A un costado del Boulevard de Sabana Grande, en Chacaíto, tres jóvenes vestidos de impecable azul se lanzan a la jungla de la avenida para escribir con tiza el «NO» sobre los cristales de los autos. Es un juego peligroso, que ellos disfrutan entre vocinazos y gritos a favor y en contra, sin que nadie […]
A un costado del Boulevard de Sabana Grande, en Chacaíto, tres jóvenes vestidos de impecable azul se lanzan a la jungla de la avenida para escribir con tiza el «NO» sobre los cristales de los autos. Es un juego peligroso, que ellos disfrutan entre vocinazos y gritos a favor y en contra, sin que nadie lo impida. A la entrada del Metro, dos muchachas que parecen desprendidas del mismo anuncio de shampú que estampa la pared, entregan una versión «corregida» de la Reforma Constitucional que será votada el próximo domingo y un plegable que llama a «aprovechar el derecho a la manifestación» -en otras palabras, una convocatoria a la violencia antes, durante o después del 2 de diciembre (2D en la nomenclatura mediática).
Esta «revolución» con rostros de telenovela se despliega, particularmente, en las páginas de la mayoría de los diarios caraqueños. Si una abre El Nacional, por ejemplo, Caracas es un grito contra el Presidente Hugo Chávez, Venezuela se está cayendo a pedazos y no se puede poner un pie en la calle debido a la polarización extrema. El titulista del periódico debe conocer de memoria El Apocalipsis: «Arremetida mortal a la legalidad», «Hagamos sentir la fuerza del NO», «El país es nuestro y estamos aquí para defenderlo», «La Reforma nos llevará al caos»…
Pero usted respira profundo antes de seguir leyendo, se sienta en un banco del Boulevard de Sabana Grande e intenta mirar por encima de la página del matutino y del grupito de muchachos «ligth». Ve rostros que no se parecen a los de los diarios, miles que van y vienen con compras en las rebajas navideñas, música a todo dar de un comercio a otro, celulares repiqueteando, adolescentes que juguetean entre sí a la salida de un liceo bolivariano, decenas de personas paradas frente a un televisor que están siguiendo el discurso de Chávez en Fuerte Tiuna después de entregar cientos de carros a las comunidades, y a Betsi, una señora que está haciendo la limpieza concentrada en las hojas de los árboles y en los papeles que el enorme tráfico de peatones va aventando por una de las zonas más populares de la capital de Venezuela.
Los titulares muestran una desesperación que la calle no parece presentir. No han podido presentar a un solo mártir opositor. De hecho, la única persona asesinada en una manifestación se llama José Oliveros, un joven de 19 años que recibió dos tiros por la espalda, cuando se pronunció a favor de Chávez en una manifestación anti-reforma en el municipio Guacara. El llamado al conflicto social, las tensiones políticas y los intentos de desestabilización se han resuelto a un costo muy bajo para ellos, mientras es más visible que nunca la recuperación económica en el país: la taza de pobreza pasó del 37,1 al 15,9 %; la indigencia, de 30,2 a 9,9 %; el desempleo del 20 al 7 %; el Producto Interno Bruto creció en el tercer trimestre en un 8,7 % -el más elevado de la región-, y por si fuera poco, la encuesta continental Latinobarómetro pone a Venezuela a la cabeza en dos indicadores clave: «confianza en el presidente» (60 %) y «confianza en el gobierno» (66 %).
A menos que ocurra el Apocalipsis que están pronosticando los medios, la Reforma parece que va con suficiente margen, pero la pregunta es qué ocurrirá después del 2D: «El dilema es sencillo: responsabilidad o aventurerismo; orden o caos; estabilidad o desestabilización; paz o violencia», afirma el ex presidente José Vicente Rangel en su columna de los lunes en Ultimas Noticias, una isla de razón y sensatez en medio de tanto alarido mediático.
Betsi se detiene ahora a tu lado, recoge un papel del piso y mira el periódico que tienes en la mano casi con lástima: «Misión Urdaneta, al que no le guste Chávez que prepare las maletas», dice inventándose una misión que no existe. «¿Qué cree usted que ocurrirá después del domingo?», reaccionas y dejas caer El Nacional en la bolsa negra de plástico que ella arrastra ante ti. «Estaremos mosca (despiertos). Estos que tanto quieren la Constitución fueron los mismos que la quemaron en el 2002, cuando el golpe de Carmona, el Breve… No les haga caso. La broma de ellos no es la Constitución. Al que no quieren es a Chávez. ¿Sabe usted por qué?… ¡Vea!, porque nosotros lo queremos.»