La sustitución este miércoles de Waldir Pires por Nelson Jobim al frente del Ministerio de Defensa crea una prometedora base política para afrontar la crisis del transporte aéreo que agobia hace 10 meses a Brasil, pero puede llegar demasiado tarde para evitar graves daños al gobierno. Así lo evaluó André Pereira César, analista del Instituto […]
La sustitución este miércoles de Waldir Pires por Nelson Jobim al frente del Ministerio de Defensa crea una prometedora base política para afrontar la crisis del transporte aéreo que agobia hace 10 meses a Brasil, pero puede llegar demasiado tarde para evitar graves daños al gobierno.
Así lo evaluó André Pereira César, analista del Instituto Brasileño de Estudios Políticos (IBEP) de Brasilia, quien advirtió además que el éxito de Jobim, y por ende de la administración de Luiz Inácio Lula da Silva, depende de duras medidas de gestión.
Pereira César destacó que el flamante ministro de Defensa, un veterano dirigente del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) y ex titular de la cartera de Justicia, disfruta de gran prestigio político e intelectual, incluso en la oposición.
La muerte de por lo menos 199 personas el 17 de julio, cuando un avión de la compañía TAM se estrelló contra un edificio vecino al aeropuerto de Congonhas en un barrio densamente poblado de Sao Paulo, culminó una crisis iniciada en septiembre pasado con la caída de otro avión en la Amazonia, que provocó 154 muertes.
En esos 10 meses, los aeropuertos brasileños vivieron varios períodos de caos, con centenares de vuelos suspendidos o atrasados más de una hora, filas inmensas y dramas humanos ocupando los noticieros casi diariamente. Huelgas de controladores de vuelo, ineficacia de equipos y defectos en aviones se cuentan entre las variadas causas.
Los atrasos y vuelos frustrados afectan sólo a la clase media y alta, sus efectos políticos negativos se limitan a la pequeña parte de la población que viaja en aviones, pero «ahora la muerte de mucha gente cambia la repercusión», pues conmociona a todos los brasileños con las imágenes terribles difundidas por la televisión, comentó Pereira César a IPS.
Los problemas de gestión en el sector de transporte aéreo se prolongaron ante la dificultad del presidente Lula de cambiar ministros y otras autoridades y de adoptar «decisiones firmes» que se hacían necesarias, criticó. Hace cuatro meses que intentaba nombrar a Jobim, quien sólo ahora aceptó el desafío.
Será necesario «reestructurar el Ministerio de Defensa», para darle fuerzas para hacer «los cambios necesarios», dijo Lula en la toma de posesión del cargo de Jobim. La cartera, en manos civiles desde la década pasada, responde por las tres ramas de las Fuerzas Armadas y también por el transporte aéreo, a través de la Aeronáutica.
Pires, el ministro cesante, estaba en el cargo desde marzo de 2006 y no logró encaminar soluciones efectivas a los problemas. Su sustitución sólo dependía, hace muchos meses, de surgir un sucesor políticamente adecuado.
Jobim, además de su capacidad personal, fortalece la coalición oficial, ya que el partido al que pertenece, PMDB, es el principal aliado del gobernante Partido de los Trabajadores (PT). Su buen diálogo con opositores ayuda a neutralizar ataques que agravarían la corrosión del gobierno, señaló Pereira.
Pero será necesario evitar otras tragedias y adoptar «decisiones firmes» que apunten a soluciones, como descongestionar el aeropuerto de Congonhas, que estaba operando muy por encima de su capacidad, e imponer reglas más rígidas a las compañías aéreas. Aún así, Lula y su gobierno deben sufrir una «pequeña pérdida de popularidad», acotó.
Comentarios poco felices de gobernantes, intensamente divulgados por la prensa, también conspiraron contra su gobierno. La flamante ministra de Turismo, Marta Suplicy, recomendó a los pasajeros «relajarse y gozar» en un momento de numerosos vuelos atrasados en junio.
Una semana atrás, Marco Aurelio García, asesor internacional del presidente brasileño, fue sorprendido haciendo gestos obscenos para celebrar la noticia que eximía al gobierno de culpa en el accidente de Congonhas.
El avión siniestrado tenía inactivo un mecanismo que invierte la presión de la turbina, en el lado derecho, lo cual podría explicar la imposibilidad de frenar el aparato que explotó al chocarse con un edificio del otro lado de la avenida lindera.
Pero la empresa TAM y expertos en aviación aseguraron que el «reversor» no es indispensable en el aterrizaje.
El mismo avión accidentado había hecho varios vuelos sin ese mecanismo «auxiliar». Su ausencia no permite atribuir el accidente falla técnica, hecho que absolvería a Infraero, la empresa estatal que administra los aeropuertos.
No se descarta como causa del accidente la falta de ranuras, que favorecen la adherencia de los neumáticos, en la pista central de aterrizaje de Congonhas.
Las causas del accidente solo se confirmarán dentro de varias semanas o meses. Aún no se conoce los registros de la llamada «caja negra» del avión, bajo examen de expertos en Estados Unidos. Las especulaciones son variadas y proliferan cuando surgen nuevos indicios o testimonios, como de muchos pilotos que consideraron riesgoso aterrizar en Congonhas.
En los últimos días, por iniciativa de pilotos o de las propias empresas, se suspendieron la mayor parte de los vuelos que parten o llegan al aeropuerto que, por su ubicación céntrica, está rodeado de altos edificios y concentra una cantidad temeraria de rutas y conexiones en los últimos años, incluso por interés de las mismas empresas de aviación.
El otro aeropuerto de Sao Paulo queda en el municipio vecino de Guarulhos, con acceso dificultado por la congestión del tráfico en la región metropolitana, frecuentemente interrumpido por inundaciones o accidentes entre vehículos.
Tantos accidentes, y no sólo en la aviación, resultan de la doctrina del «Estado mínimo», que estimula todos a obtener «el máximo de ganancias» con reducción de costos en «un capitalismo salvaje», comentó a IPS el ingeniero metalúrgico Luiz Miranda, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro y uno de los mayores expertos brasileños en corrosión.
Miranda es testigo director del deterioro de equipos de órganos públicos y empresas privadas o estatales, debido al aumento de pedidos urgentes que recibe para controlar procesos avanzados de corrosión. «Los contadores se imponen a los ingenieros», buscando reducir costos de mantenimiento e incrementar las utilidades, explicó.