Los Estados Unidos -y para beneficio de su inexplicada política cultural- tienen la obsesión histórica por la creación de héroes y otros ufanos personajes. No es de extrañar que el culto a la personalidad en ese país se reproduzca en el éxito mundial de sus actores y su industria cinematográfica. Dos de estos héroes nos […]
Los Estados Unidos -y para beneficio de su inexplicada política cultural- tienen la obsesión histórica por la creación de héroes y otros ufanos personajes. No es de extrañar que el culto a la personalidad en ese país se reproduzca en el éxito mundial de sus actores y su industria cinematográfica. Dos de estos héroes nos llaman la atención, el Capitán América que combate en nombre del Bien, y Bin Laden que aterroriza en nombre del Mal. Lo más curioso de esta relación maniquea es que los paradigmas divinos e infernales que se contrastan en el plano de las ideas, asumen dimensiones planetarias.
En uno de estos días de rutina cronometrada (habituado ya al reloj inglés) entré en una estación del Metro de Euston en Londres, y una mujer me pidió información del itinerario. Después que la encaminé en la dirección correcta, le pregunté de donde era y me respondió: «de América». Le respondí «Yo también, del Brasil». Quedó pasmada, me miró en forma extraña, como si el diálogo estuviera desajustado. Probablemente pensó que yo iba a responder Chicago, Los Ángeles, Dallas, Houston, Kentuky Fry Chicken o Starbucks Coffee. Pero América es un continente con treinta y cinco países, más que una referencia al Tío Sam.
El escenario de (des)información que muchos desechan mentalmente y con convicción tiene que ver con la facilidad con que se justifica la gestión mundial -que no existe en términos de relaciones internacionales- como si fuese un juego electrónico. Además, sólo hay ganadores y perdedores en los polos competitivos de los Estados Unidos, los intermediarios se relegan a la invisibilidad.
De esta forma, los Estados Unidos mantienen una presencia militar en el Medio Oriente contra los deseos de los pueblos de la región, que poco pueden hacer ante los tanques que liquidan civiles y las cámaras que seleccionan imágenes autorizadas para la divulgación, y que no vacilan en protestar y quemar banderas de USA, los Estados Unidos son el mayor propietario de armas nucleares del planeta, pero no aceptan que Corea del Norte o Irán también las fabriquen para disuadir a otros estados de una posible invasión. Y el atentado de Boston en abril de 2013 ya dio sospechas, al ser identificado como «musulmán» en vez de procedente de tal o cual país. Otra vez en forma innecesaria el factor religioso impera sobre otros aspectos que identifican a una persona.
Por una parte, el Capitán América fue creado en 1941 en los Estados Unidos durante el período de la Segunda Guerra Mundial. Es uno de los héroes típicos que colorean los comics y dibujos animados estadounidenses. Por otro lado se cuenta que Osama Bin Laden nació en Arabia Saudita, de familia rica e influyente del sector petrolero. Dicen los relatos que Bin Laden solo conoció a Al Qaeda -organización considerada por los Estados Unidos como autora de los atentados del 11 de septiembre de 2001- cuando se interesó por el Islamismo, entonces pasó a financiar guerrilleros afganos.
Quizás el Capitán América sea más real que Bin Laden en el plano de las fantasías que sustentan la vida diaria de los ciudadanos medios. Siendo así, está en duda si Bin Laden realmente existió, o en caso afirmativo si realmente lo mataron en mayo de 2011; en la hipótesis que lo hayan exterminado cerca de la capital de Pakistán como afirman las agencias de noticias que hicieron el reportaje, no se sabe quién será el próximo adversario que justificará la reacción al terrorismo con atrocidades peores que las cometidas por los adversarios que se argumenta combatir.
No se sabe si es cierto que fue realmente Osama Bin Laden y los planes de su organización Al Qaeda («La Base») quienes derrumbaron las dos torres gemelas del World Trade Center en Nueva York y lanzaron un avión contra el Pentágono. Mientras tanto, la política exterior de los Estados Unidos conquistó sus objetivos estratégicos en el territorio anteriormente controlado por Bin Laden a pesar de los millares de vidas humanas perdidas. La supuesta relación de Afganistán con el terrorismo le rindió beneficios a Estados Unidos justificando su invasión a ese país luego del 11 de septiembre de 2001. Era el Bien contra el Mal, el Capitán América contra Bin Laden.
Entre un personaje y otro queda el sabor del cinismo de un país y la apatía del ciudadano medio.
FUENTES
http://omelete.uol.com.br/capitao-america/
http://omelete.uol.com.br/series-e-tv/lembra-desse-capitao-america/