Esperábamos una «divisa BRIC» (Ver Bajo la Lupa 7, 10 y 14/6/09) y los magos del nuevo orden multipolar, el presidente ruso Dimitri Medvediev y su homólogo chino Hu Jintao, se sacaron de la manga «la divisa del Grupo Shanghai» (Shanghai Cooperation Organization: SCO, por sus siglas en inglés) que «apoyó la propuesta rusa de usar las divisas nacionales en sus intercambios, así como introducir una moneda común del grupo» (RIA Novosti, 16/6/09).
¿Se creó la «divisa del Grupo Shanghai»? Esta nueva divisa, que proponemos sea llamada «divisa Shanghai», será, según RIA Novosti, «similar a la unidad monetaria europea, que fue usada hasta la introducción del euro en 1999».
El hexapartita Grupo Shanghai (con «observadores» de enorme peso como India, Irán y Pakistán, además de Mongolia) fustigó «la presente estructura del sistema mundial de divisas, dominado por el dólar como la principal divisa de reserva global, lo cual se encuentra lejos de lo ideal», y consideró que «la aparición de nuevas divisas de reservas era inevitable (sic)».
Dmitri Medvediev, el anfitrión estrella, arremetió contra la unipolaridad del dólar antes, durante y después de las Cumbres Shanghai y BRIC: «el presente conjunto de divisas de reserva y la principal divisa de reserva, el dólar, han fracasado en funcionar como debieran», y propulsó el «rublo como divisa de reserva en el futuro cercano».
La cumbre Shanghai se acopló a la cumbre del BRIC: las dos grandes potencias euroasiáticas globales, Rusia y China, optaron por levantar la puja de la reforma del caduco orden financiero mundial mediante el Grupo Shanghai, en lugar de la cumbre del BRIC. Esta sutileza no es menor, ya que Brasil e India (miembros del BRIC) no pertenecen al Grupo Shanghai (aunque Nueva Delhi figure como «observador»).
La transmutación operada en la misma ciudad de Yekaterinburg pareciera haber optado por la «divisa Shanghai», bajo la protección nuclear de una agrupación más cohesiva que lleva ocho años de edificación, en lugar de la «divisa BRIC» que hubiera tomado mucho mayor tiempo implementar.
Tampoco se debe soslayar el traslape funcional que existe entre el Grupo Shanghai, añejo de ocho años, con el recién entronizado BRIC, precisamente a través de sus dos miembros comunes: Rusia y China.
La cumbre cuatripartita del BRIC, donde sorpresivamente brilló el tema energético, que supuestamente correspondía al Grupo Shanghai en exclusiva, «apoyó el diálogo energético y su estímulo», así como «el empuje de las inversiones en dicho sector» y «la coordinación y cooperación entre productores y consumidores, incluidos los países de tránsito, con el fin de reducir la incertidumbre y asegurar la estabilidad y continuidad».
El BRIC se pronunció por la «diversificación de los recursos energéticos y el abastecimiento de productos energéticos, que incluya la energía renovable». También apoyó sutilmente la incorporación de India y Brasil como miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y anunció que su segunda cumbre se llevará a cabo el año entrante en Brasil, lanzado así a la estratósfera geoeconómica.
El periódico oficioso chino People’s Daily (16/6/09) no oculta el cambio de paradigma global que se escenificó en Yekaterinburg: «una crisis económica grave implica la reconfiguración del mapa económico global y un nuevo orden en la moderna historia mundial; sin embargo, esto es absolutamente (¡súper sic!) inevitable e independiente de la voluntad humana. Frente al deterioro de la presente crisis financiera, la situación parece mejor para los países del BRIC y el papel que jugarán en la economía global. Así, existen bases para que los analistas predigan que las economías emergentes del BRIC probablemente asuman el liderazgo para salir de la recesión económica global».
Una cosa quedó clara en Yekaterinburg: el BRIC, una agrupación geoeconómica de reciente nacimiento oficial, es probable que de ahora en adelante funcione bajo la sombra militar del Grupo Shanghai. En términos pulcramente geoeconómicos el BRIC se volvió el primer competidor global, si no el sustituto, del agónico G-7.
Horas antes de la cumbre del BRIC, Arkady Dvorkovich, principal asesor económico de Dimitri Medvediev, anticipó la voluntad de Rusia de «invertir parte de sus reservas monetarias en bonos emitidos por Brasil, China e India» (Ap, 16/6/09).
Rusia y China, atoradas en la trampa global del dólar (y su irresponsable impresión de billetes que subsidia su belicismo planetario), buscan desesperadamente diversificar sus cuantiosas reservas en otro tipo de instrumentos financieros, por lo que Arkady Dvorkovich propuso «revisar la manera en que se valoran las obligaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI)» y exhortó a que «el rublo, el yuan y el oro (¡extra-súper-sic!) formen parte de una categoría revisada de monedas», con el fin de «formar la valoración de los Derechos Especiales de Giro (SDR, por sus siglas en inglés)», que representan la unidad monetaria contable del FMI.
Actualmente los SDR reflejan el viejo orden monetario mundial mediante una canasta de divisas en la que predomina el dólar, al unísono del euro, el yen nipón y la libra esterlina, lo cual es una enorme aberración.
La cúpula rusa ha emitido señales encontradas para iniciar las exequias formales del dólar, mientras Dvorkovich se encarga de diluir el ímpetu de su jefe Dimitri Medvediev, quien ha encabezado con China y Brasil el fin de la hegemonía del dólar: «existe un entendimiento (sic) de que la última cosa que necesitamos ahora son turbulencias en los mercados financieros», por lo que «nadie desea la ruina (¡súper sic!) del dólar, incluyéndonos a nosotros» (The Economic Times, 16/6/09).
A nuestro juicio, las cuantiosas reservas del BRIC -paradójicamente en dólares y prácticamente 40 por ciento de las reservas totales de las divisas mundiales- poseen la capacidad letal para sepultar al dólar, pero al precio quizá de su propio suicidio, ya que no existe todavía una divisa alterna. Y ésta representa precisamente la gran tarea conjunta tanto del Grupo hexapartita de Shanghai como del cuatripartita del BRIC.
Con antelación a la cumbre del BRIC, el canciller brasileño Celso Amorim sentenció que «el G-8 está muerto» y comentó «que el BRIC tendrá mayor influencia global que algunos países del mismo G-8 en la presente situación económica» (Xinhua, 15/6/09). Habría que corregir respetuosamente al visionario canciller brasileño, ya que la verdadera defunción sucede ya en el seno del G-7 (sin Rusia) que en el G-8 (con Rusia).
Quiérase o no, Rusia se convirtió en la bisagra de transición del viejo orden financiero internacional, mediante su incrustación en el moribundo G-8, al incipiente nuevo orden financiero global como uno de los líderes del cuatripartita BRIC y del hexapartita Grupo Shanghai.