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Entrevista a Quim Boix sobre Francisco Fernández Buey

«Destacaría su coherencia personal, su discreción. No aceptó puestos de «figurón». Trabajó siempre para la unidad de la gente de izquierdas»

Fuentes: Rebelión

Quim Boix es un conocido y destacado luchador antifranquista que acompañó muy de cerca, ya en los inicios de los años 60 del siglo pasado, a Paco Fernández Buey desde posiciones comunistas. Actualmente, Quim Boix es miembro de la dirección del PCPE (Partido Comunista de los Pueblos de España, los marxistas-leninistas) y del consejo presidencial […]

Quim Boix es un conocido y destacado luchador antifranquista que acompañó muy de cerca, ya en los inicios de los años 60 del siglo pasado, a Paco Fernández Buey desde posiciones comunistas.

Actualmente, Quim Boix es miembro de la dirección del PCPE (Partido Comunista de los Pueblos de España, los marxistas-leninistas) y del consejo presidencial de la Federación Sindical Mundial

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Hace pocos días, el lunes 27 de agosto, despedimos a uno de los grandes luchadores antifranquistas de tradición comunista, a Francisco, a Paco Fernández Buey. ¿Cuándo y cómo le conociste?

Le conocí a principios de los años 60. Ambos militábamos en el PSUC como universitarios. Con la ayuda consciente de muchísimos estudiantes no comunistas, preparamos el entierro del SEU (Sindicato Español Universitario) que entonces lideraba el franquista Martín Villa (hoy transformado en falso demócrata, vaya en demócrata burgués, de esos que nos sobran), entierro, decía, que conseguimos aprovechando los resquicios de libertades que el franquismo daba a los estudiantes y no daba a los obreros.

¿Qué papel jugó Paco en la Capuchinada?

La llamada «Capuchinada» fue organizada con otro título: Asamblea Constituyente del SDEUB (Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona), que, al sernos negadas las aulas universitarias para hacerla, terminamos celebrando en el convento de los capuchinos de Sarriá…

¿Por qué en un convento?

Porque en las iglesias las reuniones no necesitaban permiso del gobierno franquista. En la «Capuchinada», Paco Fernández Buey, como delegado elegido democráticamente por los estudiantes de su facultad de Filosofía y Letras, presidió el acto al lado de los otros que éramos delegados del resto de facultades y escuelas universitarias.

¿Fuisteis detenidos? ¿Os llegaron a «juzgar»?

Fuimos detenidos en muchas ocasiones. Yo, por ejemplo, once veces. Las torturas que recibí motivaron la protesta y manifestación de sacerdotes de mayo de 1966.

¿Once veces has dicho?

Sí, y he dicho bien.

Nos juzgó el TOP (Tribunal de Orden Público) sucesor de los Consejos de Guerra que el fascista Franco puso en marcha para alargar su dictadura. Nos condenó a 6 meses de cárcel por asociación, propaganda y manifestación ilegal (no pudieron demostrar nuestra militancia comunista. Una condena, por cierto, mucho menor que la de los tribunales actuales contra jóvenes manifestantes). También nos expulsaron de todas las universidades españolas por tres años, y nos quitaron el derecho a hacer las milicias universitarias (que, para los estudiantes, acortaban y facilitaban el servicio militar).

Hablabas antes de una manifestación de sacerdotes en 1966. ¿Qué manifestación fue esa?

Fue la que organizaron los sacerdotes progresistas que expresaron así su rechazo a las torturas. Se concentraron en la catedral de Barcelona, usaron la sotana negra (algunos ya no la llevaban diariamente) e intentaron entregar en la Jefatura de Policía de Vía Layetana un documento de protesta contra las torturas (aprovechando la denuncia presentada por mi madre contra la policía que me torturó). Los grises (el uniforme de la policía era de este color bajo el franquismo) les disolvieron a base de golpes de porra y la carta que llevaban no fue recogida por el jefe de la policía.

Creo que tanto tú, como Paco Fernández Buey o Paco Téllez, hicisteis el obligatorio servicio militar franquista en el Sahara. ¿Por qué? ¿Simple azar?

No fue ningún azar. El aparato represor franquista quería alejarnos de nuestros compañeros y amigos universitarios. Por ello nos mandó (sin dar ninguna justificación) lo más lejos posible, sin posibilidad de regreso a la península (ni un permiso) durante los largos meses en que nos retuvieron en el cuartel de Cabeza Playa de El Aiún. Solo abandonamos el Sahara los días imprescindibles para ser juzgados, en Madrid, por el TOP.

¿Cuándo se celebró ese juicio? ¿Qué recuerdos tienes de aquello?

El juicio se celebró en 1.967. Los juzgados, además de Paco y de mi mismo, éramos todos los delegados de facultad que presidimos la llamada «Capuchinada». Nos defendieron abogados diversos, ideológicamente hablando, que componían el colectivo progresista de la Comisión de Defensa del Colegio de Abogados de Barcelona. Nos aplicaron las leyes del dictador Franco, pero con mucho menor rigor que si hubiéramos sido obreros.


¿Pudisteis tener alguna relación durante aquel tiempo lleno de dificultades y represiones?

Sí, muchas relaciones. Hicimos incluso amigos para toda la vida. Allí fundamos una escuela (en el cuartel) para adultos y una importante biblioteca que se nutrió con buenos libros regalados por muchas editoriales dirigidas por personas progresistas. Llegamos a tener propaganda clandestina enterrada en la arena del desierto. Estuvimos casi dos años.

¿Propaganda clandestina enterrada en el desierto? ¿Qué firma llevaban esos papeles? ¿No os jugabais el tipo?

Cierto que manejar la propaganda clandestina era un riesgo, pero este riesgo nos daba moral de resistencia ante las arbitrariedades que a diario debíamos soportar. Fuimos lo suficientemente vigilantes como para no ser sorprendidos nunca con los materiales en nuestras manos. Los documentos eran, mayoritariamente, «Treball» y «Mundo Obrero», los órganos de expresión del PSUC y del PCE, que nos llegaban a través del abogado Sagaseta de Canarias…

¿Sagaseta? ¿El que luego fue un gran y no olvidado diputado comunista, crítico hasta la racionalidad más admirable, en los primeros años de la Transición-transacción?

Exacto, ese mismo.

Enterrar los documentos en la arena era una forma segura de disponer de ellos sin mucho riesgo, pues la operación de entierro o desentierro la hacíamos en los momentos adecuados, al salir o ponerse el sol, ya que en dichos momentos la visibilidad en el desierto se reduce enormemente, y si tu no ves a nadie, seguro que nadie puede verte, aunque estés en medio de un terreno sin obstáculos que podrían camuflarte. Eso nos lo enseñaron allá.


Entonces, por lo que cuentas, seguisteis haciendo activismo político en aquellas circunstancias. ¡Estabais de atar-admirar, erais gente maravillosa!

Si, con la propaganda clandestina que nos llegaba, transformamos en antifranquistas a muchos soldados que habían llegado allá sin militancia previa de ningún tipo. Una parte de ellos se incorporó a la militancia clandestina al terminar el período de servicio militar obligatorio. La escuela, que antes cité, y los libros de la biblioteca, fueron los instrumentos de nuestras actividades políticas.

¿Qué explicabais en esa escuela que fundasteis? ¿Quiénes hicisteis de profesores?

Fue muy simple nuestro trabajo docente. Muchos de los soldados eran casi analfabetos. Les enseñamos a leer y escribir, les dimos estímulos para apreciar la lectura, les explicamos lo básico de «las cuentas», es decir a saber hacer las cuatro operaciones básicas necesarias en la vida cotidiana, y evidentemente, mezclado con ello, intentamos que entendieran su vida y su entorno de otra forma, viendo que existía fascismo y lucha de clases. Los profesores, además de Paco y de mi mismo, fueron Carlos Subirana (también «castigado» y enviado al Sahara, por haber sido subdelegado de Ciencias) y otros con un mínimo de estudios que entendieron la utilidad del trabajo educativo hecho como militancia voluntaria.

¿Nos cuentas alguna anécdota sustantiva de aquellos días? Eloy Fernández Porta explicó una el día de la despedida en el Tanatorio de Les Corts de Barcelona.

Hay muchas. Pero quizás la más significativa fue que supimos, ayudados desde la península, aprovechar las contradicciones del propio régimen fascista. La escuela y biblioteca citadas las aceptó el comandante (máxima autoridad militar en Cabeza Playa de El Aiún) en contraposición con los capitanes y sargentos chusqueros. El comandante tenía lo que se llama «algo de estudios» y lo valoraba, mientras los chusqueros alardeaban de no haber estudiado y siempre que no estaba el comandante nos sacaban de la escuela y nos mandaban a barrer el desierto (como recordó Eloy Fernández Porta).

 

¿Barrer el desierto? ¿Y eso por qué?

Era, como muy bien recordó Eloy que explicaba su padre, para intentar humillarnos, «demostrar su superioridad» (que para ellos era mandar, pues a ellos les humillaba ser mandados y vivían amargados dado que su vida cuartelaria era sólo obedecer). Nos hacían hacer un trabajo totalmente inútil, ya que el viento volvía a colocar, a las pocas horas, la arena en los lugares de donde nuestra «barrida» la sacaba.

¿Cuándo acabó todo aquello? ¿Os arrestaron alguna vez?

Acabó cuando cumplimos los meses de mili obligatorios entonces, sin que nos computaran los que ya habíamos hecho en milicias universitarias. Así, yo mismo, además de más meses de mili de lo normal en la época, tuve que volver a jurar bandera. Cosa incoherente en la disciplina franquista, pues solo se jura una vez, pero les daba igual con tal de «putearme». Es decir, que debo ser de los pocos españoles que hemos renegado de la bandera franquista en dos ocasiones, ya que evidentemente no le juré la fidelidad a la que me obligaban (mis banderas han sido siempre la republicana y la roja comunista).

Te preguntaba por arrestos.

Sí que nos arrestaron, bastantes veces (creo que a Paco más que a mí), pero fueron pequeñas sanciones, no caímos en provocaciones (haberlas las hubo) que nos hubieran supuesto prisión militar.

¿Seguisteis relacionándoos después del regreso a la Península, a Barcelona?

La relación con Paco solo la ha roto su prematura y justamente lamentada muerte. Cierto que nos veíamos con menor frecuencia cuando dejamos de militar en el mismo partido (con la ruptura del PSUC, al decir la militancia NO al eurocomunismo; a mi me eligieron portavoz del citado NO en el V Congreso). Pero seguimos luchando juntos en muchos frentes y coincidimos siempre en las manifestaciones públicas. Además tanto Paco como su compañera, Neus Porta, siempre han sido buenos amigos personales.

¿Qué destacarías de la trayectoria política de Paco?

Su coherencia personal, su discreción. No aceptó puestos de «figurón», que ocuparon a veces personas mucho menos capaces que solo deseaban medrar. Trabajó siempre para la unidad de la gente de izquierdas. También, desde la distancia por no ser yo docente, deseo destacar su trabajo en las diferentes universidades donde ha enseñado como catedrático. Y evidentemente, no menos importante, sus aportaciones a la reflexión colectiva con los muchos textos que (siempre bien trabajados) nos ha dejado, siguiendo el ejemplo de su maestro, el comunista Manuel Sacristán.

¿Y de su marxismo? ¿Qué opinión te merece la forma en que Paco abonó y cultivó la tradición?

Yo soy ingeniero industrial, no soy experto en filosofía como era Paco. Yo, además de comunista y para serlo con coherencia, he practicado y sigo practicando la lucha marxista, la de clase contra clase, el sindicalismo no amarillo (por ello fui ocho veces despedido como sindicalista de empresas privadas y públicas). Seguramente por ello, en abril de 2011, en el 16 Congreso de la FSM, realizado en Atenas, fui elegido como uno de los 40 sindicalistas de todo el planeta que debemos dirigir la FSM (Federación Sindical Mundial). Ciertamente, como dejé escrito en el libro de despedida del tanatorio, con Paco tuvimos diferencias, y quizás las mayores estaban en los temas sindicales, pues Paco siguió apoyando a CCOO a pesar de la deriva de conciliación de clases a la que la han llevado sus dirigentes (véase que están en la CSI, Confederación Sindical Internacional, que apoya a la OTAN y su intervención en Libia y otros lugares).


Pero Quim perdona un segundo, Paco no fue en absoluto partidario ni afín a las direcciones de CC.OO. de los últimos congresos. Nada que ver con Antonio Gutiérrez (de quien no dejó de reconocer su capacidad político-argumentativa) y nada que ver tampoco con Fidalgo y Paredes. El siempre se encontró mucho más próximo al sector crítico, a las posiciones de Agustín Moreno por ejemplo. De hecho, sin dejar de admirar a Marcelino Camacho, no fue ningún entusiasta de los Pactos de Moncloa. ¿No fue este el caso?

Cierto todo lo que dices, pero el sector crítico lleva tiempo sin funcionar (a este colectivo yo mismo le ayudé a existir en Catalunya, hace muchos años, cuando yo era el máximo responsable de CCOO en mi centro de trabajo, el Ayuntamiento de Montcada i Reixac). En los últimos años lo necesario es denunciar la deriva de CCOO. Yo mismo le reclamé a Fidalgo, por escrito, en nombre de los afiliados a CCOO de mi trabajo, por qué mandó (dos años después de que fracasara el golpe de estado de la patronal capitalista) a un dirigente de CCOO a hacerse la foto en Caracas al lado del sindicato venezolano que apoyó el golpe contra Chávez. Fidalgo me contestó oralmente que nunca me contestaría por escrito. Por ello yo discrepaba con Paco que no denunciara públicamente lo que si decía en privado. Y CCOO puede hoy seguir engañando a los trabajadores aprovechando una imagen de lucha que fue real, cuando era un sindicato de clase, pero que hoy ya no lo es.

Bueno, lo dejamos aquí. Pero estas diferencias políticas, sindicales, no os distanciaron personalmente por lo que antes contabas.

No, no nos distanciaron en cuanto amigos pero si nos hicieron discrepar, respetuosamente, en más de una actividad pública, especialmente en los debates abiertos a los asistentes.

¿Coincidiste con él en alguna de las movilizaciones de estos últimos años? Me imagino la respuesta.

Si, claro, en todas las grandes luchas de masas por los derechos y libertades. En especial en todas las últimas huelgas generales y hubiéramos coincidido, si siguiera viviendo, en la próxima huelga general que algunos ya han convocado para el 26 de setiembre.

¿Quieres añadir algo más?

Solo insistir en que Paco era una buena persona, coherente, lúcido, reflexivo, trabajador y por todo ello comunista, además de buen amigo de sus amigos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.