Se cumple ahora, diciembre de 2012, el decimoquinto aniversario de la publicación en Le Monde diplomatique del editorial de Ignacio Ramonet Desarmar a los mercados (diciembre, 1997). Es un suceso digno de recordar porque en aquel editorial Ramonet describía al poder financiero – la banca sobre todo -, como el responsable de una globalización que […]
Se cumple ahora, diciembre de 2012, el decimoquinto aniversario de la publicación en Le Monde diplomatique del editorial de Ignacio Ramonet Desarmar a los mercados (diciembre, 1997). Es un suceso digno de recordar porque en aquel editorial Ramonet describía al poder financiero – la banca sobre todo -, como el responsable de una globalización que » esta poniendo a los pueblos en estado de inseguridad generalizada» y que » ignora y rebaja a las naciones y a sus Estados como espacios idóneos para el ejercicio de la democracia y garantes del bien común.»
Por consiguiente, con una visión profética que el paso del tiempo no ha hecho sino confirmar, sostenía: «El desarme del poder financiero debe convertirse en un objetivo de interés cívico de primera magnitud, si se quiere evitar que el mundo del próximo siglo se transforme en una jungla donde los predadores impongan su ley.»
Pero, ¿cómo desarmar, por aquel entonces, a los mercados, es decir, al poder financiero?
Ramonet proponía tres medidas: «Supresión de los paraísos fiscales; aumento de la fiscalidad en las rentas del capital; aplicación de tasas sobre las transacciones financieras». Y poniendo el acento en la tercera de las propuestas lanzaba la idea de la Tasa Tobin, «mecanismo disuasorio» contra «la libertad total de circulación de capitales (que) desestabiliza la democracia.»
Como es bien sabido el editorial de Ramonet concluía con la proposición de crear a escala internacional Acción por una Tasa Tobin de Ayuda a los Ciudadanos (ATTAC), acrónimo que hoy corresponde a Asociación por una Tasa a las Transacciones financieras para Ayuda al Ciudadano.
Transcurridos quince años desde el editorial de Ramonet y cuando la dramática crisis económica y social que el poder financiero contribuyó decisivamente a desatar no ha remitido, podemos preguntarnos, ¿hemos desarmado a los mercados, al poder financiero que se oculta tras de ellos?
Desde luego no es una tarea que corresponda sólo a ATTAC, una sencilla asociación, al fin y al cabo, pero la necesidad de hacerlo, la necesidad de meter en cintura al poder financiero, ese poder fáctico que está por encima de los gobiernos y de la democracia, es más perentoria que nunca.
¿Cómo hacerlo ?
Sin duda, las propuestas de Ramonet siguen siendo válidas, pero si se quiere desarmar de verdad el poder financiero y muy especialmente el de los banqueros convertidos en ‘banksters’, hay que ir mas lejos.
Mi idea es que hoy, para socavar el poder financiero, hay que desarrollar tres líneas de acción: la de la justicia fiscal global; la de las nacionalizaciones; y la de la defensa y expansión del Estado del bienestar.
Hoy la justicia fiscal global hay que traducirla en múltiples impuestos mundiales antiespeculativos, solidarios, ecológicos, etcétera, entre los que sigue teniendo un papel esencial la popularmente conocida como Tasa Tobin. Pero, además, es más necesario que nunca el imperio de modelos fiscales donde las rentas tributen en proporción a los ingresos, modelos que luchen eficazmente contra el fraude, la evasión y el exilio fiscal. El complemento de esta batalla contra la insolidaridad de los ricos, que es como decir el poder financiero mismo, sigue siendo, como proponía Ramonet la lucha por la supresión de los paraísos fiscales,» zonas en las que reina el secreto bancario, que no sirve más que para camuflar malversaciones y otras actividades mafiosas». (Por cierto, ¿para cuando un Día Mundial para la Supresión de los Paraísos Fiscales?).
Más de tres décadas de neoliberalismo y de una propaganda maniquea que ha repetido hasta la saciedad la mentira de que lo privado es siempre mejor y más eficaz que lo público, ha ‘acostumbrado’ a la ciudadanía a aceptar como inevitable que lo público – empresas, servicios -, se privatice, engaño increíble, en beneficio de toda la sociedad, falsedad que el monopolio de los medios ha propagado sin fisuras durante la era de la globalización neoliberal. Y, sin embargo, cuando el desastroso desempeño del modelo capitalista neoliberal ha llevado a la quiebra de multitud de entidades financieras, haciendo temer un crack de proporciones mayores que el de 1929, esas entidades, bancarias casi todas, han sido nacionalizadas ¿ publitizadas?, tranquilamente para poder ser saneadas con dinero público y con el propósito, inaudito desde cualquier punto de vista, de devolverlas otra vez al ‘mercado’, para que puedan seguir lucrándose con su actividad mafiosa a costa de la inmensa mayoría de la sociedad.
Hay que poner fin a este desatino. ¿Qué hacer con unos bancos privados con ánimo de lucro que están en el origen de la crisis financiera, económica y social de 2007 hasta hoy; que han sido recapitalizados con sumas billonarias de dinero público y que en muchos países continúan su carrera de enriquecimiento privado a costa del endeudamiento de las familias hipotecadas y ahora, también, con el saqueo del dinero de los presupuestos generales de los Estados a través de la deuda soberana y a costa de la destrucción del Estado del bienestar ? ¿ Alguien en su sano juicio puede esperar que una banca así pueda ser refrenada o controlada por los poderes políticos al uso ? No, justamente sucede al revés, son ellos los que en última instancia, véase el caso de la Unión Europea hoy, controlan y dirigen a los poderes políticos.
De ahí que la única decisión lógica, si se quiere poner fin a la dictadura de los mercados, al imperio del poder financiero internacional, sea la de nacionalizar toda la banca privada con ánimo de lucro, convirtiéndola en banca pública capaz de operar con criterios éticos y económicos sostenibles.
El capítulo de las nacionalizaciones tampoco debería acabar con la nacionalización de la banca privada con ánimo de lucro – la banca ética privada podría ser la excepción a la regla -, sino que podría continuar con la renacionalización de aquellas empresas y servicios públicos, agua potable, por ejemplo, que fueron dolosamente privatizadas y que el tiempo ha demostrado que ni son mejores ni funcionan con más eficacia, al revés en más de una ocasión, que cuando eran públicas y proporcionaban ingresos al Estado y a otros poderes públicos que revertían en beneficio de todos y no de unos pocos.
Finalmente, el corolario de estas medidas y su conclusión natural sería el rescate histórico de un Estado del bienestar puesto en entredicho por la deriva neoliberal de la UE, con servicios públicos – sanidad, educación, servicios sociales, pensiones – que se extendieran, como responsablidad de la comunidad internacional y de todos y cada uno de los Estados, a toda la población mundial.
Queda, sin embargo, una cuestión crucial que abordar. ¿Quién puede llevar adelante esta gigantesca tarea, esta empresa de titanes?
Cuando en 1997 Ramonet proponía coordinar la acción de ATTAC «con sindicatos y asociaciones con finalidades culturales, sociales o ecológicas», para la consecución de la Tasa Tobin marcaba un camino que en la actualidad es claramente insuficiente. La tarea hoy, para poner fin a la dictadura financiera, requiere del esfuerzo de toda la sociedad permanentemente movilizada. Hace falta un renacimiento del altermundismo, que podría aprovechar la cita de 2013 del Foro Social Mundial de Tunez; la presencia combativa de unos sindicatos que se reivindiquen en la acción; la nueva savia luchadora de las jóvenes generaciones, esas dicen que ‘perdidas’, que han peleado en la ‘Primavera árabe’, en la Europa indignada del Sur y otros países europeos y en Estados Unidos y, en general, el concurso de la inmensa mayoría de la ciudadanía, víctima permanente de la codicia insaciable del poder financiero global. Y hace falta, por último, que o bien los viejos partidos de la clase trabajadora sean consecuentes con los intereses y los derechos populares que dicen defender, o bien dejen su lugar a nuevas fuerzas que recojan con más consecuencia el antiguo mensaje socialista y las nuevas realidades irreversibles del feminismo y el ecologismo.
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