La única condición para ser lector/a de este libro: estar interesado por asuntos cerebrales (aunque piense, como sostiene uno de los autores, que el “cerebro está sobrevalorado”).
Una breve referencia al autor que tomo de la solapa interior del libro: David J. Linden es profesor de neurociencia en la Facultad de Medicina de la John Hopkins University en Baltimore, Mariland, y editor jefe de la revista Journal of Neurophysiology. Entre sus libros: La mente occidental, La brújula del placer y Touch.
Componen Think Tank el prólogo, 37 artículos (distribuidos en seis apartados) de divulgación científica y un epílogo (más lista de colaboradores, agradecimientos e índice). Los seis apartados: 1. Preparación. 2. Desarrollar, cambiar. 3. Señalar. 4. Anticipar, sentirse, moverse. 5. Relacionar. 6. Decidir.
No se necesita ninguna preparación especial en neurobiología o en disciplinas afines (de la que yo mismo carezco) para seguir el grueso de las informaciones y argumentos expuestos en el libro.
Uno de los artículos, el segundo, “La ciencia es un proceso en marcha, no un sistema de creencia”, es antes que nada un escrito de filosofía de la ciencia que muestra, sorprendentemente en mi opinión, la extensa y dilatada influencia del falsacionismo de Karl Popper.
El libro es resultado, nos cuenta el autor, de conversaciones informales (y desinhibidas: “tras ofrecerles una copa o un poco de marihuana”) con amigos neurocientíficos de todo el mundo (sus credenciales están en las páginas 361-362), su “dream team de investigadores excepcionalmente reflexivos, eruditos y lúcidos”. Linden les invitó a responder, en un lenguaje libre de tecnicismos, a preguntas como la siguiente: “De los aspectos de la función cerebral, ¿cuál es la idea más que te gustaría explicar?”. Los interpelados han elegido el tema o la historia científica que más desearon compartir. Naturalmente, señala el autor, si se hubiese hecho la misma pregunta a otro grupo de científicos el resultado hubiera dado pie a un libro diferente.
Think tank no es, en cualquier caso, un manual de neurociencia informal y completo. Sí contiene información fiable y concluyente acerca de las bases biológicas de la experiencia humana (provisional y falible, como todos los avances científicos), y sí que se plantean en él temas fundamentales sobre la función del sistema nervioso.
Una breve selección de las ideas destacada por Linden en el epílogo:
1. Los rasgos conductuales más complejos, como la timidez, la orientación sexual o la búsqueda de novedades, son el resultado de una combinación de factores genéticos y ambientales, y de la interrelación entre ambos. “Los factores medioambientales incluyen factores biológicos, como las hormonas a las que estamos expuestos en el útero y en los primeros años de vida, y nuestra experiencia en el mundo, incluidas las interrelaciones sociales”.
2. El cerebro humano es moldeado por la experiencia de diferentes modos durante el desarrollo a lo largo de su toda la vida, y en respuesta a las lesiones que sufre.
3. Nuestra experiencia del mundo (y de nuestros propios cuerpos) es activamente construida por el cerebro. El sistema nervioso no se construye para darnos la representación más exacta del mundo exterior. Nos da un punto de vista del mundo que, en el pasado, ha sido el más útil para sobrevivir y para pasar nuestros genes a la siguiente generación.
4. No hay sensaciones puras. Nuestros cerebros se construyen para seleccionar y después para mezclar estas sensaciones con las emociones y las expectativas.
5. Buena parte de lo que hace el cerebro tiene lugar por debajo del nivel de la conciencia. Por ejemplo, “los receptores del gusto por la boca no solo contribuyen a nuestra sensación de sabor, sino que también preparan a nuestro sistema digestivo para lo que está a punto de llegar”. Una gran parte del cerebro “se ocupa de predecir qué sucederá en los próximos momentos, y estos cálculos subconscientes no requieren de nuestra atención”.
6. Nuestros ancestros homínidos han vivido en grupos sociales durante mucho tiempo y esto nos ha llevado a ser exquisitamente sensibles a unas pistas interpersonales muy sutiles. Por ejemplo: la expresión facial, el tono de voz, la dirección de la mirada y otras formas de lenguaje corporal.
7. Nos sentimos seres autónomos y completamente racionales pero todos estamos sujetos a fuertes impulsos y motivaciones subconscientes, la mayoría de los cuales están relacionadas con la supervivencia y la reproducción.
Estos impulsos influyen, señala Linden, “no solo en nuestros deseos sexuales y románticos, sino también en fenómenos de alto nivel culturalmente construidos como el arte y la publicidad.”
Una sugerencia: el lector/a puede leer el libro con diferentes caminos (digamos, a la manera de Rayuela): al azar, siguiendo el orden marcado en el índice, por apartados más próximos a sus intereses, por los autores de los escritos… También, desde mi punto de vista, por el debate (y las referencias que en él se nos da a otros artículos del ensayo) que cierra el libro con sendos artículos de Miguel A. L. Nicoletis, que en la línea de Roger Penrose sostiene que “El cerebro humano, el verdadero creador de todo, no puede simularse con una máquina de Turing”, y de Michael D. Mauk quien, por el contrario, afirma que “No hay ningún principio que nos impida construir finalmente máquinas que piensen”.
Una de las consideraciones de Nicoletis: “Otra cosa del cerebro humano que me gustaría que todo el mundo supiera es que ni el sistema nervioso humano, ni sus más exquisitos productos -cosas como la inteligencia, la intuición, la creatividad y la empatía- pueden reducirse a un simple algoritmo matemático”. Este tipo de “protección de derechos de autor”, así le gusta describirlo, “lo garantizan una serie de restricciones evolutivas, neurobiológicas, matemáticas y computacionales que no puede trascender ni el software, como el propuesto por la moderna inteligencia artificial, ni el hardware, como sí creían los clásicos proponentes de la cibernética”. Como señalé, en la línea del Penrose de La nueva mente del emperador.
Una reflexión central de Mauk defendiendo la tesis opuesta: “si pudiésemos sustituir a cada neurona del cerebro por un dispositivo artificial que implemente las mismas reglas a la misma velocidad, no hay motivos para pensar que el comportamiento de la persona con dicho cerebro, o la conciencia de dicha persona, serían diferentes”. Cualquier dispositivo físico de computación que seamos capaces de construir, señala Mauk, puede, además, implementarse en un programa informático. Esto significa que tarde o temprano, conjetura, “podremos llevar a cabo el mayor experimento de todo: traducir lo que sabemos del cerebro en la producción de un programa de ordenador que implementa una mente”. Es fundamental sin embargo “tener en cuenta que necesitaríamos algo más que un cerebro. El ensayo de Asif A. Ghazanfar [“El cerebro está sobrevalorado”] en este volumen es un recordatorio importante de que los cerebros tienen que estar encarnados en un cuerpo para que tenga la enorme colección de imputs que nuestros cuerpos mandan a nuestros cerebros”.
Lean, pues, apto para todos los públicos… interesados o con predisposición para estar interesados.
Fuente: El Viejo Topo, julio-agosto de 2020.