Mientras haya quienes protestan programáticamente contra las políticas conservadoras y reaccionarias, pero en su práctica cotidiana preserven las estructuras de poder vigentes, sus mismos acentos y estilos; los establecidos culturalmente por el sistema dominante, éste podrá decir: ‘no hay porqué preocuparse’. La CTA-Micheli convocó a la presentación de un libro propalestino. El acontecimiento revela que […]
Mientras haya quienes protestan programáticamente contra las políticas conservadoras y reaccionarias, pero en su práctica cotidiana preserven las estructuras de poder vigentes, sus mismos acentos y estilos; los establecidos culturalmente por el sistema dominante, éste podrá decir: ‘no hay porqué preocuparse’.
La CTA-Micheli convocó a la presentación de un libro propalestino. El acontecimiento revela que esa organizaciòn tiene una posición crítica ante el Estado de Israel, su racismo y colonialismo rampante.
Hasta ahí, vamos bien.
Sin embargo.
Ya resulta embarazoso tener que referirse en la jerga militante a la CTA-Yaski y a la CTA-Micheli, empobreciendo la calificación y reduciendo los perfiles organizacionales. Pero esto no hay porqué achacárselo a la CTA, sino más bien a la cultura dominante.
Nos juntamos; un auditorio, débil, para dicha presentación, unos quince.
El presunto maestro de ceremonias se apresura a pedir disculpas por la raleada concurrencia y declara que muchos dirigentes de la CTA están ese día muy ocupados, por ejemplo, con un juicio que lleva al banquillo a una treintena de compañeros.
Todo eso es entendible y disculpable; lo que no es tan entendible es la ausencia, no ya de dirigentes y referentes, que nos comenta el coordinador, sino de militantes de base, de pueblo llano. Si la CTA, con la presentación de un libro que denuncia la atroz política de atropellos y usurpación del sionismo sobre la población nativa de Palestina, convoca sólo a dirigentes y referentes, eso nos revela que la cuestión palestina, aun con todos los muertos que el sionismo asesina a diario, no enciende el amperímetro social. Ni, por lo visto, de la CTA.
El maestro de ceremonias presenta a la mesa disertante, habla del libro que está a la vista y a la venta. Promete, como es de trámite en organizaciones democráticas, que luego habrá debate y/o preguntas. Y antes de dar la palabra a los dos oradores previstos, pide una presentación individual a la raleada audiencia. El trámite no lleva ni cinco minutos. De dicha ronda queda claro que los espontáneos somos muy pocos y que los cuadros internos y/o funcionarios rentados de la CTA, son probablemente mayoría.
Como no se trata de nada personal, omitiremos los nombres de los «actores» del evento que venimos analizando. Porque de lo que se trata es de un análisis cultural, no personal ni psicológico.
Ya sobre ese final, un «espectador» levanta la mano, el brazo, el lápiz… finalmente el maestro de ceremonias anuncia que va a abrir el uso de la palabra «para preguntas» pero aclara que tiene que ser algo breve… no se sabe si se trata de entregar la sala para otro evento o porque el acto se ha prolongado tanto como para que muchos presentes entiendan que ya es suficiente, o porque «el retorno a casa» empieza a apretar los tiempos…
Me queda la impresión de que si no había alguien levantando insistentemente la mano, el maestro de ceremonias habría cerrado el acto tras las presentaciones iniciales, cumpliendo con la exhortaciòn a ver, hojear y comprar el libro por el cual se hacía el acto (BDS).
En ningún momento había limitado el uso del tiempo de los expositores o dado una idea de su distribución, poniendo de antemano, por ejemplo, alguna estructura para el tiempo que teníamos disponible. Veinte minutos cada presentación, digamos, y los veinte finales de una hora, para el abordaje desde los presentes, para preguntas, etcétera. Al fin y al cabo, casi llegábamos a una veintena de humanos con el tiempo e intereses puestos en común.
En los hechos, el tiempo se distribuyó así: para los dos presentadores, el tiempo ilimitado se convirtió en bastante más de una hora, una hora y media, de modo tal que al terminar la segunda presentación, todo, desde la postura de muchos presentes, arreglando bolsos y ropas, anunciando su salida, hasta la actitud de mismo maestro de ceremonias llevaba al cierre, postergado, como dijimos por una mano alzada.
La falta de límites al tiempo de exposición parece haber llevado a los mismos oradores a reiterar conceptos, me pregunto si no angustiados por la falta de estructura y el temor consiguiente a terminar demasiado pronto…
Vale destacar que el momento abierto sirvió también para que un par más de asistentes, interviniera, con preguntas o planteos.
La interrogante que se abre es acerca de que si esto pasa en una organización que se plantea como democrática, ¿qué dejar para las organizaciones que ni siquiera tratan ese aspecto?
Porque lo que analizamos es el estilo del culto a la personalidad. Es una polìtica para alejar más aun a dirigentes de dirigidos; dirección de bases; intelectuales cultos de masas ignorantes…
Con ese estilo, el sistema de poder existente no tiene problema ni contradicción alguna. Lo triste o confuso es que la CTA se presente a sí misma como «basista», luchadora «desde las bases», donde te descuides, hasta horizontalista…
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