo, […]
Era un chaval, muete se decía, cuando un día mi padre Dioinisio, por cuestiones de herencia y testamento, me acercó al despacho del señor Ángel Ruiz de Erenchun de la calle Estella de Iruña, quien era su tramitador. Y su introducción me llevó al recuerdo de viejas leyendas: «De rodillas (¿quizá postrado?) ante el santísimo, yo Dionisio…». No sé si era común en Nafarroa aquella introducción a un legado o era fórmula propia del abogado Ángel Ruiz de Erenchun o cosecha de mi padre (que lo dudo)… Pero, visto lo visto con Abel Azcona, en Iruña todo es posible.
A finales de noviembre del 2015, tras campanazo del obispo y delegada del gobierno de Madrid, un fraile del medioevo con un grupo de devotos/as se arrodillan ante una exposición, a su juicio irreverente, para rezarle a la virgen y madre al mismo tiempo: «Santa María, madre de dios, ruega por nosotros, pecadores…».
Recordé lo que cuenta Georg Christof Lichtenberg en su libro «Los aforismos»: «Los monjes de Lodève en Gascogne, (Gaskoinia), declararon santo a un ratón que se había comido una hostia consagrada». Karlheinz Deschner cuenta en su libro «El credo falsificado», pág 30s, las andanzas de aquel vegetariano suizo, Fredi Kummer, ante su grave problema: ¿cómo ser vegetariano y comulgar el cuerpo y la sangre de Cristo? O ¿puede un vegetariano convencido comulgar, si es lo que sostiene la Iglesia, que uno come el cuerpo y bebe la sangre de Cristo? Pide aclaramiento a su párroco, al obispo Otto Wüst, ante respuestas tardonas y poco convincentes: «¡comulgue, no hay problema, es un misterio…», hace huelga y se dirige a un químico, que le aclara: si se analiza ahí hay y sigue habiendo harina y agua o vino, son los creyentes católicos los que dicen que está dios. Por lo que la tomadura de pelo está al alcance de la mano: los católicos de Iruña le acusan de blasfemo a Abel Azcona, que posiblemente no cree, por denunciar a la Iglesia con -dice él, pero yo no lo creo- hostias consagradas: de pederastia.
¿Irreverencia o tomadura de pelo? Porque primero habría que demostrar que está consagrada, para luego acusar. ¿Y cómo demuestran que está consagrada y no más bien ha sido una gran tomadura de pelo? Es lo que debiera haber hecho el alcalde de Iruña, Sr. Asirón, llamar a un químico y analizar. Y luego llamar al obispo al Ayuntamiento y colocarle ante la prueba de tener que distinguir una consagrada de una no consagrada, como se hace en los careos. Y de no aprobar, denunciarle por alboroto y mendacidad.
Como se estudia en la historia de la religión, comerse a un dios es cosa vieja y viene de antiguo, para apropiarse de sus dones y prerrogativas. Historias de este calibre se halla en las leyendas y escritos egipcios: los siervos apresando a dioses para que el rey, una vez descuartizados y cocidos los seres divinos, comiera con avidez los trozos de aquellos seres superiores. La eucaristía cristiana es resto de aquella mentalidad de canibalismo primitivo. «Su haced en memoria mía», invento tardío del denominado apóstol Pablo, que como hoy sostienen exegetas serios y analíticos nada tiene que ver con mensaje alguno de Jesús.
Pero ésta no es más que una de las muchas afirmaciones y creencias sin sentido, que viene proclamando la Iglesia católica como dogma. Hoy ninguna persona seria y sensata cree que Jesús resucitó de entre los muertos, ni que un hombre, el papa, pueda ser infalible, ni que una madre sea al mismo tiempo virgen…
A medida que la ciencia avanza y la teología entró en las facultades universitarias, convirtiéndose en ciencia según parámetros científicos y no de páginas bíblicas, la Iglesia se ha visto enfrentada a grandes y graves dilemas: los mejores teólogos se han ido apartando de los púlpitos, han discutido y negado formulaciones básicas de la Iglesia católica, han denunciado la falsificación del mensaje de Jesús. Tan es así, que muchos de ellos han sido arrojados de las cátedras universitarias no por los rectores o claustros de profesores sino por mandato de los obispos respectivos; no por descubrirse errores en sus análisis, investigaciones y conclusiones sino porque lo que defendían y sostenían con argumentos no se ajustaba a los viejos dogmas católicos. ¿Qué pasaría si ocurriera lo mismo con la física o con la medicina actual? Que no se estaría antes postulados de ciencia sino ante el sometimiento a viejos prejuicios.
Es lo que viene ocurriendo en la teología: el dogma se ha convertido en panfleto y ha sido arrojado de la facultad universitaria. Es lo que en este noviembre ha ocurrido en la ciudad de Iruña: sus católicos son una especie de grito salvaje de vuelta y regreso a postulados del medioevo: «De rodillas ante Dios…».
El hombre como rodilla y sumisión, vieja fórmula inquisitorial.
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