Todo medio de comunicación alberga una agenda oculta donde se encuentran enquistados ciertos intereses. Por ejemplo, El País, la prensa escrita más importante del Estado español, ha venido abrazando algunas de las reivindicaciones que se hicieron mundialmente conocidas a raíz de la explosión del movimiento 15M (Los indignados). No obstante, al mismo tiempo, sepultaba y […]
Todo medio de comunicación alberga una agenda oculta donde se encuentran enquistados ciertos intereses. Por ejemplo, El País, la prensa escrita más importante del Estado español, ha venido abrazando algunas de las reivindicaciones que se hicieron mundialmente conocidas a raíz de la explosión del movimiento 15M (Los indignados). No obstante, al mismo tiempo, sepultaba y difamaba las luchas de la mayoría venezolana, mintiendo acerca de la enfermedad del fallecido Hugo Chávez, poniendo en duda la veracidad de las últimas elecciones venezolanas, y utilizando voces como las del Nobel Vargas Llosa y el conocido imperialista Moisés Naím para tergiversar los datos económicos de aquel país.
Años atrás fue este periódico uno de los elegidos para publicar parte de la información filtrada a WikiLeaks, y mostró ante el planeta las estrategias imperialistas y del terror que el país de britney Spears lleva a cabo.
Por más de dos semanas, las principales ciudades brasileñas han sido escenario de multitudinarias manifestaciones. Cuando las protestas iniciaron como respuesta a la subida de los pasajes del transporte público, la red Globo -la segunda empresa de comunicaciones más grande del mundo, y la que tiene una teleaudiencia cautiva que abarca alrededor del 96% de la población brasileña- presentó a los manifestantes como si estos fueran unos vándalos. Sin embargo, poco después, y al percatarse de la escasa filiación de los manifestantes con los movimientos de base de izquierda, giraron su línea editorial, para súbitamente apoyarlos cuando se centraron en criticar al gobierno de Dilma Rousseff. Este sorprendente cambio de postura responde a que el monopolio de medios Globo prefiere a un gobierno de derechas, que a los izquierdistas confesos del Partido de los trabajadores. Y si bien la macrored de telecomunicaciones no puede negar que las políticas extractivistas y las megaconstrucciones olímpico-futboleras los favorecen, están convencidos de que sus beneficios se multiplicarían teniendo en el poder a un Gobierno afín a sus intereses.
Ambos conglomerados, Prisa (El País) y Globo, buscan publicar noticias que incrementen las cuentas en sus bancos, o que por lo menos no las perjudiquen. La diferencia entre España y brasil es que nuestro país vecino sufre de un claro monopolio de la información, y España (aunque la mayoría de la prensa es de tendencia neoliberal) al menos presenta una mayor oferta en el mercado; lo que brinda posibilidad a los españoles de conocer una misma noticia desde la predominante mirilla derechista, pero también desde una perspectiva social.
El contexto monopolístico brasileño no es del todo excepcional. A lo largo y ancho del sur del continente americano encontramos ejemplos similares. Intentando revertir este flagelo para la democracia, en Argentina se aprobó una Ley de Medios en 2009, que buscó romper con los monopolios de la comunicación. La resistencia ante una ley de esta naturaleza es tal, que después de 4 años de su aprobación, no ha sido implementada. Las denuncias ante los tribunales, por parte de corporaciones como Clarín, han frenado su aplicación.
El lunes pasado, la Asamblea Nacional ecuatoriana ha aprobado La Ley orgánica de Comunicación (después de 3 años de deliberaciones). Con ella, se intenta la democratización de los canales de comunicación, considerando a la información como un derecho. Así, las frecuencias acumuladas actualmente en más de un 90% en manos privadas, se repartirán en un 34% a medios comunitarios, en un 33% a medios públicos y un 33% a medios privados.
El país de Las Galápagos ha comprendido que mientras no podamos cambiar los intereses particulares de los conglomerados para que se conviertan en intereses que beneficien a la mayoría, entonces no hay mejor manera que democratizar la información distribuyendo a los tenedores de las frecuencias.
Ecuador, que protege al héroe de la información Julian Assange desde hace un año en su embajada en Londres, y está dispuesto a acoger al recientemente héroe Edward Snowden, nos da una vez más una lección de voluntad política. Esperemos que pronto su territorio empiece a abandonar la «libertad de empresa» y abrace, por fin, la «libertad de prensa».