Antecedentes. En septiembre de 2001, en el marco escenográfico de los atentados terroristas islámicos, el influyente Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés) -donde figuran los geoestrategas Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski- encabezó el documento Nuevos horizontes, en el que planteó la captura de los hidrocarburos mexicanos mediante la «integración […]
Antecedentes. En septiembre de 2001, en el marco escenográfico de los atentados terroristas islámicos, el influyente Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés) -donde figuran los geoestrategas Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski- encabezó el documento Nuevos horizontes, en el que planteó la captura de los hidrocarburos mexicanos mediante la «integración energética» de los miembros del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El documento fue coapadrinado por la Universidad de Austin (Texas), el ITAM y la entidad fantasmagórica CIDAC, donde figura la firma del, en ese momento, cabildero de las trasnacionales petroleras texanas Jesús Reyes Heroles Jr., quien cinco años más tarde fue designado director de Pemex (Ver Bajo la Lupa, 16/11/05).
Ahora el mismo CSIS, que se autodescribe como «socio estratégico de planeación del gobierno de Estados Unidos», encabeza la captura del agua de Canadá mediante un documento secreto (¡supersic!) coapadrinado por The Conference Board of Canada y el CIDE de México: «Proyecto Futuro de Norteamérica del 2025».
El documento, revelado por el Consejo de Canadienses (CC), fue redactado en una reunión secreta (¡supersic!) de los tres gobiernos neoliberales del TLCAN transmutado en ASPAN por el régimen torturador bushiano en la etapa de su máximo despliegue bélico.
Según CC, el Proyecto 2025 reclama una serie de «reuniones a puerta cerrada» sobre «la integración de Norteamérica que versa sobre un número elevado de temas contenciosos que incluye la exportación masiva de agua, un perímetro conjunto de seguridad y un pacto continental de recursos».
Si es tan angelicalmente benéfico el Proyecto 2025, ¿por qué, entonces, ocultar sus bondades a los ciudadanos de los tres países?
Está bien que los mexicanos seamos retrasados mentales, como nos considera uno de los firmantes entreguistas de lo ajeno, Jesús Reyes Heroles Jr. (hermano del «demócrata» de Televisa, Federico, presidente de la sección mexicana de Transparencia Internacional, vinculada a la CIA), pero los ciudadanos de Canadá nada descerebrados han exigido el conocimiento sobre la entrega secreta de sus inmensos recursos hidráulicos, lo que ha orillado al gobierno de Stephen Harper a la defensiva y ha estimulado a una reacción gallarda de su Cámara de Diputados.
La agenda del Proyecto 2025 «diagnostica» el «consumo del agua, su transferencia y las masivas desviaciones artificiales de agua» (léase: construcción de acueductos a las zonas sedientas de Estados Unidos), con el fin de conseguir la «óptima utilización conjunta (sic) del agua asequible».
El documento develó la «coordinación trilateral de una política energética integrada» y el desarrollo de «una arquitectura de seguridad de Norteamérica». Pues sí: primero viene la propagandística intoxicación mental y luego se aplica su militarización (léase: el Comando Norte nuclear y la infame Iniciativa Mérida, donde Calderón paga para que Estados Unidos invada México).
El Proyecto 2025 toma como plataforma al ASPAN firmado en marzo de 2005 y resalta la «competitividad (sic) y la logística e infraestructura transfronteriza». ¡Las mismas promesas del fracasado TLCAN!
¿Cómo se pueden integrar tres países tan desiguales?
No dice nada sobre el muro de la ignominia en la transfrontera mexicana, mucho más aparatoso en muertes y en extensión que el Muro de Berlín.
Maude Barlow, directiva del CC, condenó la «ausencia de transparencia y rendición de cuentas» tanto de los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y México, como de sus transnacionales privadas. Fustigó la secretividad diseñada para otorgar al «sector de los negocios acceso privilegiado» a las reuniones tripartitas, mientras se le deniega a los ciudadanos.
En Canadá, la mayor superpotencia hidráulica del planeta, con 20 por ciento de aguas frescas, el tema del líquido es un «mito» sagrado, como en México es el petróleo, que ha estremecido a sus apacibles ciudadanos.
El CC coloca en relieve la prohibición de las exportaciones masivas de agua que forma parte de la enmienda del Tratado de Límites de Aguas Internacionales de 1909 que solamente se aplica a las aguas compartidas con Estados Unidos y deja de lado lo que «busca capturar Estados Unidos: el agua del norte de Canadá».
Mientras los gobiernos neoliberales de Estados Unidos, Canadá y México realizan sus oraculares juntas herméticas, el CC convocó a un debate ciudadano en Calgary (para que vean que no solamente los mexicanos somos vanguardia), en donde fue condenada la secretividad del Proyecto 2025.
Ralph Pentland, consultor de política ambiental especializado en agua, desmontó técnicamente los mandatos del Proyecto 2025, que solamente, a nuestro juicio, resguardan la concupiscencia de las trasnacionales del agua, tan malignas como sus siamesas petroleras y alimentarias: «Canadá y Estados Unidos poseen cantidades casi idénticas de abastecimiento de agua renovable; Estados Unidos consume menos de 10 por ciento de su abastecimiento».
Entonces, ¿el catastrofismo sobre el fin del mundo, del agua, del petróleo y los alimentos constituye un montaje hollywoodense del régimen torturador bushiano con el fin de apoderarse de los recursos vitales de los países valetudinarios?
Nadie niega la escasez de agua que vive Estados Unidos en California y en otras regiones -más por ineficiencia y pésima distribución que por carencia holística-, cuando pueden paliar sus deficiencias mediante acueductos domésticos y/o desalinización.
Tampoco se puede negar que el norte de México representa uno de los puntos más vulnerables en escasez hidráulica del planeta, mientras el agua es superabundante en el sur, en donde la panista Conagua no la sabe manejar, al grado de haber provocado deliberadamente la inundación de Tabasco. El problema de México es el pésimo manejo del agua bajo el pernicioso enfoque neoliberal coca-colero, y ya es tiempo de que se pongan a construir acueductos del sur hacia el norte, antes de que Estados Unidos explote las vulnerabilidades norteñas para avanzar su agenda de expoliación nada oculta.
Hace un año la Cámara de Diputados de Canadá votó por no entregar su agua a Estados Unidos ni a México, con 134 votos a favor y 108 en contra, que aderezó con una moción que recomienda a su gobierno federal «iniciar charlas con sus contrapartes de Estados Unidos y México para excluir (¡supersic!) el agua de los alcances del TLCAN». ¡Al revés del Congreso mexicano, que «debate» bizantinamente la forma edulcorada de cómo entregar los hidrocarburos a las trasnacionales texanas y gallegas, con o sin ASPAN!
Si Canadá rechaza entregar su agua en el marco del ASPAN, ¿por qué México tiene que regalar sus hidrocarburos?