Recomiendo:
0

Entrevista a Kintto Lucas, vicecanciller del gobierno de Rafael Correa

«Debemos profundizar la democracia ciudadana y la revolución agraria»

Fuentes: Adital

En noviembre del año pasado lo entrevisté en Montevideo, tras el triunfo de José Mujica en la segunda vuelta electoral de Uruguay. En este año pasaron muchos hechos trascendentes en América Latina y en Ecuador, en algunos, como desde hace veinte años, ha sido protagonista. Hoy encuentro a Kintto Lucas en Quito como vicecanciller del […]

En noviembre del año pasado lo entrevisté en Montevideo, tras el triunfo de José Mujica en la segunda vuelta electoral de Uruguay. En este año pasaron muchos hechos trascendentes en América Latina y en Ecuador, en algunos, como desde hace veinte años, ha sido protagonista. Hoy encuentro a Kintto Lucas en Quito como vicecanciller del gobierno de Rafael Correa, en un momento histórico de cambios, un mes después del intento de golpe de Estado, y a pocos días de la primera convención nacional del movimiento Alianza País que intentará fortalecer la estructura organizativa de la denominada revolución ciudadana. En esta entrevista Lucas analiza el momento político y las perspectivas de futuro, aportando a una comprensión teórica del proceso que vive Ecuador.

– ¿Cuáles son las perspectivas de futuro para el gobierno ecuatoriano, luego del intento de golpe de estado del 30 de septiembre pasado?

– El intento de golpe ha colocado al gobierno en un nuevo punto de inflexión. Hay un camino recorrido que es necesario analizar autocríticamente para ver cómo seguimos caminando. No significa un alto en el camino, significa mantener el rumbo pero profundizar en algunos puntos. Es necesario hoy más que nunca entender el momento qué vivimos y cómo llenamos de pueblo el camino. Hay un momento para iniciar los cambios y otro para profundizarlos. La profundización de esos cambios se debe hacer en el momento adecuado, ni antes ni después. El momento en que la gente acompaña construyendo su futuro, creando y recreando el sueño individual y colectivo. Hay que saber que la gente te puede acompañar pero no significa que vaya contigo construyendo la realidad. Hay que entender cuando la gente va junto a ti ayudando a crear y recrear ese sueño individual y colectivo, del cual un gobierno puede ser una partecita nomás, y cuándo solo te acompaña sin involucrarse en el camino. Este es el momento clave para poner el pie en el acelerador de los cambios e involucrar al pueblo en los cambios. Es necesario dar un paso más hacia la izquierda en varios aspectos y llenar el camino de pueblo, que no es lo mismo que llenarlo de votos o de encuestas favorables.

– Dentro de este proceso de acelerar los cambios, ¿cuáles son los puntos centrales?

– Hay algunos puntos fundamentales que es necesario profundizar: la consolidación de la democracia ciudadana en lo sociopolítico; la revolución agraria que tiene efectos sobre lo social y lo productivo y está vinculada a la consolidación de la soberanía alimentaria; la construcción del frente social y político, el movimiento de tendencias y los comités de la revolución ciudadana desde lo político-organizativo; y el fortalecimiento de la economía social y solidaria en lo económico. Todo como parte del camino hacia un cambio de matriz económica y a la construcción del socialismo del Sumak Kawsay, como lo denominan algunos compañeros. Para mí el socialismo siempre será socialismo, más allá de que se debe adaptar a la realidad concreta de cada momento histórico. El Sumak Kawsay no es sinónimo de socialismo, pero es una parte fundamental del socialismo que aspiramos construir.

– ¿Puede ampliar sobre los conceptos de Democracia Ciudadana y Revolución Agraria?

– En América Latina y particularmente América del Sur, desde hace algunos años vivimos un proceso de cambios políticos, económicos y sociales, como parte de la etapa post-neoliberal. En Ecuador estamos en la etapa de consolidación de las bases de lo que denominamos revolución ciudadana. Es una etapa de liberación nacional. No es posible llegar al socialismo sin transitar primero el camino de la liberación nacional.

En este camino, y como parte de este proceso es necesario apropiarse de la democracia y resignificarla. En América Latina en general y Ecuador en particular, la democracia y la participación política se redujeron al acto de votar. Sin embargo, la democracia supone el involucramiento efectivo de la sociedad en la toma de decisiones. La democracia que buscamos se sustenta en el debate permanente y, sobre todo, en un proceso donde los ciudadanos sean los gestores de su desarrollo. Esta democracia radical supone entonces la construcción de ciudadanía, es decir, sujetos de derechos que puedan ejercer el poder. Por lo tanto, fortalecer la democracia implica promover la participación social en todas sus formas. Esta democracia radical, la democracia ciudadana, debe ser llevada a todos los espacios de la vida social: al Estado, a las empresas, al barrio, al movimiento político, incluso a la familia.

En el caso ecuatoriano, aunque formalmente los derechos de ciudadanía estaban extendidos al conjunto de la población, en la práctica teníamos ciudadanos de segunda clase, relegados por su condición económica o pertenencia étnica. En ese sentido, la ciudadanía debe ser extendida a toda la población, lo que no implica, por supuesto, un proceso de homogenización cultural que atente contra las particularidades de los pueblos y nacionalidades. A esta democracia radical, participativa, la denominamos democracia ciudadana. Entonces, el proceso de liberación nacional hacia el socialismo pasa por la construcción de la democracia ciudadana, que significa además recuperar la acción colectiva desde los barrios y comunidades, y recuperar la movilización social.

El intento de golpe de estado del 30 de septiembre, buscaba cortar la posibilidad de construcción de la democracia ciudadana, buscaba volver a la dictadura de los poderes fácticos, al remedo de democracia.

– El Presidente Rafael Correa dijo hace algunos días que uno de los puntos de retraso del gobierno era la revolución agraria. Usted también lo menciona. ¿Hay conciencia en el gobierno de lo que significa el problema agrario más allá de la mera preocupación por la agroindustria o por los grandes exportadores? ¿Cómo se construye la revolución agraria?

– El Presidente lo ha expresado claramente. Estamos retrasados en comenzar una verdadera revolución agraria, que englobe el reparto de tierras, el crédito, la comercialización, redistribución del agua, soberanía alimentaria, producción sustentable y eficiente, diversificación productiva… Es mucho más que una simple reforma agraria. Se pueden hacer veinte reformas agrarias, pero si no cambiamos el modelo de desarrollo agrario, pasarán treinta años y seguiremos teniendo campesinos sin tierra o con muy poca tierra, mientras aumenta la concentración. Es necesario cambiar la visión sobre la distribución de la tierra, porque hasta ahora ha estado basada en un concepto de mercado típico del neoliberalismo, que considera a la tierra y al agua como una mercancía más. Hay que instrumentar procesos de acceso equitativo a la tierra y al agua.

Ahora, pensando en el primer paso, es fundamental iniciar en forma urgente un proceso de distribución con las tierras que pertenecían a la banca cerrada. Esas tierras que ahora pertenecen al Estado deben ser parte de un plan agrario que inicie la revolución agraria. Un plan que demuestre al mundo que es posible ir fortaleciendo un nuevo modelo de desarrollo, con un concepto diversificado de producción en la pequeña y mediana producción, rompiendo la contradicción entre el modelo puramente exportador y el desarrollo de la producción para consumo interno. Entonces, hay urgencia de dar pasos en el sentido de ir hacia la revolución agraria.

– Supongo que una revolución agraria debe contar con el campesinado indígena, con su movimiento ¿Cómo se piensa la relación con el movimiento indígena?

– Nadie puede pensar en una revolución agraria sin todo el movimiento campesino del país y particularmente el indígena. El movimiento indígena ecuatoriano, que se constituyo en el movimiento social más fuerte de América Latina en la década del 90, que luchó para hacer retroceder al neoliberalismo, es un aliado fundamental en este proceso…

Este es un momento de mirar hacia adelante, y es necesario entender que debemos caminar juntos, que debemos luchar juntos. Los dirigentes históricos que lideraron aquel levantamiento del Inti Raymi, algunos que incluso podemos discrepar a veces, deben saber que con cualquier discrepancia reconocemos y asumimos sus luchas, reconocemos y asumimos sus reivindicaciones. Lo hemos demostrado con acciones. Pero no está de más en una instancia como ésta volver a plantear y replantear que el proceso de liberación nacional se construye entre todos los que buscamos una transformación. Desde sus comunidades, los pueblos y nacionalidades así lo entienden. La liberación no se construye aliándose con el enemigo. Ojala los dirigentes actuales del movimiento indígena se den cuenta que el enemigo no está en este gobierno, que el enemigo está en la oligarquía que sigue queriendo dominar este país, en las transnacionales que antes nadie les ponía límites y hoy hay un gobierno que las coloca en el debido lugar, en la derecha que quiere seguir desgobernado el país y para eso intenta golpes de estado como el 30 de septiembre, en ciertas fundaciones extranjeras que intentan cooptar al movimiento indígena y campesino, en el poder mediático que siempre estuvo y seguirá estando contra los indígenas. El enemigo del movimiento indígena, de los pueblos y nacionalidades indígenas, el enemigo de los pueblos afroecuatorianos, el enemigo de los sectores populares, es el mismo enemigo de la revolución ciudadana. Podemos discrepar muchas veces, podemos no ponernos de acuerdo en muchos temas, pero no podemos equivocarnos de enemigo…

El levantamiento de junio de 1990 marcó el inicio de un nuevo momento histórico de los pueblos indígenas que pasaron a ser protagonistas de la realidad social y política del país, y fortaleció la tesis de declarar el Estado Plurinacional, que también se vincula a la lucha por la tierra y a la revolución agraria. La realidad plural del país se manifestó cuando el indígena surgió como actor importante, en la vida sociopolítica del Ecuador. La sociedad se «enteró» que el «otro» existía. El Estado plurinacional, que solo puede ser unitario porque es expresión de unidad en la diversidad, permite asumir definitivamente esa realidad plural que involucra además a otros pueblos olvidados como el afroecuatoriano, permitirá asumir que el «otro» existe, tiene sus diferencias y sus derechos.

Ushay, en kichwa el poder, es perfeccionar las condiciones de vida, es la capacidad de desarrollarnos colectivamente, desde el aporte de los distintos espacios. El Estado plurinacional unitario permite a las nacionalidades y pueblos construir el Ushay. El Estado plurinacional unitario asume una forma democrática de relacionamiento, y convivencia a todo nivel que se expresa en la interculturalidad. Sin Estado plurinacional, o sea sin el reconocimiento de los muchos otros que integran el país, la interculturalidad no existe no es viable. La interculturalidad es una forma democrática de relacionamiento, de convivencia armónica de las culturas, es parte de este proceso de consolidación de la democracia ciudadana, es parte del proceso de liberación nacional en el que estamos.

– La democracia ciudadana y la revolución agraria son prioritarias y van juntas. ¿Qué papel cumple entonces la economía solidaria que se menciona en la Constitución?

– La democracia ciudadana, la revolución agraria y la economía solidaria son parte del mismo proceso de liberación nacional y, obviamente, de la misma construcción simbólica.

Las asociaciones de consumo, las cooperativas, los sistemas de producción agroecológica, las empresas gestionadas por los trabajadores, la construcción de viviendas por ayuda mutua y diversas organizaciones económicas de ese tipo, muchas veces no se reconocen como tales sino como instancias sociales de solidaridad. Entonces no se asume que podrían dejar de estar aisladas si son parte de un modelo de desarrollo basado en la economía solidaria, en el cual el Estado juegue un papel de cohesión. Un modelo de desarrollo que no esté basado en una economía solidaria no logra una mejor redistribución de la riqueza, por lo tanto no elimina la vieja brecha entre ricos y pobres, y mantiene intactas las estructuras económicas que provocaron la realidad que supuestamente queremos cambiar. La economía solidaria no significa incorporar nociones de solidaridad en las prácticas económicas, significa transformar la economía.

Los sectores neoliberales lograron instalar en el imaginario colectivo que la solidaridad es necesaria para resolver ciertos problemas sociales que la economía no puede superar. Así, la solidaridad no es parte de la economía, es solo una acción que aparece luego que la economía ha producido sus efectos. Entonces la «solidaridad» es sinónimo de caridad o beneficencia y termina transformándose es un elemento utilizado para que todo siga igual.

La economía solidaria implica que la solidaridad se introduzca en la economía misma, y que opere y actúe en las diversas fases del ciclo económico, o sea, en la producción, circulación, consumo y, aunque suene contradictorio, en la acumulación. Propone transformar desde dentro y estructuralmente a la economía, generando una nueva racionalidad económica. Implica un modelo de desarrollo solidario. Pero no es lo mismo que la solidaridad sea parte de todas las instancias de la economía, de las empresas, del mercado, del Estado, del consumo, del gasto colectivo e individual, que existan ciertos comportamientos solidarios dentro de las actividades económicas. Hoy, más que nunca, debemos consolidar la economía solidaria como alternativa, desde afuera y desde adentro del Estado.

– ¿Dentro de este proceso cuál es el papel de la próxima Convención de Alianza País?

– En Ecuador podríamos decir que el sujeto político que llevó al triunfo de la revolución ciudadana es diverso como el propio país. Un sujeto policlasista, integrado por masas organizadas del campo y la ciudad, por sectores de clase media desorganizados, por indígenas, campesinos, obreros, trabajadores informales, jubilados, desempleados. Un amplio espectro que los unía la necesidad de reinstitucionalizar un país profundamente golpeado por el modelo neoliberal y la crisis financiera de 1999, desinstitucionalizado por la partidocracia que manejó los hilos del Estado, un país transformado en uno de los más inequitativos de la región y sin soberanía. Por lo tanto, la base organizativa del proceso es un colectivo diverso, plural, que integra sectores organizados y no organizados. Pero ninguna base organizativa puede sustentarse en la ciudadanía de los ciudadanos dispersos, incapaces de sostener un proceso de liberación nacional. El desafío de esta convención es consolidar una estructura organizativa acorde al momento histórico en el proceso de liberación nacional que vivimos.

– Desde su constitución, Alianza País tuvo, a pesar de algunas diferencias relacionadas con su constitución social, un símil organizativo al que tuvo el movimiento indigenista Pachakutik cuando surgió en la década del 90. Transcurridos algunos años hay quienes temen que termine dividido como ese movimiento, en el que algunas individualidades se imponen por sobre el colectivo para ser candidatos u ocupar puestos públicos. ¿Cómo lograr que eso no ocurra?

– Dependerá de cómo se asuma finalmente su organización. Alianza País es un frente y un movimiento. Es una organización de masas, y una organización de cuadros y militantes. No hay contradicción en que sea todo eso. La contradicción empieza cuando la concepción de organización se basa en la exclusión y en la manipulación de los militantes y finalmente la gran mayoría termina yéndose, luego marchan las masas y finalmente queda una estructura burocrática que toma decisiones por sí y ante sí, desprendida de la realidad y sostenida en puestos burocráticos del estado, ongs o lo que sea… Hay que pensar en una estructura combinada de frente y movimiento, en la que cada sector asuma su identidad y forme tendencias claras, complementando las organizaciones de cuadros con la de masas, que finalmente es la que involucra a todos. Una estructura de frente y movimiento en la que se complemente la organización social y política sin que la organización social sea cooptada por la política.

Alianza País es actualmente una coalición social y política que debe consolidarse como frente y movimiento, a semejanza del Frente Amplio de Uruguay o el Partido de los Trabajadores de Brasil. No puede ser una colcha de retazos a la que se zurcen nuevos retazos mientras se descosen otros, y en la que muchas veces el color de cada retazo se torna un tanto difuso. Una organización en forma de frente y movimiento logra integrar la diversidad de izquierdas y «centroizquierdas» en una estructura que cierra el espacio a la derecha.

El proceso Constituyente y la aprobación de la nueva Constitución requirieron de un trabajo en minga para mostrar claramente los caminos que se abrían… Para eso fue fundamental consolidar un frente social y político que inició una nueva etapa en el proceso de acumulación de fuerzas y de liberación nacional. Ahora estamos en una etapa de consolidación del proceso de liberación nacional, en la que es fundamental consolidar la base social y el proceso organizativo. En ese sentido, la convención debe jugar un papel fundamental…

Fuente original: http://www.adital.org.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=52262