A fines de los 90 cuando se trató de avanzar en derechos sexuales y derechos reproductivos de las mujeres con el tema del aborto, el país tuvo un retroceso incluso en el acceso a la píldora del día después.
Para el 2013 cuando tres asambleístas del oficialismo presentaron su moción, fueron sancionadas por Rafael Correa en su calidad de Presidente de la República y máximo dirigente del partido y el correísmo terminó aupando el retroceso en institucionalidad de las mujeres. Los movimientos anti-derechos -que en el período del correísmo, a fines de 2014 actuaban desde la Presidencia- continúan intentando evitar que se imparta educación sexual en las escuelas.
Sin duda, seguimos peleando por un ESTADO LAICO, aún después de un siglo de la Revolución Liberal. En una sociedad en la que se condena a las mujeres, niñas y adolescentes a la violencia sistemática de parte de parejas padres, hermanos, primos, tíos, abuelos violadores en su entorno cercano no cabe duda que se debe seguir peleando por un acceso a justicia reparadora que no las revictimice y al aborto -sobre todo en comunas, para pueblos y nacionalidades, para aquellas que no tienen los recursos económicos y se someten a condiciones insalubres para practicárselo.
Nos falta camino por recorrer, sin embargo, ante la realidad concreta en un país en que el confesionalismo todavía permea a toda la sociedad, haber logrado que se apruebe el aborto por violación es un avance innegable para profundizar los derechos de las mujeres, niñas y adolescentes y la protección de su dignidad. Por eso apoyaba ayer el informe de mayoría (16 semanas) no como la meta última ni el final de la trayectoria de la lucha histórica de nuestras compañeras, sino como el punto de partida para seguir avanzando en la consecución de un país en el que en realidad, la lucha contra la violencia a las mujeres,niñas y adolescentes, sea una prioridad del Estado ecuatoriano y no solo un discurso de campaña. Sin embargo, ese apoyo fue silente. Durante algún tiempo me he mantenido callada porque mi postura fue – desde un inicio- que se debía hablar de plazos. Fuimos (como Alames) a una reunión para planificar las alianzas pero ya estaba decidido que sin plazos era la postura y se entendía como falta de compromiso como mujeres, desde nosotras mismo (“nos damos un tiro en el pie”), el plantear una posibilidad de diálogo sobre plazos más amplios, empujar las 24 semanas o más. Mantener el silencio para no ser clasificadxs como provida/anti derechos. Sin embargo creo que hay que debatir los resultados de ayer y como llegamos a esos resultados.
Leo posturas públicas que deslegitiman no solo a compañeras médicas que han atendido abortos durante muchísimos años (en tiempos muy complejos arriesgando prisión, su oficio, etc), sino que responsabilizan a quienes no están de acuerdo con esa postura única (sin plazos) de las derrotas. Lo que es inconcebible para mi es que seamos capaces de imponer una postura única para ser buenas feministas descalificando la historia que nos llevó a este punto. Por eso, y por la necesidad de diálogo para crear los mejores resultados para la sociedad entera (y niñas, mujeres y adolescentes) es que creo que hay que evaluar lo que pasó.
En tiempos tan complejos a nivel global, nacional, de nuestros barrios, de nuestras pequeñas comunidades, con tensiones incluso dentro de nuestros espacios de militancia (tan vitales como la familia que una escoge para vivir con dignidad), no cabe más que seguir hablando, confrontándonos, dialogando y abriendo las tensiones, creando Puentes porque sabemos que sin duda, el enemigo no está en el movimiento de mujeres.
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