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A próposito de "Munich" la última obra de Steven Spielberg

Después de todo, no es más que una película…

Fuentes: Red Voltaire

En la edición anterior de Tribunas y Análisis, comentamos la tribuna del ex candidato a la presidencia eslovena Slavoj Zizek, quien en el diario de izquierda británico The Guardian analizaba lo común que se hacía la tortura así como su legitimación en la serie 24. Esta tribuna ejemplificaba el desafío que representa el mundo del […]

En la edición anterior de Tribunas y Análisis, comentamos la tribuna del ex candidato a la presidencia eslovena Slavoj Zizek, quien en el diario de izquierda británico The Guardian analizaba lo común que se hacía la tortura así como su legitimación en la serie 24. Esta tribuna ejemplificaba el desafío que representa el mundo del entretenimiento en la lucha política. Las películas y series de televisión transmiten una visión del mundo. Por lo general responden al consenso dominante con el fin de satisfacer a la mayor cantidad posible de espectadores y amortizar por consiguiente los costos de producción. Al hacerlo, refuerzan los presupuestos de los espectadores, pero pueden ir mucho más lejos y servir intereses más precisos, transformándose entonces en herramientas de propaganda, independientemente de saber si son financiadas o no por el Estado. Tradicionalmente, el poder ejecutivo estadounidense ha reclutado a la industria de Hollywood, incluso en tiempos de paz. El actor y sin embargo presidente Ronald Reagan hizo apoyar su política exterior por las producciones de la Cannon, que fustigaban a la URSS y minimizaban la derrota de Vietnam. Esta práctica volvió a ponerse de moda a partir del rearme unilateral emprendido por Estados Unidos en 1998. La CIA financió entonces un largometraje: In the Company of Spies (versión en español: Misión de espías). Con la llegada de George W. Bush a la Casa Blanca se multiplicaron las obras de propaganda: nueve filmes y tres series de televisión (The Agency, Alias y, claro está, 24), fueron financiados por la agencia de inteligencia. El Pentágono, por su parte, sólo encarga películas de forma excepcional (como es el caso de Black Hawk Down, titulada en español Black Hawk Derribado), pero presta a sus hombres y sus materiales para múltiples superproducciones a cambio del derecho de ver y modificar los guiones. Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, la Casa Blanca movilizó a Hollywood en un gran esfuerzo patriótico para apoyar la «guerra contra el terrorismo». La presidencia estadounidense y Jack Valenti, presidente del sindicato patronal de la industria cinematográfica (Motion Picture Association of America), firmaron el primer acuerdo que se extendió a continuación a la Paramount, CBS television, Viacom, Showtime, Dreamwork, HBO y MGM. A finales de 2002, los actores Harry Bellafonte y Dany Glover trataron de provocar una reacción a favor de la independencia de la profesión, pero no fueron escuchados.

Por el contrario, las industrias cinematográfica, de televisión o lúdica, pueden también emplear un discurso que denuncie los símbolos tradicionales o las políticas de un Estado, convirtiéndose entonces, para quienes aplican estas políticas, en un adversario cuyo impacto debe ser relativizado. En los últimos meses hemos visto aparecer en las pantallas películas de alcance político que contienen de manera voluntaria elementos críticos contra el desempeño de la administración Bush. Los círculos neoconservadores o sionistas se han movilizado para tratar de desacreditarlos.

Syriana, de Stephen Gaghan, con la participación del actor George Clooney, es así criticada por el propagandista neoconservador Amir Taheri en una tribuna muy bien difundida por el gabinete de relaciones públicas Benador Associates en los periódicos árabes anglófonos Asharq Alawsat, Arab News y Morocco Times así como en la crónica semanal del autor en el New York Post. El filme, estrenado en diciembre en Estados Unidos y cuyo estreno en Francia está previsto para febrero (por lo que aún no hemos podido verlo), cuenta la historia de un complot de la CIA con el objetivo de asesinar a un dirigente árabe progresista que decidió romper sus vínculos comerciales con una sociedad estadounidense en beneficio de China. La película debe atizar mucho más la cólera de los partidarios de la administración Bush por cuanto ha sido producida por Section 8, la compañía del director Steven Soderbergh y del actor y director George Clooney. Esta misma compañía produjo recientemente el segundo filme realizado por este último, Good night and good luck, que denuncia los errores del macartismo y fuera estrenado en Estados Unidos casi al mismo tiempo que Syriana. El actor y director, que no oculta sus simpatías demócratas y su oposición a la guerra en Irak, utilizó generosamente la promoción de esta película para burlarse de la administración Bush y establecer paralelos entre las actividades actuales de la Casa Blanca y el período representado en el largometraje. Para Amir Taheri, Syriana narra, por supuesto, una historia por completo inverosímil ya que el objetivo de la política estadounidense es justamente ser testigo de la aparición de dirigentes árabes «iluminados». El autor finge no saber sin embargo que el filme se inspira en una novela de un ex agente de la CIA, Robert Baer, quien ocupó un puesto en el Medio Oriente durante 20 años y quien llega a desempeñar un pequeño papel en Syriana. En opinión del señor Taheri, esta obra no es más que una sarta de sandeces que deforman la realidad para complacer a la población árabe «conspiracionista» y ceder ante la moda estadounidense del «odio a sí mismo».

Esta expresión de «odio a sí mismo» retoma la expresión sionista empleada para designar a los judíos que condenan la política de Israel o el sionismo en general. También es ampliamente empleada o sobrentendida por los círculos que atacan el último filme del director Steven Spielberg, Munich, estrenado a comienzos de enero en Estados Unidos y que lo será a finales del mismo mes en Francia (y que por lo tanto tampoco hemos podido aún ver). Esta obra es atacada por parte de los medios sionistas israelíes y estadounidenses que le reprochan a su director ofrecer una imagen poco lisonjera de la política de asesinato israelí contra los militantes palestinos del grupo Septiembre Negro luego del sangriento secuestro de rehenes en Munich en 1972 y la muerte de 11 atletas israelíes en los Juegos Olímpicos. Con una destacada presencia en los medios de comunicación por condenar La Pasión de Cristo, de Mel Gibson, el ex director del US Holocaust Memorial Museum, Walter Reich, afirma en el Washington Post que el grave problema de la película radica en que su director, aunque judío, no se entrega lo suficiente a la profesión de fe sionista. De esta forma, aunque no dice que Palestina pertenece históricamente a los judíos, muestra en cambio a un palestino expresar su dolor luego de perder su hogar. En una palabra, el error del filme es no hacer una cruz sobre 2 000 años de historia y evolución del territorio. Esta falta de apoyo al sionismo es el eje principal de las críticas emitidas contra el filme. Los ataques se centran en la personalidad del guionista Tony Kushner, autor judío antisionista quien, según sus detractores, habría calificado de «error» y de «calamidad moral e histórica» la creación del Estado de Israel. En el Jerusalem Post, Isi Leibler, director del Diaspora Israel Relations Committee, afirma que el Munich de Steven Spielberg es el ejemplo del desarrollo pernicioso del antisionismo entre la diáspora judía y lamenta que «buenos judíos» se vean afectados por el «odio a sí mismo» difundido por los «enemigos internos». Los traidores son los editorialistas del diario Ha’aretz, los dirigentes israelíes que han querido hacer las paces con los árabes y el guionista Tony Kushner. En el Wall Street Journal, el ex jefe de redacción del Jerusalem Post, Bret Stephens, también lamenta la elección de Tony Kushner en lo que respecta al guión y recuerda, al igual que Leibler, las declaraciones del guionista contra Israel. Y no se detiene ahí, afirma que la película está a dos pasos de caer en el empleo de clichés antisemitas sobre los judíos y el dinero, y ofrece una imagen demasiado hermosa de los palestinos al mismo tiempo que presenta a un personaje central poco creíble que abjura de su fe en el sionismo.

El filme es asimismo criticado por su pacifismo manifiesto. Judea Pearl, padre de Daniel Pearl, el periodista asesinado, recurre de nuevo en Los Angeles Times a la memoria de su hijo desaparecido para tratar de desacreditar el filme de Steven Spielberg. En su opinión, la película acentúa el relativismo moral al colocar en el mismo plano el asesinato de atletas israelíes y el de los organizadores de su asesinato. Pero Pearl no se detiene ahí. Para él, los asesinatos denunciados por Steven Spielberg en su película constituyen de hecho una forma de justicia. El autor llega a emplear la expresión «llevar a los criminales ante la justicia» para hablar de asesinatos extrajudiciales. ¿Debemos entender que Pearl habla de la justicia divina? Yendo aún más lejos, considera que no pueden compararse las muertes en Afganistán, Palestina o Irak con la de su hijo pues su hijo era inocente. Llegamos entonces a la conclusión de que todos los muertos provocados por las invasiones a Irak o Afganistán, o por los castigos colectivos en Palestina, son culpables y las acciones contra ellos una obra de justicia. Para el autor, no admitirlo equivaldría a dar pruebas de «relativismo moral». Esta tribuna es otro ejemplo del poco caso que presta la prensa mainstream occidental a las vidas árabes y afganas. Por su parte, el cronista neoconservador del New York Times y del Weekly Standard, David Brooks, se lamenta en el New York Times de las opiniones expresadas por Steven Spielberg durante la promoción de su filme así como del hecho de que el director haya escogido poner en imágenes los asesinatos ocurridos luego del secuestro de los rehenes en Munich. Probablemente temeroso del impacto que podría tener el filme en la visión actual que se hacen los espectadores de la situación en el Medio Oriente, el editorialista afirma que el mundo ha cambiado con relación al de los años 70: es mucho más peligroso ya que locos islamistas (descritos por Brooks como «el Mal») quieren destruir a Israel cuando en cambio este último se muestra menos violento y deja a un lado los asesinatos para dedicarse a las detenciones. Esta última afirmación suena muy falsa cuando el autor concluye rechazando el punto de vista pacifista de Spielberg y exalta la violencia «constructiva» contra la violencia «destructiva».

Víctima del ensañamiento mediático, los resultados registrados por Munich en Estados Unidos son mucho más mediocres que los alcanzados por los anteriores filmes de Steven Spielberg.

Red Voltaire

Autores y fuentes de las Tribuna y análisis

 «Cuando el odio de Norteamérica a sí misma se une a las teorías conspirativas árabes»

Autor Amir Taheri

Fuentes Arab News (Arabia Saudita), Asharqalawsat, Morocco Times (Marruecos) Referencia «Where American Self Loathing Meets Arab Conspiracy Theories«, por Amir Taheri, Asharq Alawsat, 6 de enero de 2006. «The Despicable Self-Loathing Preached by ‘Syriana’«, Arab News, 7 de enero de 2006. «The despicable self-loathing preached by ‘Syriana’«, Morocco Times, 8 de enero de 2006. «Hollywood Arabs«, New York Post, 8 de enero de 2006.

Resumen El futuro dirigente de un Estado árabe, rico en petróleo, prepara una política de reforma que permita especialmente a las mujeres asistir a la escuela, pero al mismo tiempo se prepara para firmar un contrato petrolero con China. Sin embargo, unos días antes, es asesinado por la CIA. Este es el argumento del filme Syriana con George Clooney. ¿Por qué Estados Unidos asesinaría a un dirigente sensato cuando George W. Bush anhela el surgimiento de dirigentes así? La respuesta de los guionistas es que el gobierno estadounidense está controlado por los intereses petroleros tejanos, los cuales no permitirán nunca que un país árabe firme un contrato con una empresa china. Yo vi el filme en su premier destinada a la prensa, pero circula ampliamente en el mundo árabe por medio de casetes piratas. Allá este filme es considerado como una «prueba» de que Estados Unidos no permitirá que haya dirigentes democráticos en el mundo árabe. De hecho, lo que hace el filme es ensalzar a los conversos, y dar más fuerza al martirologio y a las teorías conspirativas de los árabes. Desde 1900, la lista de los dirigentes árabes asesinados es larga y todos ellos han muerto a manos de islamistas, de militantes panárabes o de miembros de los servicios de seguridad árabes radicales. Muchos árabes prefieren enfocar este problema como algo que proviene del exterior. Es una reacción comprensible. Lo que no lo es tanto es que los norteamericanos hagan filmes que presenten a su nación como la encarnación del mal. Syriana no sólo describe un asesinato, sino que indica a los Estados Unidos como la mano que, tras bambalinas, mueve los hilos del terrorismo en el Medio Oriente. Esto se explica, de hecho, por el deseo de hacer dinero. La disidencia y el odio a sí mismo están de moda en estos momentos. Sin embargo, al hacerlo, los partidarios de esta autodenigración hacen tres cosas: - Al presentar a Estados Unidos como el Mal, justifican que este país sea atacado por los árabes radicales. - Afirman que el discurso sobre la democracia no tiene sentido. - Dan pruebas de etnocentrismo al presentar a los árabes como objetos y no como protagonistas de la Historia. Roban su historia a los árabes.  «Algo falta en el «Munich» de Spielberg»

Autor Walter Reich

Fuente Washington Post (Estados Unidos) Referencia «Something’s Missing In Spielberg’s ‘Munich’«, por Walter Reich, Washington Post, 1ro de enero de 2006.

Resumen Refiriéndose a su último filme provocador, Munich, Steven Spielberg afirma que él no nos dice lo que debemos pensar sobre los problemas que plantea, pues lo que único que hace es hacer preguntas. Cuando se ve el filme y se leen las declaraciones de Steven Spielberg, se comprueba que eso no es cierto. El realizador, en efecto, no deja de recalcar su criterio de que responder a una agresión con otra no soluciona nada. El filme apoya ese punto de vista, y aunque Steven Spielberg plantea no tener soluciones para luchar contra el terrorismo, con este filme plantea al menos que el ripostar no constituye una solución. Es una prueba evidente de que este filme es la expresión de una tesis, no sólo sobre el terrorismo, sino sobre la descripción del conflicto israelo-palestino. El realizador se coloca como árbitro neutral del conflicto y afirma que la paz sólo podrá lograrse cuando ambas partes entablen discusiones al respecto. Spielberg muestra a un palestino explicando el dolor que ha experimentado al perder su hogar. Muestra a un israelí insistiendo en la necesidad de que los judíos tengan un sitio donde vivir que debieron haber obtenido por sí mismos. Pero olvida aclarar que si los judíos se instalan precisamente allí, es porque históricamente esa tierra les pertenece. Spielberg no lo dice y es probable que ese hecho pase inadvertido para decenas y quizás centenares de millones de personas que verán dicho filme.  «La validación del antisionismo judío»

Autor Isi Leibler

  Ex presidente del Consejo de Gobernadores del Congreso Judío Mundial, Isi Leibler es presidente del Jerusalem Center for Public Affairs y del Diaspora-Israel Relations Committee. Recibió el premio Mahatma Gandhi por su contribución al fortalecimiento de los lazos israelo-indios.

Fuente Jerusalem Post (Israel) Referencia «The validation of Jewish anti-Zionism«, por Isi Leibler, Jerusalem Post, 11 de enero de 2006.

Resumen El filme de Otto Preminger, Exodus, ha despertado una enorme simpatía en el Estado judío. Por el contrario, Munich, de Steven Spielberg, socava la justificación moral de Israel para tomar medidas duras destinadas a defender a su pueblo contra los asesinos. Al igual que Preminger, Spielberg es judío y goza de gran admiración desde su filme La Lista de Schindler. No obstante, este valiente realizador judío ha realizado un filme basándose en el libro de un autor desacreditado que ha dado una mala imagen del Mossad. Peor aún, confió la adaptación del guión a Tony Kushner, un judío que había vilipendiado a Israel y declarado que el surgimiento del Estado judío era un «error» y también una «desgracia moral e histórica». ¿Qué esperaba el realizador al confiar el guión a semejante persona? ¿Qué puede llevar a un judío honesto a plantear que hay una equivalencia moral entre el Mossad y terroristas criminales? En cierto sentido no debe culparse a Spielberg, sino a los dirigentes israelíes que, después de Oslo, presentaron a Arafat como un interlocutor para la obtención de la paz y pidieron a los judíos de la Diáspora que no apoyaran a Israel porque el hacerlo sería «contraproducente». Ello creó la imagen internacional de un Israel agresor, tendencia reforzada por la manifestación del odio a sí mismo de la izquierda israelí, bien evidente en las páginas editoriales del diario Ha’aretz. Dichas páginas, difundidas en inglés, ejercen un efecto devastador en el mundo. En esta era, judíos como Kushner, antes vistos como marginales, son considerados ahora como personas respetables. Actualmente, los judíos antisionistas están en todas partes. La última conferencia del Limmud en Inglaterra así lo demostró. La diáspora judía debe eliminar a ese enemigo interno.  «Munich»

Autor Bret Stephens

  Ancien rédacteur en chef du Jerusalem Post, Bret Stephens est éditorialiste du Wall Street Journal.

Fuente Wall Street Journal (Estados Unidos) Referencia «Munich«, por Bret Stephens, Wall Street Journal, 1ro de enero de 2006.

Resumen Steven Spielberg asegura que su filme Munich no es un ataque contra Israel. ¿Cómo explicar que tantos defensores de Israel se sientan entonces atacados en este filme? Puede ser que el problema se deba a la opción de Steven Speileberg de acudir a Tony Kushner para redactar el guión. Kushner es un autor opuesto a la existencia de Israel, que plantea que Israel quiere destruir la identidad palestina y que pide que Ariel Sharon sea acusado como criminal de guerra. Puede ser que el problema se deba a esa curiosa obsesión de los judíos por el dinero que presenta el filme. Puede ser que se deba a que el filme es una adaptación del libro Vengeance de George Jonas, basado en los recuerdos de un individuo cuyo trabajo en los servicios del Mossad fue siempre negado por éste. Puede ser que el problema consista en que las víctimas de los asesinatos son presentadas como personas encantadoras (lo que quizás fueron) a quienes en ningún momento se les ve cometer el más mínimo daño, contrariamente a los agentes del Mossad. Puede ser que se deba a que varios israelíes que aparecen en el filme manifiestan criterios racistas sin precisar el contexto. Puede ser que el problema se derive de una llamada diferencia presentada en el filme entre la moral judía y las acciones llevadas a cabo por Israel. Puede ser que el problema se deba a la selección del héroe, al inicio encarnación perfecta del militante sionista, que termina por abandonar Israel para instalarse en Brooklyn y que teme ser asesinado por el Mossad. Puede ser que se deba a presentar la masacre de Munich como una respuesta a la violencia israelí.  «Debe hacerse justicia»

Autor Judea Pearl

  Judea Pearl es presidente de la Daniel Pearl Foundation y padre de Daniel Pearl, periodista del Wall Street Journal asesinado en Pakistán.

Fuente Los Angeles Times (Estados Unidos) Referencia «Justice must be done«, por Judea Pearl, Los Angeles Times, 1ro de enero de 2006.

Resumen Cuando Steven Spielberg habla de su filme Munich, utiliza palabras como «violencia», «empatía», «venganza» y «duda», pero falta una palabra: «justicia». Hace cuatro años, cuando el mundo reaccionó con indignación al asesinato de mi hijo, Daniel Pearl, mi familia y yo esperábamos que las naciones civilizadas se movilizaran para protegerse de los ataques dirigidos contra civiles. En lugar de eso, continuamos presenciando ejecuciones filmadas y vimos nacer un relativismo moral según el cual el terrorista para unos es el combatiente por la libertad para otros. El Munich de Spielberg se suma a esa confusión y a ese relativismo moral. La historia sigue el rastro de un agente israelí encargado de asesinar a los palestinos responsables del asesinato de 11 atletas israelíes durante los Juegos Olímpicos de Munich de 1972 y que abandonará su misión antes de llegar al final pues aumentan sus dudas morales. Al hacerlo, el realizador pierde de vista la diferencia que existe entre el asesinato de inocentes y el hecho de llevar los asesinos ante la justicia. Esa es la misma lógica que prevaleció tras el asesinato de mi hijo en los que deploraban su muerte, pero no comprendían que se diera tanta importancia a la muerte de un periodista en comparación con los muertos en Afganistán, en Palestina y en Irak. Munich no justifica la violencia, pero olvida un principio importante: la justicia. Es necesario recordar que dos de los asesinos de Munich aún no han sido detenidos y que deben ser procesados por la justicia.  «Lo que «Munich» soslaya»

Autor David Brooks

Periodista

Fuente New York Times (Estados Unidos) Referencia «What ‘Munich’ Left Out«, por David Brooks, New York Times, 11 de diciembre de 2006.

Resumen Cada generación de estadounidenses ve a Israel a través de su propio sistema de referencias. Antes, se concebía como un país que llevaba a cabo una lucha encarnizada por su supervivencia contra un adversario mayor, después del Munich de Steven Spielberg, israelíes y palestinos son percibidos como dos pueblos prisioneros en un ciclo de violencia. Durante las entrevistas promocionales, Steven Spielberg hace un llamado a la razón y a la discusión entre los dos pueblos. Quiere que su película sea una demostración de ese punto de vista, al filmar la pérdida de fe en Israel y en el sionismo de un agente del Mossad. Para lograrlo, Spielberg transforma la realidad y la pliega a sus propias concepciones. Comienza filmando una historia que tiene lugar en 1972, lo que le permite no tener en cuenta el auge del Islamismo. En el Medio Oriente de Spielberg, no existe Hamas, Jihad Islámico, antisemitas intransigentes, negacionistas como el presidente iraní o personas que quieren exterminar a los israelíes. Pero sobre todo, Spielberg se niega a ver la existencia del Mal. En el Medio Oriente de Spielberg, la mejor forma de lograr la paz es renunciar uno mismo a la violencia. Sin embargo, en el verdadero Medio Oriente, la única salida es vencer militarmente a los fanáticos. De igual manera, al optar por describir la acción de los años 70, Spielberg representa las premisas de la acción antiterrorista israelí, cuando Israel practicaba los asesinatos selectivos y no los arrestos de los que ha dado prueba. Contrariamente a lo que afirma Spielberg, no todas las violencias deben rechazarse, hay violencias constructivas.