I. El «gran Oriente Próximo» La situación que prevalece en la región árabe es una situación muy peligrosa y muy tensa. Esta situación no es nueva, es cierto: comenzó desde 1948, después de la resolución 194 de las Naciones Unidas que permitió la creación de Israel, después de haber decidido la partición de Palestina y […]
I. El «gran Oriente Próximo»
La situación que prevalece en la región árabe es una situación muy peligrosa y muy tensa. Esta situación no es nueva, es cierto: comenzó desde 1948, después de la resolución 194 de las Naciones Unidas que permitió la creación de Israel, después de haber decidido la partición de Palestina y perseguido a la mayor parte de su gente.
Sin embargo, la principal razón de tal situación, desde el 2003, es la presencia masiva de la armada estadounidense y de la OTAN en nuestra región bajo el trivial pretexto de «salvarnos» de dictaduras y del terrorismo que los Estados Unidos han apoyado o creado, y de ayudarnos a construir una sociedad así llamada «democrática».
«El gran Oriente Próximo», que la administración de Georges Bush quiere imponernos, se resume en la teoría de «caos constructor».
Esta teoría, basada en el plan presentado en los años 70s por Henry Kissinger (y desarrollado desde entonces), consiste en una partición de nuestro país y nuestra gente en mini estados confesionales y étnicos que se harán la guerra mientras que las grandes compañías petroleras estadounidenses nos roban las riquezas que guarda nuestra tierra. Y como el ejército israelí ya no es suficiente para controlar militarmente este proyecto, y como los regímenes árabes, amigos de los Estados Unidos, son inestables, había que encontrar otra solución: recurrir a la ocupación directa del oro negro y del gas, puesto que continuarán constituyendo las fuentes de energía del siglo 21 y, para hacerlo, ayudarse de un pretexto, «el terrorismo», que los mismos Estados Unidos habían desarrollado en un cierto momento contra la presencia de la Unión Soviética y con el fin de controlar mejor el mundo árabe si los regímenes amigos desaparecían.
Tal es entonces la causa principal y esencial de todas las guerras de agresión que se desarrollan contra nosotros desde la creación de Israel y el alejamiento forzado del pueblo palestino fuera de su país.
Y tal es la causa de las nuevas guerras de los Estados Unidos de Bush, padre e hijo, en Irak, Palestina y por supuesto, el Líbano. Sin olvidar las amenazas que pesan siempre sobre nosotros, desde la falla de la agresión del verano pasado de realizar sus objetivos políticos, a saber: poner fin a la resistencia del pueblo libanés, y no solamente del Hezbollah, y a su reivindicación relativa a la liberación de las granjas de Chebaa y las colinas Kfarchouba, puntos estratégicos y económicos muy importantes. Sin olvidar, por supuesto, la solidaridad con el pueblo palestino en su lucha por obtener su derecho de recuperar su tierra, y también con el pueblo iraquí en lucha por la independencia de su país, el retiro de las tropas de ocupación y el alto al ciclo de violencia al que está sometido.
II. ¿Un nuevo partido o una nueva «internacional» de izquierda?
Si recuento brevemente la situación que prevalecía en nuestra región, y, particularmente, en mi país, es porque la visión de una organización cualquiera debe tomar en consideración, en su evolución, los objetivos que debe cumplir o ayudar a cumplir, pero también el entendido de la tarea que tendrá que cumplir, tanto al interior de un solo país, o en una región tan importante.
Además, y tomando el ejemplo de la lucha y de sus necesidades en nuestra región, creo que podré exponer mejor nuestra concepción sobre los partidos (u organizaciones) políticos que deben prevalecer actualmente como continuación de la caída de la Unión Soviética y de la nueva etapa de la mundialización neoliberal, tanto en el primer mundo como en nuestro tercer mundo.
También, me falta agregar que una formación política debe cambiar sus herramientas de trabajo y de lucha según las prioridades que se fije en cada giro esencial o según los nuevos desarrollos, sobre todo si son tan peligrosos como los vencidos por nuestro país y nuestra región, amenazada, una vez más y a causa de la situación en Irak, por una nueva agresión, limitada (digamos) tanto en el Líbano como en Palestina e Irán porque Georges Bush no está listo a aprender las lecciones necesarias, lo que quiere decir, como su ministra de relaciones internacionales, Condoleeza Rice lo ha declarado claramente, que es posible que lleve a la región a fuego y sangre en su voluntad de crear el «nuevo Oriente Próximo» sometido a su voluntad.
Esta globalización de la ofensiva imperialista debe ser rechazada por una coalición basta, teniendo en cuenta las fuerzas puestas al servicio del nuevo régimen mundial, a saber: la OTAN, además de la autoridad de las Naciones Unidas y del terrorismo de estado…etc.
¿Sobre que bases vamos a definir esta coalición? Sobre dos bases esenciales:
La primera es la lucha contra el proyecto de control imperialista sobre la región, a partir de un entendimiento político-económico que garantice una mejor repartición de la riqueza y, por lo tanto, una mejor participación de las fuerzas vivas árabes en esta lucha.
La segunda es la elaboración de un proyecto de cambio democrático en cada uno de los países de la región teniendo por fundamento reformas políticas y socioeconómicas profundas, cuyo objetivo final será el asegurar una cierta igualdad de oportunidades y una mejor representatividad que lleve a la creación de nuevas alternativas, y no solamente de alternancias en el poder.
En otros términos, es necesario obrar en el sentido de un regreso a las alianzas entre partidos y grupos de la izquierda antiliberal, de manera de dar un nuevo ímpetu a esta izquierda que ha cedido su lugar, después de la caída del muro de Berlín y tanto en la lucha de liberación nacional como en la lucha de clases, a fuerzas religiosas o confesionales (sobre todo musulmanas) que, en nombre de los principios que la izquierda había blandido en los años 50, mantienen el primer lugar del combate antiimperialista y colectan los sufragios de los pobres y de los desheredados.
Esto no quiere decir que la izquierda de esta manera reconstituida deba necesariamente tener diferencias con estas fuerzas antiimperialistas y anti-mundialistas.
Seguro es necesario tener un entendimiento con ellas, pero en base a un programa y a un conjunto donde la izquierda pueda expresar su palabra claramente.
Si tomamos el caso del Líbano, decimos que hay un gran terreno de entendimiento entre el Hezbollah y los partidos de izquierda, en particular con el Partido Comunista; y esto en más de un punto: la lucha contra el nuevo proyecto imperialista estadounidense por la región, la aplicación del derecho al retorno del pueblo palestino (de los que más de 350 mil viven en el Líbano), la preservación de la integridad y de la soberanía del Líbano en sus fronteras reconocidas, como las granjas de Chebaa y las colinas de Kfarchouba… Sin embargo, la lucha nacional y patriótica no es suficiente. El cambio demanda otros cimientos de clase, pero también la democracia y el rechazo de todo reagrupamiento de bases confesionales que puedan hacer estallar la unidad del país en todo momento.
Presentamos este ejemplo del Líbano porque ciertos grupos de izquierda han visto, equivocadamente, que el Hezbollah puede tener puntos comunes con «la liturgia de la liberación» en América Latina.
Pensamos que los partidos que tienen ideologías confesionales son incapaces de hacer cambios radicales en nuestras sociedades así como son incapaces de preservar las victorias adquiridas sobre los agresores (estadounidenses y otros) que tratan de meter la mano en nuestro país. Por cierto, ¿los «salafistas», como por ejemplo Bin Laden, no han pactado, en momentos históricos, con la administración estadounidense en su lucha contra la Unión Soviética y los países socialistas? ¿No eran considerados como «mujaudines», militantes por la causa de la «democracia estadounidense» en el mundo?
Es por eso que llamamos a la unión de la izquierda en cada país, donde los partidos comunistas y obreros podrán jugar el rol de catalizadores. Ante el plano árabe, vemos que se vuelve más y más urgente crear una cierta forma de asociación alter mundialista.
Pero esto será insuficiente si no pensamos en ampliar nuestras alianzas con todas las fuerzas, con todos los grupos que tienen como visión la democratización del mundo árabe.
Entonces, lo que nosotros buscamos, es una gran alianza, pero basada en un programa mínimo de cambio. Una gran alianza, pero no vaga. Una alianza donde la izquierda podrá tener la supremacía. Una alianza en común acuerdo con los movimientos de los pueblos y de la clase obrera internacional.
En suma, una nueva internacional. Pero más abierta y más democrática.
Ali Gharib es miembro del buró político del Partido Comunista Libanés