El Centro de Investigación para la Paz (CIP-FUHEM) desarrolló en Madrid el pasado mes de enero un seminario orientado a reflexionar sobre las perspectivas y tendencias del mundo en el año recién comenzado, con la participación de una veintena de analistas españoles y extranjeros. El profesor José María Tortosa (Universidad de Alicante) identificó en su […]
El Centro de Investigación para la Paz (CIP-FUHEM) desarrolló en Madrid el pasado mes de enero un seminario orientado a reflexionar sobre las perspectivas y tendencias del mundo en el año recién comenzado, con la participación de una veintena de analistas españoles y extranjeros.
El profesor José María Tortosa (Universidad de Alicante) identificó en su exposición unos posibles puntos de ruptura, capaces de modificar abruptamente las tendencias observadas hasta el momento en aspectos muy diversos del panorama mundial y que, a la larga, a todos podrían afectarnos sin excepción. Es asunto que merece la pena comentar.
Digamos, para empezar, que buena parte del trabajo de los analistas políticos se basa en descubrir tendencias claras que puedan definir las pautas del futuro. Basándose en ellas se establecen estrategias políticas nacionales o internacionales, a corto o medio plazo, que son las que rigen, en cierta medida, la evolución de la situación y permiten anticiparse a los acontecimientos. Esta anticipación es esencial para cualquier actividad política. Cuando no se actúa de ese modo se reprocha a los gobiernos «ir a remolque» de los hechos, estigma difícil de ocultar en cualquier país del mundo y síntoma notorio de pérdida de la iniciativa, lo que, en política, suele conducir irremisiblemente al fracaso.
Es lícito preguntarse, pues, qué cosa concreta puede ser un punto de ruptura. El primero de los diez identificados en el trabajo citado se refiere al petróleo y puede servir de ejemplo aclaratorio. Éste es un producto natural de limitadas existencias, aunque la valoración de las reservas reales depende de la tecnología de explotación y de los costes que se acepte pagar para extraerlo y utilizarlo. Sin embargo, es inevitable que llegará un momento en el que la producción será incapaz de cubrir la demanda, lo que algunos estiman que ocurrirá entre el 2010 y el 2030. Las fechas no son un dato decisivo. Lo que importa es la ruptura que esto significará para unos modos de vida basados en esa fuente de energía. Numerosas tendencias hoy admitidas como naturales e indiscutibles se verán bruscamente modificadas.
Al hambre de alimentos y a la escasez de atención sanitaria que hoy afecta letalmente a gran parte de la humanidad, habrá que añadir la acuciante falta de recursos energéticos en muchos países pobres, mientras los más desarrollados seguirán despilfarrándolos como hoy derrochan el agua, la comida y hasta las medicinas. ¿Durante cuánto tiempo será sostenible tal situación? ¿Hasta qué extremo se agravarán las tensiones entre el mundo opulento y el miserable? El punto de ruptura determinado por el agotamiento de los yacimientos de petróleo puede poner a la humanidad ante una tesitura de alcance y gravedad hoy inimaginables.
Además de la anterior, el profesor Tortosa identifica en su trabajo otras nueve causas de perturbación de las tendencias hasta hoy comúnmente aceptadas. Es significativo resaltar que tres de ellas conciernen a China: su irrupción entre los grandes consumidores de recursos petrolíferos, su desmedido crecimiento en todos los órdenes y su capacidad para desequilibrar seriamente los mercados financieros. Estimados lectores: sugieran a los miembros más jóvenes de su familia que empiecen a estudiar chino, mejor que otras lenguas; no lo tomen a broma si le preocupa el futuro de su estirpe.
Dos de esas causas atañen a EEUU: el creciente y peligroso déficit y las críticas relaciones que sostiene con el resto del continente americano, lo que puede desestabilizar la situación del hemisferio e influir negativamente en el resto del mundo. El debilitamiento de los imperios produce siempre peligrosas ondas de choque de inciertos efectos. Otras dos afectan a la ONU: son su debilitamiento y posible colapso, y el fracaso de los llamados «Objetivos del Milenio», que pretendían frenar la creciente desigualdad entre pobres y ricos. Es difícil prever qué sistema internacional sustituiría a una ONU en los estertores de su agonía.
Las dos últimas se refieren al planeta vivo que nos sustenta y del que somos parte. Ya no puede negarse el hecho comprobado del cambio climático, por mucho que los beneficios empresariales a corto plazo de algunas grandes corporaciones les obliguen a cerrar los ojos ante lo evidente. Por último, y en estrecha relación con la más candente actualidad, sea la gripe aviar o sean otros virus de ignorado origen, el fantasma de las viejas pestes -como la que en el siglo XIV aniquiló una cuarta parte de la población europea- sigue planeando en forma de pandemias que pueden alterar notablemente el curso de los acontecimientos.
No se asuste el lector ante panorama tan deprimente. Sólo se trata de exponer, del modo más frío y objetivo posible, los datos que influyen en los problemas a resolver, para poder plantearlos con más exactitud. No todo es negativo: también existen rupturas de las tendencias en sentido marcadamente positivo. Pongamos dos ejemplos de posible aplicación directa a los españoles. Acostumbrados durante largos años a sufrir la acción de los asesinos etarras, imaginar su desaparición definitiva puede suponer para la mayoría, por fin, la recuperación de la paz y la convivencia ciudadanas, aunque algunos, ante la falta del enemigo que les inspira, sufran un descalabro intelectual que les deje sin argumentos políticos.
O bien, hartos de la secular tendencia a intentar definir qué cosa es España y a discutir acaloradamente sobre ello, enzarzándose, cada pocos años, en estériles pugnas sobre el significado de las palabras (identidad, nación, soberanía, constitución, estatuto, etc.), la posibilidad de encontrar terrenos de entendimiento entre todos los españoles, no impuestos dictatorialmente ni alcanzados por la fuerza de las armas, representaría también un cambio bienvenido por la mayoría de los que sufrimos con paciencia los efectos de tan áspera como antigua propensión.
* General de Artillería en la Reserva Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)