Como reza el subtítulo del último libro del escritor, científico, traductor y ensayista Manuel Talens, Cuba en el corazón -un libro dedicado a los cubanos que decidieron apoyar la revolución- está formado por un conjunto de «comentarios apasionados» a imágenes sobre la revolución cubana. La pasión poliética no está reñida con la racionalidad y Talens […]
Cuba en el corazón está compuesto por siete capítulos, siete comentarios cinematográficos dedicados cada uno de ellos a los DVD reunidos bajo el título «Cuba: caminos de revolución», una serie dirigida por prestigiosos directores cubanos y preparada por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos que recoge la historia de la revolución cubana y que fue distribuida en España en quioscos en entregas semanales a lo largo de 2004. Los DVD fueron coproducidos por Juan Luis Galiardo, Camilo Vives y Alberto Segura; la discográfica «Impulso Records» fue la encargada de su comercialización mundial.
Cada capítulo del libro, como decíamos, contiene la descripción y valoración de un documental y sus complementos, y se abre con una ficha técnica y una nota del propio director. Los títulos de los principales documentales recogidos son los siguientes: «Che Guevara, donde nunca jamás se lo imaginan», «Antes del 59», «Los cuatro años que estremecieron al mundo», «Una isla en la corriente», «Entre el arte y la cultura», «La solidaridad internacional» y «Momentos con Fidel». Los textos de Talens, que aparecieron por entregas anteriormente en páginas de www.rebelion.org entre el 20 de diciembre de 2004 y el 24 enero de 2005, sirvieron para la presentación en sociedad de la serie en el Foro Social Mundial de Porto Alegre.
Señala en su prólogo la profesora e investigadora del cine latinoamericano en la Universidad de Buenos Aires Diana Paladino, la imposibilidad de pensar de forma aislada la revolución cubana y el cine documental, «revolución y documentales se nutrieron mutuamente y se amasaron juntos» (p. 11). El documental cubano surgió a la luz de la revolución y fueron los noticieros y documentales los que ayudaron a consolidar la revolución socialista en cada rincón de la isla. Pero el documental se convirtió en el portavoz privilegiado de la revolución no sólo en el interior del país sino que fue a través de esos films, señala Paladino, como el mundo fue visualizando a la Cuba socialista. Los cineastas cubanos, como otros numerosos intelectuales de los ’60, sintieron la responsabilidad de involucrase políticamente y contribuir con su arte a las grandes causas revolucionarias, a la gran causa de la revolución socialista cubana cuyo alcance quizá aún no seamos capaces de vislumbrar totalmente. A esa toma de posición se le llamaba en tiempos el compromiso del intelectual y del artista.
Manuel Talens, acaso contracorriente pero a favor de la corriente del sentido común ilustrado y socialista, pertenece a ese grupo de artistas e intelectuales que no han abandonado ni quieren abandonar el compromiso político. Va de suyo, es parte sustantiva de su forma de estar en el modo. Y, claro está, eso se nota, como no puede ser de otro modo, en la sabia y apasionada forma en que comenta estos documentales sin ocultar en ningún momento su posición de fondo: «incluso si en algunas momentos me aparto del aplauso para expresar detalles que me hubiera gustado ver resueltos de otra manera, mi impresión del conjunto es de absoluto entusiasmo» (pp. 16-17).
Estrictamente hablando, los textos recogidos no son escritos de crítica del lenguaje cinematográfico sino que transmiten a un tiempo, y nunca de forma anodina, la información necesaria para situarse en los contextos políticos e históricos donde se enmarcan las imágenes tratadas («Mi análisis de Caminos de revolución sólo pretende alimentar el debate sobre las inmensas virtudes del proceso revolucionario cubano, traducir con palabras las sensaciones que he experimentado al ver en imágenes las luchas de todo un pueblo» (p. 17)), pero a diferencia de una concepción sociológica excesivamente externalista muy presente en ocasiones en la crítica cultural de orientación marxista, y más en concreto en la crítica cinematográfica, Talens desciende al detalle estrictamente artístico, al comentario cinematográfico interno, a todo aquello que nos ayuda a mirar la narración cinematográfica con ojos más críticos, más sabios, menos entregados, menos complacientes, buscando y deseando hallar lenguajes no trillados ni lugares serviles. Daré dos ejemplos de estas aproximaciones, digamos, técnicas. El primero de ellos:
La escena de El primer delegado [un cortometraje del último DVD] a que me refiero, tomada con cámara fija en ligerísimo contrapicado, muestra al líder cubano detrás un simple pupitre con cinco micrófonos y, a sus espaldas, los pliegues oscuros de unos cortinajes. El encuadre no puede ser más despojado y, sin embargo, de él se desprende uno de esos momentos fílmicos inolvidables de júbilo revolucionario, de reafirmación y de victoria, además de la quintaesencia del Castro orador…» (p. 129).
El segundo comentario es, en este caso, netamente crítico, sin ocultar maduraciones no satisfactorias :
Ese DVD [el sexto] consta asimismo de dos cortos, y un largometraje extra. Solidaridad Cuba-Vietnam, de Santiago Álvarez, está narrado con un candor propio de los años sesenta y, a mi parecer, ha envejecido muy mal, pues pierde toda la eficacia política a causa de su factura panfletaria y del tono enfático de la voz narradora, que glosa los intercambios de flores entre cubanos y vietnamitas, los cantos revolucionarios al uso y los aplausos felices con exabruptos…» (p. 112).
Por otra parte, cuando es el caso, las anotaciones críticas de Manuel Talens no están ocultadas ni transfiguradas en términos crípticos e incomprensibles. Observaciones, por lo demás, no sólo de crítica del lenguaje usado sino de la misma perspectiva, de acotación de los límites de la aproximación. Así, al comentar el primero de los documentales, «Che Guevara, donde nunca jamás se lo imaginan», un film dirigido por Manuel Pérez Paredes, Talens concluye señalando que es «un documento fílmico imprescindible y fundamental para el acercamiento a la figura histórica de uno de los personajes más emblemáticos del pasado siglo como figura revolucionaria» (p. 32) pero no en cambio como individuo privado, aproximación que, sin duda, Talens ve necesaria y alienta a un tiempo. El documental no se adentra por esos caminos, acota. Quienes deseen conocer al Che Guevara hijo, marido o padre, remarca el autor de Venganzas, «sin la boina de comandante, y las razones personales que lo impulsaron a tanta grandeza -ancladas en la primera infancia, puesto que a los tres años de vida ya «todo» ha sucedido- deberán esperar otra ocasión» (el lector no debería pasar por alto la radicalidad psicoanalítica del comentario, netamente consistente con su consideración del asma como enfermedad psicosomática con fuerte componente emocional de tendencia familiar).
Como a Talens en su visión de los documentales, también mi impresión general de sus textos es de «absoluto entusiasmo». Puedo confirmar por propia experiencia la riqueza cinematográfica y política que representa la visión de los documentales tras la lectura de sus escritos. Pero, también como a él, en alguna ocasión me hubiera gustado ver resuelto de otra manera alguno de sus comentarios. Este por ejemplo: «la imparcialidad es un mito burgués» (pág. 16), hubiera exigido alguna matiz, alguna nota aclaratoria que el autor, por cierto, ha hecho en otras oportunidades. Por ejemplo, en una entrevista en las páginas de Rebelión que me permito recomendar al lector como ampliación de este comentario.
Igualmente, la presentación del caso de Padilla en el capítulo V es, en mi opinión, demasiado enérgica y segura, sin apenas atisbo de incertidumbre, y su contraposición con el caso de Antón Arrufat, un dramaturgo también perseguido, rehabilitado posteriormente y más tarde Premio Nacional de Literatura, bordea en mi opinión un maniqueísmo impropio de la sensibilidad y sabiduría de Talens. No hace bien a los gobiernos revolucionarios cubanos escribir, como escribe el autor a propósito de Arrufat, que su caso es «prueba más que suficiente de que el gobierno cubano ha sabido reconocer sus yerros anteriores, cuando los hubo, y corregir el tipo» (p. 95). La cursiva es mía y la crítica por su inclusión en el comentario también.
La ilustración, la magnífica ilustración de la portada es de Abbé Nozal, pintor, escritor y cineasta español que se expresa en múltiples disciplinas: obra gráfica, arte digital, infografía, ilustración, murales cerámicos, esculturas vitrales, y la indicación final de impresión del volumen señala que la primera edición del libro se imprimió el 16 de febrero de 2008, «49 años después -día por día- de que el comandante Fidel Castro asumiese el cargo de primer Ministro del gobierno revolucionario de Cuba». Recordemos esa fecha y recordemos también las palabras de Castro de 2008, que abren Cuba en el corazón: «Tuve el privilegio de llegar a la Revolución a través de las ideas, escaparme del aburrido destino por el que me conducía la vida».
Pasen, pues, lean… y vean más tarde. Sin riesgo de error -es una predicción trivial- apuesto por su entusiasmo.
Fuente: revista en papel El viejo topo, Nº 251, Barcelona, diciembre 2008.