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Después del secuestro

Fuentes: Rebelión

Una de las excusas que alegan quienes dudan de la violación de una mujer se refiere a que ella se lo buscó. Algo similar está ocurriendo en el Ecuador: el Presidente Rafael Correa es el culpable de que un grupo de policías sublevados lo secuestrara -en un hospital- para obligarlo a cambiar el contenido de […]

Una de las excusas que alegan quienes dudan de la violación de una mujer se refiere a que ella se lo buscó. Algo similar está ocurriendo en el Ecuador: el Presidente Rafael Correa es el culpable de que un grupo de policías sublevados lo secuestrara -en un hospital- para obligarlo a cambiar el contenido de una ley.

Y es que la oposición política de derecha y varios sectores de los medios hoy se empeñan en presentar el hecho de la sublevación policial -que causó la desprotección y saqueos en varias urbes del país- como una «protesta social» que reprocha el estilo del mandatario ecuatoriano. Es posible que la presencia inesperada de Rafael Correa en el Regimiento Quito tuviera un halo de temeridad; pero eso no justifica que la policía abandonara su rol de atender la seguridad interna y, por el contrario, protagonizara innumerables y flagrantes actos de violencia contra la ciudadanía desacatando las órdenes de su comandante general.

Así, la noción mediática de democracia se mezcla con el deseo tener en los espacios de conducción del Estado a cualquiera que asuma el discurso políticamente correcto de las elites.

No obstante, luego de la liberación de Correa de manos de los policías alzados quedan temas pendientes. Por ejemplo: la posibilidad de la muerte cruzada y la orientación política del régimen. Y para leer entrelíneas -a un día de lo sucedido- es útil alejarse de la hipócrita asepsia mediática que culpa a Correa de su secuestro y desvanecer los delirios ideológicos de los extremistas de izquierda o derecha.

La democracia liberal del Ecuador permite defender el estado de derecho por encima de los radicalismos de coyuntura. El ejercicio de la política, aunque sea precario, advierte que la opción de la muerte cruzada en vez de consolidar la nueva Carta constitucional -aprobada en 2008- podría enredar los ciclos políticos que su misma práctica demanda. Ergo, el régimen de Correa debería evaluar sus relaciones políticas con los distintos sectores que critican su accionar y, en simultáneo, morigerar los niveles de conflicto; porque es indudable que el motín policial logró algo imprevisto: legitimar un estilo duro en medio del oportunismo opositor.

El tiempo es propicio para que Rafael Correa relativice su buena racha post secuestro y, sin recelos, ajuste de verdad sus tuercas políticas.

 Carol Murillo Ruiz

Periodista, Ecuador. Ex subdirectora del diario El Telégrafo

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.