El Gobierno estadounidense de Donald Trump ha resucitado la retórica de la Guerra Fría y con cubano-estadounidenses conservadores anticastristas retomando efectivamente el control de la política exterior de Washington hacia America Latina, retrocedieron a la salvaje retórica de la llamada guerra contra el comunismo. Fue la segunda derrota del gobierno de Donald Trump consecutiva en […]
El Gobierno estadounidense de Donald Trump ha resucitado la retórica de la Guerra Fría y con cubano-estadounidenses conservadores anticastristas retomando efectivamente el control de la política exterior de Washington hacia America Latina, retrocedieron a la salvaje retórica de la llamada guerra contra el comunismo.
Fue la segunda derrota del gobierno de Donald Trump consecutiva en foros internacionales. Primero fracasó en la Organización de Estados Americanos (OEA) al tratar de imponer el reconocimiento del autoproclamado presidente interino Juan Guaidó (quien no tiene sede de Gobierno ni gabinete), y ahora en su presentación ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Siguiendo añejos libretos, el secretario de Estado Mike Pompeo, acompañado por el recién nombrado enviado especial para Venezuela Elliott Abrams -condenado penalmente por mentir al Congreso sobre el escándalo Irán-contras y promotor de la invasión de Irak y políticas intervencionistas en apoyo de gobiernos violadores de derechos humanos en Centroamérica- presionaron al Consejo de Seguridad de la ONU para reconocer al autoproclamado presidente interino Juan Guaidó.
Con lenguaje chantajista, Pompeo declaró que «ahora es el momento para que toda nación escoja un bando. No más demoras, no más juegos. O están del lado de las fuerzas de la libertad o están en liga con Maduro y su desorden». Pero no logró imponer su posición entre los cinco países con poder de veto en el Consejo, sobre todo Rusia y China, que repudiaron la maniobra estadounidense.
Rusia acusó a Estados Unidos de orquestar un golpe de Estado contra el presidente venezolano, Nicolás Maduro, mientras Venezuela aseveró que Washington intenta derrocar a sus gobiernos bolivarianos desde 2002, cuando se ejecutó una intentona contra el fallecido mandatario Hugo Chávez.
El embajador ruso, Vassily Nebenzia, dijo que EEUU no ha cambiado en nada su forma de ver a América Latina, su zona de interés exclusiva, el patio trasero donde puede hacer lo que le dé la gana, quien calificó de ridículo el ultimátum de la Unión Europea a las autoridades de Venezuela para que convoquen elecciones anticipadas.
Tampoco pudo responder ante los reporteros sobre la pregunta de Rusia sobre si Washington estaba contemplando una acción militar en Venezuela. Pero aprovechando la oportunidad, Pompeo también atacó a Cuba en esta sesión, y criticó a Rusia y China por su apoyo a Maduro, «el expresidente». Abrams también aprovechó los micrófonos para señalar a Venezuela como satélite de Cuba y Rusia, un argumento que usó tres décadas atrás cuando manejó la política hacia America Latina con Ronald Reagan.
Paralelamente sigue el acoso: el viernes, el Departamento de Estado envío a directivos a la Reserva Federal de Estados Unidos para cerrar el acceso del Gobierno de Maduro a sus bienes depositados en el extranjero, incluyendo ingresos de Citgo, empresa petrolera venezolana en EEUU. El sábado instó a otros países a desconectar sus sistemas financieros del Gobierno legal para que esos bienes sean entregados a Guaidó, quien como autoproclamdo presidente interino, no tiene siquiera gabinete.
En otra vuelta al pasado la política estadunidense hacia America Latina parece haber regresado a las manos de cubano-estadunidenses anticastristas con raíces en Florida, con el senador republicano Marco Rubio como el protagonista más influyente, a quien el New York Times identifica como un virtual secretario de Estado para América Latina. Ayudó a instalar a otro cubano-estadounidense, Mauricio Claver-Carone -opuesto a la normalización con Cuba-, como el encargado del hemisferio occidental para el Consejo de Seguridad Nacional.
Juan José Gómez Camacho, embajador de México ante la ONU, expresó su preocupación por la situación que atraviesa Venezuela y reiteró que es el pueblo venezolano el que debe elegir su propio rumbo sin injerencias. Resaltó que los gobiernos de México y de Uruguay propusieron un nuevo proceso de negociación incluyente y creíble con pleno respeto al Estado de derecho y los derechos humanos en ese país.
Colombia llamó a respaldar el fin de la «usurpación» de Maduro, la transición y elecciones en Venezuela. Durante la sesión, Reino Unido denunció que el socialismo de Maduro destruyó a todo el país. A Pompeo también lo respaldaron las representaciones de Francia, Alemania, España, Bélgica y Canadá, entre otras.
Ma Zhaoxu, representante permanente de China ante la ONU, sostuvo que su Gobierno siempre se opone a la interferencia en los asuntos internos de otros países y se opone a la interferencia extranjera en los asuntos de Venezuela.
Falló el pronóstico de que el fin de la etapa de los golpes de Estado en la región había concluido, y hoy sabemos que ningún gobierno progresista ha estado exento de sufrir los embates de EEUU y las plutocracias o poder fáctico locales. En algunos casos han tenido éxito, Honduras, Paraguay y Brasil. Pero con la destrucción de los organismos de integración (Mercosur, Unasur, Celac), las políticas de no intervención, soberanía e independencia nacional han quedado sin efecto.
El nuevo Gobierno de México volvió a aplicar la doctrina Estrada y rescata una tradición antiimperialista abandonada por administraciones anteriores, mientras gobiernos neoconservadores como los de Jair Bolsonaro en Brasil, Mauricio Macri en Argentina, Sebastián Piñera en Chile o Iván Duque en Colombia, son impulsados como validantes de la intentona golpista y de la autoproclamación de un presidente espurio.
La dependencia de Washington
Los instigadores vernáculos de la intentona saben que dependen de la fuerza de las potencias extranjeras, ávidas de adueñarse del botín de la segunda mayor reserva petrolera del mundo. Dada la falta de apoyo interno, más allá de la manipulación informativa y las mentiras en red, se refugian en una (al menos amenazada) invasión. Pero las fuerzas armadas venezolanas no bailan con esa música antinacional.
La maniobra se venía ejecutando desde hace más de un año. La negativa de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) -en ese momento el conglomerado variopinto de 64 grupos de la oposición venezolana- a firmar los acuerdos en República Dominicana, una vez pactados y conciliados los puntos para convocar elecciones, los mecanismos de verificación y diálogo les ha llevado a este abismo político.
Siguieron las órdenes y quedaron definitivamente en manos del Gobierno republicano de Trump, quien marca la agenda. No tuvo la oposición la capacidad de aglutinar el descontento político y social y terminó dividida y la deriva. El llamado a elecciones hecho por el Gobierno de Maduro los agarró fuera de base y la presión de EEUU, que ponía en marcha el plan del Comando Sur Freedom II, hizo que llamaran al boicot, declamadno fraude por enésima vez antes de iniciarse siquiera los comicios,
Y se sumó un intento de magnicidio con drones, el despliegue de medios económicos y financieros en el exterior para aislar y boicotear al Gobierno, estrangular la economía, fomentar el mercado negro, el desabastecimiento y la violencia callejera, para poder mostrar la imagen (bien difundida por el aparato de terror mediático trasnacional) de un país roto, sumido en el caos y la desesperación, al cual hay salvar de la dictadura.
Hoy, la intentona de golpe de Estado excede la realidad de Venezuela, porque lo que está en juego es la dignidad, la soberanía y la independencia de América latina. Pedir una invasión de fuerzas extranjeras, militares y gobiernos, el grado de odio, rencor hacia el pueblo venezolano, cuyo Gobierno legítimo, le guste o no a la oposición y a los gobiernos cipayos ha ganado una elección con más de cinco millones de votos y 28 por ciento del electorado. Trump no puede decir lo mismo, obtuvo solo 24 por ciento.
La defensa del Gobierno legítimo de Venezuela es un imperativo ético y político para América Latina y el Caribe: sumarse al golpe es apoyar la canalla.
Álvaro Verzi Rangel, sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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