1. Adulteración del lenguaje. «Si hemos sido capaces de llamar daños colaterales a las victimas civiles, hombres de color al negro, establecimientos penitenciarios a la cárcel, intervención militar a la guerra, solución final al crimen, métodos de persuasión a la tortura, privación sensorial a la asfixia inducida, productor al obrero, colaborador al asalariado, becario al […]
1. Adulteración del lenguaje. «Si hemos sido capaces de llamar daños colaterales a las victimas civiles, hombres de color al negro, establecimientos penitenciarios a la cárcel, intervención militar a la guerra, solución final al crimen, métodos de persuasión a la tortura, privación sensorial a la asfixia inducida, productor al obrero, colaborador al asalariado, becario al esclavo, limpieza étnica al genocidio, campaña aérea al bombardeo, financiación al préstamo, moderación salarial a lo que ustedes conocen…tenemos que encontrar el modo de convencernos de que la Ley del Retorno es filantrópica» (Juan José Millans). Según cuenta el periodista y escritor Ryszard Kapuscinski, en sus «Viajes con Heródoto en la India descubrió la «relación entre tener nombre y existir». Apreciación que coincide con el aforismo euskaldun, «izena duen guztiak izana du» (todo lo que tiene nombre existe)
Y es que toda maniobra de falseamiento y ocultamiento de la realidad empieza con la adulteración del lenguaje. Por eso, durante casi 20 años la palabra, el concepto, capitalismo, desapareció del léxico económico y político, sustituido por eufemismos tales como, neoliberalismo, globalización, economía de mercado. Así la naturaleza sistémica se camuflaba tras su última versión, o ideología en moda. Pero la globalización aunque limita pero no anula al Estado; el libre mercado no presupone ausencia de monopolios de facto; el neoliberalismo propugna un capitalismo salvaje sin apenas control alguno, para el cual, toda personas, espacio natural, o bien cultural, es mera mercancía presta ser comprada o vendida al mejor postor. Pero si es necesario, puede recular.
Privatizar bienes públicos, reducir costos en materia de salarios, mercado libre y deslocalización de empresas y capitales, apropiarse hasta de los genes humanos, han sido los condimentos básicos de la receta neoliberal, pero están presentes, con distinta intensidad, en toda receta de la cocina capitalista. El neoliberalismo es nefasto, pero el keynesianismo, no deja de ser capitalismo (con todas sus lacras, incluidas las del militarismo y desarrollismo depredador) aunque algo más civilizado.
La virtualidad de que el capitalismo no fuera nombrado (luego no existía) consistía en que convertía en absurdo e innecesario ser anticapitalista. La mayor parte de la izquierda dejo de ser anticapitalista, limitándose en el mejor de los casos (dado que el ala social-demócrata paso a ser social-liberal) a ser antineoliberal. Pero al igual que el Guadiana, tarde o temprano, el capitalismo entra en crisis.
2. El capitalismo existe. Súbitamente, y afectos de dicha crisis (según el economista Iñaki Uribarri, surgida a efectos de la » la baja de la tasa de ganancia; la desproporción o desequilibrios entre el sector de bienes de inversión y el de bienes de consumo; el infraconsumo (provocado por la falta de demanda) y la sobreacumulación o sobreproducción») resulta que si existe el capitalismo, y la crisis, es vista como «su» crisis. Bien es cierto que unos/as lo hacen abogando por su reforma, otros para refundarlo, y otros (entre lo que me incluyo) por darle la estacada mortal.
¿Por qué? Porque es un sistema moralmente injusto, explotar y depredador de personas y del ecosistema, y además insostenible a largo plazo, y cuanto antes acabemos con el, menos dolor y más probabilidades tendremos de instaurar un sistema socialmente más justo y ecológicamente mas sostenible. Solo que para ello, hay que aprovechar las oportunidades. Ellos hacen lo mismo aprovechar todo tipo de crisis a su favor. Conviene leer el excelente libro de Naomi Klein: La doctrina de Shock (el capitalismo del desastre).
2. Un sistema calamitoso. El capitalismo, ese sistema nacido (según Carlos Marx, «chorreando sangre sudor y lagrimas por todos los poros de su piel» y que ha producido todo tipo de guerras y calamidades) hace unos 500 años, y que unos ideólogos financiados por el sistema nos han pretendido vender como «El fin de la Historia» (ósea el no va mas del desarrollo humano) asociándole a la democracia como la noche acompaña al día. Sin embargo, nos han demostrado que es todo menos democrático, pues además de no dudar en asociarse a sistemas como el fascismo, el nazismo, y todo tipo de dictaduras militares, ha logrado escamotear durante su periplo neoliberal el control y o la ingerencia de las instituciones democráticamente elegidas, y por supuesto, de las organizaciones de defensa de los asalariados y consumidores.
Nos han hecho creer además, que ciudadano es igual a consumidor, pero impidiendo su acción fiscalizadora (que producir, como producir, para que producir) aduciendo que es el mercado (según la ley de la oferta y la demanda) el encargado de hacerlo. Cuando en realidad, el consumo es inducido por la mercadotecnia, que no tiene mas objetivo que el beneficio (ocultando sus efectos depredadores sobre personas y ecosistemas).
4. La ganancia es su leitmotif. El capitalismo es un sistema, según Marcel Claude, sustentado en la «codicia, en la búsqueda del lucro para todo capital que pueda obtener una rentabilidad… en un afán desordenado de poseer y adquirir riquezas», para lo cual explota, arrasa y oprime a quien haga falta. Pero además, de codicioso es injusto, globalmente ineficaz desde parámetros de sostenibilidad y racionalidad económica. Cada equis tiempo entra en crisis, con dramáticas consecuencias (bancarrotas, paro, hambrunas y guerras). El capitalismo lleva la crisis inscrito en sus genes.
Durante un tiempo, cual deportista dopado hasta la cejas, funciona a pleno rendimiento hasta que empieza a dar síntomas de agotamiento y al final su derrumba. Y si no se le expulsa, vuelve a descubrir nuevos métodos de dopaje y seguir pedaleando aunque sea hacia el abismo. Según François Chesnais, » son el capital y su propia valorización lo que constituye el punto de partida y la meta del sistema (…) El medio empleado -desarrollo incondicional de las fuerzas sociales productivas, choca constantemente con el fin perseguido, que es un fin limitado: la valorización del capital existente). Y no hay ingeniería financiera que pueda superar eso limites a la larga evitar la crisis de superproducción.
5. No caerá ni se enmendara por si mismo. Ciertamente, nada más erróneo que pensar, que las crisis, incluso las que suponen un derrumbe momentáneo del sistema (como ocurrió en el krak del 29-33) traerán por si mismas la liquidación o superación del sistema capitalista. Las lecturas teleológicas, sobre la inevitabilidad de su desaparición, como las que realizó la socialdemocracia de principios del siglo XX, así como ciertos marxistas deterministas se han demostrado erróneas. El capitalismo es lo suficientemente fuerte, versátil y dotado de recursos, entre ellos los de los Estados, para reflotarse cargando a terceros lo efectos de la crisis, si no se le obliga a lo contrario (esa es la lección de la Revolución Rusa, a pesar de su desenlace final). No en vano dispone también a su favor todos los recursos del Estado (¿Porque hemos dejado de llamarle, burgués?).
Estado, que en su formato o fase neoliberal no ha dejado de adelgazar en su vertiente social, pero fortalecerse en el terreno represivo (con leyes que restringen derechos más la readecuación de sus policías y ejércitos).
«Así que, después de todo, Marx tenía razón cuando afirmaba en aquel genial panfleto que fue su Manifiesto del Partido Comunista: «El Gobierno del Estado moderno no es más que el comité de administración de los negocios comunes de toda la clase burguesa» nos reconoce Santos Juliá. ¿ Porque se ha puesto en duda esa verdad, cuando la evidencia cantaba que, «la economía del libre mercado que proclaman es pura filfa: intervienen repetidas veces en nombre de los ricos, dejando que todos los demás se las arreglen solos. Al igual que en los Estados Unidos, los jefes de las empresas farmacéuticas, prospectoras de petróleo, supermercados y bancos se hacen con los fondos que saca el gobierno de los bolsillos de gente mucho más pobre que ellos mismos» tal como afirma George Monbiot.
6. Aprendamos del enemigo. La crisis se dirimirá en el terreno político. Aprendamos del enemigo. Este, primero tal como hemos mentado, cuando le intereso borro del léxico económico y político, el termino capitalismo. Pero también, las nacionalizaciones (de los sectores productivos, energéticos y financieros) y sobre todo las socializaciones -y no digamos de las expropiaciones con carácter social- fueron mandadas al basurero de la historia, incluso por quienes la defendieron históricamente. Ello en absoluto, porque en si mismas, tales medidas supusiesen el fin del capitalismo (según en que circunstancias, le ayudan a superar las crisis) sino porque le estorbaban en esos momentos de ofensiva neoliberal.
Hoy vuelven a la palestra. Pero de nuevo, con el fin de salvar al capital, justificando tales medidas como necesarias para evitar una crisis generalizada que perjudicara a toda la ciudadanía. Lo cual es una media verdad o una gran mentira según se mire.
7. La crisis lo paguen los responsables. Cierto es que una crisis puramente destructiva, sin alternativas positivas, también nos perjudica a todos, pues son los sectores desfavorecidos los que más sufrirán sus nefastas consecuencias y además (según la correlación de fuerzas) puede abrir las puertas al fascismo, al racismo y la xenofobia, amen de guerras y todo tipo de dictaduras. Recordemos la década de los 30, justo después de la Gran Depresión. Luego, la izquierda también esta interesada en salir de la crisis y en que nos han sumergido los capitalistas. Pero debe de hacer con el doble objetivo: el cambio de sistema como horizonte final y un cambio cualitativo a la corta en materias de bienestar. Y para empezar, obligando a que la crisis lo paguen sus autores.
Saramago, recién clamaba a los cuatro vientos. «Y ahora? ¿Se van a acabar por fin los paraísos fiscales y las cuentas numeradas? ¿Será implacablemente investigado el origen de gigantescos depósitos bancarios, de ingenierías financieras claramente delictivas, de inversiones opacas que, en muchos casos, no son nada más que masivos lavados de dinero negro, de dinero del narcotráfico? Y ya que hablamos de delitos: ¿tendrán los ciudadanos comunes la satisfacción de ver juzgar y condenar a los responsables directos del terremoto que está sacudiendo nuestras casas, la vida de nuestras familias, o nuestro trabajo?».
Coincidimos con el premio Novel de Literatura. La crisis lo deben de pagar los responsables: banqueros, especuladores de todo tipo, sectores que han buscado el dinero rápido agrediendo los ecosistemas y generando un consumismo dilapidador. Igualmente sus colaboradores (gobierno neoliberales y social liberales). Lo deben de pagar a cargo de sus bienes privados y si hace falta con responsabilidad penal. Y lo deben de pagan, sobre todo, mediante las expropiaciones a favor de la propiedad publica. La crisis no lo deben pagar los trabajadores y sectores mas desfavoreceos (la pobreza vestida de mujer, los jubilados, los emigrantes).
8. Lucha de clases. Nada será posible sin lucha. Sin articular una línea de resistencia en la calle, en las fabricas y en las instituciones, que combine la defensa de lo mejor del Estado del Bienestar compatible con un desarrollo sostenible (que incluye el frenazo de muchas áreas productivas y modos de funcionamiento socialmente innecesarios) y avances cualitativos en el control de los recursos productivos, económicos y energéticos que deben formar parte de la agenda política y de la actividad social de la ciudadanía. Todo ello, con el objetivo de propiciar una ruptura con el sistema. Justo lo contrario de lo que pretenden hacer los capitalistas y los gobierno títeres.
En plena furia nacionalizadora, hay que exigir la nacionalización de la banca y los sectores productivos claves pero utilizarlos contra el capitalismo y ponerlos bajo control de trabajadores, usuarios y depositarios. Hay que meter en la agenda de el debate sobre que producir, como producir y para que producir.
Hay que exigir cancelar la deuda externa. Hay que poner un impuesto a la circulación de los capitales. Son medidas mínimas para que el Tercer Mundo no sucumba ante la crisis.
Hay que destinar los gatos militares a gastos sociales. Se trata de evitar que la crisis genere guerras, aumente la violencia contra los desfavorecidos.
Hay que destinar las viviendas sin uso a viviendas sociales, sobre todo de alquiler. Así, evitar la destrucción medioambiental y garantizar el derecho a techo.
Hay que mantener los salarios acorde a un nivel de vida digno y sostenible y los puestos de trabajo socialmente necesarios. Y reducir las horas: Trabajar todos para trabajar menos. Lo contrario de la directiva europea.
Hay que instaurar un ingreso universal, una renta básica de ciudadanía o residencia (y por tanto, también para los emigrantes. Hay que proponer coberturas sociales dignas parara toda la población. Garantizar los derechos humanos básicos y además impedir así que la patronal utilice su ejercito de reserva.
Hay que planificar los recursos y destinarlos según necesidades. De máxima prioridad la defensa del medio ambiente que lejos de ser un lujo va a ser condición para generaciones futuras. El capitalismo evapora el ahorro de las familias y dilapida los recursos del futuro.
9. Cambiar la correlación de fuerzas. De esta batalla depende nuestro bienestar actual y el futuro de la humanidad. Pero también el cambio en al correlación de fuerzas (entre las clases, entre la izquierda y al derecha, el imperialismo y los pueblos oprimidos, los géneros…) que lo haga posible.
El neoliberalismo, además de beneficios financieros económicos, reporto a la clase capitalista una correlación de fuerzas favorable sin la cual no hubiera recuperado la hegemonía, social, política e ideológica (además de la económica, claro esta) un tanto deteriorada tras las conquistas sociales del periodo de la postguerra (lo que se ha llamado el estado de Bienestar) que si bien no elimino el capitalismo (ni lo pretendió) le obligo a concesiones que no tardo en considerar onerosas.
El resultado fue: derrotas sociales y debilitamiento de la clase trabajadora y de los sectores populares, integración los nuevos movimientos, arrebatándoles o adulterando su discurso emancipador, etc. Ha logrado hasta utilizar el impulso solidario de muchas ONGs cubriendo mal que bien as funciones del estado en materia asistencial, ocultando muchas veces, el carácter interesado de la asistencia internacional, convirtiendo en caridad lo que les corresponde por justicia, dado lo mucho que se les ha robado.
Y lo peor de todo es que desarbolo a todas las corrientes de izquierda: a unas corrompiéndolas totalmente ganándolas definitivamente para su causa capitalista (como la socialdemocracia), a otras, marginándolas o convergiéndolas en puros ghetos (como las corrientes revolucionarias).
10. Imaginar una sociedad diferente. Durante el periplo neoliberal, demás de lo anterior, la izquierda perdió su capacidad para imaginar una nueva utopia que le sirva para las luchas del presente y la sociedad del futuro (cierto es que en ello, contribuyo además de la fuerza sistémica, los errores de la propia izquierda, entre ellas la nefasta influencia de lo que se llamo el socialismo real y el trauma posterior de su derrumbe definitivo). Es hora de recuperarlo.
Cierto es que nunca todo es negro o blanco. Y desde hace una década se observan esfuerzos y avances por imaginar y diseñar tal alternativa. Tras el grito: otro mundo es posible», hay unas saludable voluntad de romper con la apatía y el desencanto, además de afirmar que nada es imposible. Ni para ellos, ni para nosotros/as. Los zapatistas preparan para finales de año el Festival de la Rabia Digna, con la idea de aglutinar voluntades- y rabias- y dar vía libre a discursos emancipadores. Su coincidencia con la crisis capitalista ofrece interesantes posibilidades.
Luchar por nuestros derechos y cambiar actitudes y mentalidades (triste ejemplo el del de ciudadano y trabajador obnubilado por el mercado especulativo que le hizo creer que el desaforado aumento de los precios de la vivienda le convertía en ricos por el mero hecho de que la vivienda que su vivienda se el triplicase de valor a efectos de la burbuja especulativa; lo mismo por quienes se creen los mitos de la sociedad consumista y piensan que la calidad de vida se mide por el numero de coches existentes en la familias). No se puede combatir la crisis con ideas y herramientas que la han alimentado.
El socialismo, (o como se quiera llamar en el futuro la sociedad alternativa) no puede ser una mera proclama a usar en las grandes efemérides. Debe de ser un proyecto alternativo para los momentos crípticos, que ademas de luchar por objetivos inmediatos, abogue y luche por otro mundo basado en otras reglas y valores mas acordes con el respeto de los derechos humanos (individuales y colectivos) la solidaridad, la libertad, la igualdad y la fraternidad. Objetivos proclamados por las izquierdas desde hace dos siglos y hoy todavía sin conseguirlos.