Eran las seis de la mañana y la tensión de la jornada de huelga no me dejaba descansar, así que decidí suicidarme un poco. Dice mi pintora favorita que es una opción revolucionaria posmoderna. Yo opté por un Habana Club con dos terrones de hielo y por escuchar a mi querido Eusebio que pinchaba una […]
Eran las seis de la mañana y la tensión de la jornada de huelga no me dejaba descansar, así que decidí suicidarme un poco. Dice mi pintora favorita que es una opción revolucionaria posmoderna. Yo opté por un Habana Club con dos terrones de hielo y por escuchar a mi querido Eusebio que pinchaba una canción de Rosa María Cascolín i Figueras de Vila Franca del Penedés, más conocida por Gloria Lasso. «Nunca sabré cómo tu alma ha encendido mi noche, nunca sabré el milagro de amor que ha nacido por ti, nunca sabré por qué siento tu pulso en mis venas…». Y ahí, mientras sonaban los cubitos de hielo en el vaso, me vino a la mente nuestro querido presidente del gobierno. Estaba vestido de carnicero turco, degollando corderos y corderas que una cohorte de ministras servia en bandejas de plata mientras escanciaban vino tinto en cristal de bohemia a reyes, banqueros, pijijipis y especuladores. En los aledaños de las mesas unos cuantos andrajosos recogían las migajas frente a una inmensa multitud que miraba tras los cristales.
Inma, la periodista, me sorprendió con mi cámara en la puerta del Corte Ingles. Yo llevaba toda la mañana visitando piquetes informativos con la ilusión de inmortalizar a los aguerridos obreros destrozando «pieras». Pero nada, la madrugada y la mañana fueron muy dulces, descafeinadas, chocolate con agua. Los piquetes ya no son lo que eran y hacían más ruido los policías que les acompañaban que las temidas hordas de Astilleros. Muchas horas de tertulias radiofónicas de señoras y señores que no tienen nada mejor que hacer que advertirnos de la violencia de los anarquistas y comunistas de las centrales sindicales, y después nada. Podemos estar tranquilos. En los próximos días no habrá revolución bolchevique en este país. Ahora, estimados conciudadanos y conciudadanas, pueden tener ustedes una cosa segura, cuando los panaderos no hacen pan, no hay pan en las estanterías, y cuando los cocineros del italiano de al lado de casa van a la huelga, toca pizza congelada.
Y ahí seguían Gloria Lasso y mi amigo Eusebio, natural del Puerto de Santa María, mientras yo reflexionaba en torno a la necesidad de que los sindicatos no bajen la guardia, de que busquen alianzas estables con la sociedad civil que impidan que el sonrisas siga degollando corderos. Y entonces recordé eso de que el buen pastor da la vida por sus ovejas. Será otro…
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