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Diez apuntes para no olvidar al enemigo principal

Fuentes: Rebelión

«El imperialismo no es una etapa, ni siquiera la etapa más alta del capitalismo. Desde el comienzo es inherente a la expansión del capital y la conquista imperialista del planeta por los europeos y sus hijos norteamericanos». Samir Amin   1.- Barras y Estrellas   Cuando nacía el siglo XXI el periódico New York Times […]

«El imperialismo no es una etapa, ni siquiera la etapa más alta del capitalismo. Desde el comienzo es inherente a la expansión del capital y la conquista imperialista del planeta por los europeos y sus hijos norteamericanos». Samir Amin

 

1.- Barras y Estrellas  

Cuando nacía el siglo XXI el periódico New York Times Magazine publicó una portada con un gran puño apretado pintado con las estrellas y barras con las siguiente frase: «Esto es lo que el mundo necesita hoy para que la globalización funcione. Estados Unidos no debe temer actuar como la potencia todopoderosa que es».

A confesión de partes, relevo de pruebas. La mencionada portada ilustra el espíritu que impregna a la elite imperial americana. También da cuenta que el «imperialismo colectivo» conformado por Estados Unidos, Japón y Europa, es básicamente asimétrico, tiene un solo mandamás; Washington.

La portada posee una cualidad añadida. Deja claro que -por el momento- la «triada» esta bajo el indiscutible predominio político, económico y militar de los Estados Unidos. En el reparto mundial, las demás potencias capitalistas disponen de un rol subordinado.

Estados Unidos es el «soldado universal» que garantiza la reproducción del capital, protege con su maquinaria político, militar y propagandística a las clases dominantes en todos los rincones del planeta.

No hay otro país que brinde al capital más garantías que las generadas por el Pentágono y Wall Street. Para respaldar este papel, el gran gendarme cuenta con cerca de 800 bases militares desplegadas en 120 países, incluyendo más de 90 apostadas en Europa.

2.- La UE: complemento y colaborador necesario

Terminada la segunda guerra mundial los estrategas norteamericanos disciernen correctamente. Era imposible mantener el sistema mundo capitalista sin las viejas naciones colonialistas. En la vieja Europa estaba su origen y parte de su futuro.

Por tanto, la UE nace signada para no disputar el poder de los Estados Unidos. Al contrario surge con el respaldo norteamericano para servir de cortafuegos ante el «peligro soviético» y como «colaborador necesario» para la  expansión del capital internacional.

Ahora bien, como sabemos, el modo de producción capitalista se desarrolla de un modo desigual y combinado. Este patrón evolutivo ha creado países centrales dominantes y naciones periféricas subordinadas. En territorio europeo, el centro se ubicó históricamente en los países anglo-sajones protestantes (Alemania, Holanda, Bélgica, Inglaterra) y la periferia en los pueblos del sur del continente.

Con la caída del muro este proceso -propio del crecimiento capitalista- recibe un empujón decisivo. La reunificación convierte a Alemania en la nación más grande y con mayor poderío económico de Europa.

3.- Sueño de renacer imperial

En la actualidad, el «cuarto Reich» parece distante, sin embargo intelectuales como Ulrich Speck marcan la línea de la clase política; «De la misma manera que el imperio Alemán era una sociedad anónima con la mayoría de las acciones en manos de Prusia, hoy la Unión Europea debe jugar un papel similar y ser la palanca para la política exterior de la actual Alemania.»

Dicho con otro términos, es el viejo sueño carolingio. Los «junquers», la vieja oligarquía germana, aspira a capitanear un sub-imperio europeo desde el puesto de mando que ofrece la Unión Europea.

Para lograrlo se han dado a la tarea de recrear un gran proyecto nacional. Un proyecto que cuenta hoy con el consenso mayoritario de su población, representada políticamente por la «gran coalición» de socialdemócratas y conservadores.

Hasta hace pocos años, la Unión Europea era un proyecto de apariencia exitosa. Creció como una gran plataforma de la globalización capitalista, de la financiarización de la economía.

La deslocalización propugnada por el propio neoliberalismo le ha hecho morderse su propia cola. El sueño del «renacer imperial alemán» se alejaba. Era imposible con las conquistas de los trabajadores ganadas en décadas. Había que desposeerlos para aumentar los márgenes de ganancia de la gran empresa. Fueron los socialdemócratas -con la llamada Agenda 2010- los que cambiaron el cuadro macro-económico. ¿Su objetivo? Hacer del país una fuerza más competitiva y determinante en los mercados internacionales.

La crisis, desatada en el 2008, puso en evidencia que se necesitaba la pócima ultra-liberal en toda Europa. En efecto, esta crisis ha servido de pretexto para ejecutar la llamada política del «shock». Es el modelo, de factura anglosajón, que impone el «hegemón» alemán para competir con eficacia ante los países emergentes.

4.- La OTAN Económica

A diferencia de la desnortada izquierda europea, la elites dominantes cuentan con eficaces «think tanks» que le procuran objetivos claros, respaldados por un elaborado pensamiento estratégico.

Nada de lo que ocurre es casualidad. Detrás de cada retroceso del llamado «estado de bienestar» hay un plan maestro elaborado en los cenáculos de los poderes de la oligarquía financiera.

En el campo económico la ofensiva neoliberal esta muy lejos de concluir. Al revés, el plan maestro aun no se ha ejecutado íntegramente. El siguiente paso está a la vuelta de esquina. Se llama Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión (ATCI).

El Acuerdo Transatlántico, negociado en estos días de manera secreta, pretende crear una gigantesca área de «libre comercio» entre Estados Unidos y Europa. Según sus propias palabras tiene como objetivo: «alcanzar los niveles más altos de liberalización y protección de las inversiones» y «abrir a la empresa privada, sin discriminación alguna, los servicios, el transporte y todas las áreas de la economía».

Como se puede apreciar, el capitalismo no puede parar de expandirse. Su constante expansión es una condición obligada de su sobrevivencia. La dinámica de la triada imperialista responde a esta lógica.

El Acuerdo Transatlántico es la cara económica de la OTAN. El mercado común entre Estados Unidos y la Unión Europea, es un requerimiento inexcusable para relanzar con ímpetu el predominio mundial de las potencias occidentales.

Mirado en perspectiva, el episodio de espionaje denunciado por E. Snowden, no hacen más que confirmar la hegemonía de Estados Unidos. Este se impone a pesar de la indiscutible política intervencionista del gran patrón en los asuntos internos de sus aliados más cercanos.

En otras palabras, las contradicciones subyacentes en la triada todavía no son suficientes para colocar en entredicho la preeminencia norteamericana.

5.- In good we trust, pero no tanto

Para Paul Craig Roberts, columnista The Washington Times, republicano, ex asesor económico de Reagan «el siglo estadounidense ha terminado antes de empezar«.

Efectivamente, muchos analistas piensan que la superioridad del imperio norteamericano empieza a dar síntomas de agotamiento. Destaquemos algunos indicios de esta relativa debilidad imperial.

En el campo económico los antecedentes revelan que el dólar, clave financiera del dominio norteamericano, está condenado a perder su papel de moneda de referencia del comercio mundial. Segú, lo confirma el ultimo informe GEAB, el yuan chino se apresta a plantar cara a la divisa Imperial.

En la práctica, pausadamente, está ocurriendo lo anunciado por una editorial de Xingua; «La quiebra fiscal en Estados Unidos justifica un mundo des-americanizado. Los intercambios entre China y Rusia, entre China y otras naciones del mundo, ya se hacen sin utilizar el dólar.

El propio economista republicano, Craig Roberts, alerta preocupado: «el actual conflicto en Ucrania puede acelerar el surgimiento de una moneda de los BRICS». Países, nos recuerda, «que reúnen más de la mitad de la humanidad».

En el fondo la financiarización de la economía -y su consecuente endeudamiento- está pasando factura al capitalismo de matriz occidental. Le han salido competidores.

6.- Nuevos púgiles en el ring

El desarrollo de los emergentes BRICS está empezando a poner en entredicho la dominación de las naciones centrales del capitalismo histórico.

Aunque el bloque BRICS es todavía informal, en su seno se está consolidado un potente eje Moscú-Pekín. Eje que ha originado los primeros contrapesos importantes a la «triada imperial».

La alianza Moscú-Pekín está dirigido por una nueva burguesía y una burocracia política, formada tras el fracaso de la experiencia del régimen estatista, mal denominado socialismo. El régimen económico que gestionan no es más que variables del capitalismo de estado. (También hay que decir que en estas potencias euro-asiáticas hay plutócratas con un papel ambiguo porque son parte activa de la transnacionalización de los capitales).

Por otro lado, en el otro extremo del mundo, Estados Unidos tiene dificultades para mantener el control imperial. Una ventana de oportunidad se ha abierto en su patio trasero. Por el hueco transitan procesos de liberación nacional de algunos países de América Latina (Venezuela, Ecuador y Bolivia).

En este caso, se trata de experiencias, eminentemente anti-imperialistas, con proyectos nacionales y populares, pero todavía dentro de los márgenes del capitalismo de estado.

Sus gobiernos, hostigados permanentemente por el Imperio, se han visto obligados a establecer nuevas alianzas defensivas, tanto regionales como internacionales (Rusia acaba de anunciar la instalación de bases en Venezuela, Nicaragua y Cuba).

No hay que echar las campanas al vuelo. El papel hegemónico de Estados Unidos es todavía incuestionable en muchos aspectos. Por tanto, es demasiado temprano para calibrar la magnitud del declive norteamericano. Pero, tal como lo percibe Craig Roberts todo indica que, el siglo XXI ya no será «el siglo americano».  

7.- Subversiones de los poderosos

En el campo militar la superioridad militar estadounidense también empieza a ser dudosa. Para expertos en cuestiones militares (Jaques Sapir, entre otros ) Estados Unidos tendría serias dificultades para mantener varias guerras convencionales a la vez. En efecto, en la últimos conflictos, las tropas imperiales han sido incapaces de conservar el control sobre el terreno ocupado.

No obstante, Estados Unidos sabe que no puede perder la ofensiva. Su hegemonía pende de su capacidad de intervención en todas las áreas conflictivas del planeta.

Ante el debilitamiento relativo de su poder, el Imperio ha empezado a reemplazar gradualmente el antiguo expediente invasor, por la estrategia de la conspiración sediciosa.

El diseño de este viraje táctico adquirió nivel «teórico» con el documento del experto en inteligencia militar, William Lind: «El rostro cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación».  

Este trabajo define a las guerras de nuestra época como «guerras de cuarta generación». Se trata de una fórmula que emplea las viejas armas del espionaje, el uso de mercenarios, la formación de ejércitos secretos, las acciones encubiertas.

El medio primordial de esta estrategia es la guerra sicológica. El nuevo dispositivo bélico privilegia el uso de los medios de comunicación, las modernas tecnologías de la información, el empleo planificado de la propaganda y las operaciones sicológicas diseñadas por expertos en manipulación de conciencias.

La neo-política sediciosa está presente en todos los países agredidos por el imperialismo. Todos han sido invariablemente víctimas de este tipo campañas. En la actualidad, la primera potencia hace gala de su músculo subversivo en tres países a la vez: Siria, Venezuela, Ucrania.

8.- ¿Que se esconde tras la guerra sicológica?

Está claro que el Imperio no aceptará un poder menguante. Responde de manera planificada a los desafíos de la historia. Un Imperio global requiere de una respuesta global.

En el campo económico una de sus apuestas fundamentales es el anunciado Acuerdo Transatlántico. En el campo militar la elite imperialista no tiene duda alguna. Se juega el dominio del mundo en el siglo XXI.

Estados Unidos, Japón y las viejas potencias colonialistas han optado por enfrentarse a las naciones emergentes. Necesitan con urgencia «colocar en vereda» a los países que simplemente procuran preservar, para sus ciudadanos, la explotación de sus recursos naturales.

El acelerado crecimiento de China y el fortalecimiento de Rusia, dos naciones que cuentan con un pasado no capitalista, son vistas como una amenaza para occidente.

Estados Unidos se ha visto obligado a ajustar su discurso para el siglo XXI. De repente, el peligro terrorista islámico desaparece de sus prioridades. El grueso de sus esfuerzos se vuelcan en conquistar la superioridad en el área euro-asiática. Lo hace vía extensión de la OTAN hacia el este y creando un cinturón de bases militares alrededor de China y Rusia.

La destrucción de la pequeña nación petrolera de Libia puso un punto aparte en la relaciones de colaboración de China y Rusia con las potencias occidentales.

La idílica mundialización que vendió el Imperio ha mostrado su verdadera cara. Un camino de muerte y sangre, pleno de guerras neo-coloniales que devastan naciones y pueblos completos.

Al mirar la tenebrosa luz que arrojó el conflicto libio, resulta vergonzoso la pérdida de perspectiva de ciertos intelectuales españoles y europeos que se dicen demócratas, de izquierda y anticapitalistas.

9.- ¿Anticapitalismo sin antiimperialismo?

No es posible entender el actual sistema mundo capitalista sin la gestión compartida que hace el imperialismo colectivo. En nuestra época las clases dominantes entrelazan sus intereses forjando una gestión participada de las finanzas, de la política y de los asuntos militares.

Efectivamente, no hay lucha anticapitalista que no sea anti-imperialista. El imperialismo no es un producto externo al capitalismo. Es la condición necesaria de su desarrollo.

No lo entiende así cierta «izquierda» europea». En su permanente derechización (1) se han conformado con políticas de solidaridad con los pueblos explotados del sur. Esta «izquierda» no consigue comprender que el corazón de una política anticapitalista es una activa política anti-imperialista.

El proyecto explicitado por Bruselas y el FMI no puede ser más transparente. Las naciones del sur de Europa tienen su lugar reservado en la división internacional del trabajo del modelo neoliberal. Su destino está determinado. Deben ser «maquiladoras de low cost» para la industria y tecnología de una Europa con hegemonía alemana.

En el caso del reino de España, desde hace mucho tiempo tiene un rol subordinado en el macro-mundo del Imperio. Su ingreso a la Unión Europea y la implantación del euro han significado la pérdida casi completa de su soberanía económica y política. En el reparto de papeles, le ha tocado el rol de patio trasero.

Basta con mirar el mapa para comprender que debemos agregar el factor geoestratégico. España ha sido siempre la puerta de entrada al Mediterráneo. Así lo entiende Estados Unidos que ha intervenido activamente en política interna desde la época de Franco (2).

Para el Imperio, el control sobre el Mediterráneo sigue siendo una prioridad estratégica. No por casualidad es en territorio español, donde Estados Unidos despliega sus armamentos de ultima generación: el escudo antimisiles.

El escudo, aprobado en las postrimerías del gobierno de Zapatero, puede llegar a colocar a España en el ojo de la tormenta. Ucrania, Siria o Libia están prácticamente «a tiro de escopeta» de la península.

10.- El regreso de los estados-nación

Entre otros factores, la clave de la actual crisis internacional debemos buscarla en la economía. Más precisamente en el movimiento de los capitales.

Ahora sabemos que China se deshizo en diciembre pasado de una partida récord de bonos del tesoro de EE.UU. Otros Bancos Centrales han reducido su posesión en una gran cantidad. Si prosigue esta tendencia se pondrá al descubierto la fragilidad del dólar y del mercado de deuda estadounidense.

Politólogos de todo el mundo se están preguntando si estamos ante el comienzo del fin de la globalización neoliberal. Sería el tercer fracaso de la mundialización capitalista en los últimos 200 años.

A «contrario sensu» están regresando los intereses vitales de los estados-naciones. Realmente, nunca se fueron.

Las potencias y todas las naciones empiezan a mover fichas. Los países con recursos energéticos tejen alianzas declaradas o soterradas. Tras cada conflicto lo que está en juego es la conformación de un nuevo escenario geopolítico y geoestratégico.

En este escenario la hipocresía «civilizada» de la Unión Europea ya no consigue a ocultar su verdadera catadura. La UE no es más que una pieza indispensable de la triada imperialista.

Hay que agregar su deslegitimación. Para amplios sectores de la opinión publica es un engendro antidemocrático, un monstruo burocrático al servicio de la banca. Efectivamente, el euro ha sido el principal instrumento utilizado por el capital financiero para «normalizar » la implementación del neoliberalismo en Europa.

Salir del euro se ha transformado en una necesidad acuciante para los pueblos del sur europeo. La divisa es un dogal que asfixia sus economías.

Una condición sine qua non para acometer una política contra el euro será instituir una coalición que reúna a las naciones del sur europeo en alianza con los países que estén dispuestos a desafiar a la triada imperialista.

En tiempos tormentosos no se puede perder la brújula. El enemigo principal sigue siendo el imperialismo. Si en España avanza un verdadero proceso democrático-revolucionario tendremos a la triada imperial frente a frente con sus bases militares y su arsenal de herramientas sediciosas.

Las fuerzas emancipadoras necesitan contar con un accionar propio de un pensamiento estratégico acorde con la época. Esta tierra, por su ubicación privilegiada, será parte de la disputa entre las nuevas alianzas internacionales que está en plena configuración. No pensarlo de esta manera, sería de una ingenuidad criminal. 

Notas

 1.- El colmo del entreguismo fue la actitud del eurocomunista Berlinguer. El líder del PCI ofreció mantener a Italia dentro de la OTAN si su partido llegaba a gobernar. La deriva de esos dirigentes la conocemos, son el núcleo duro del PD un partido neoliberal más.

2.- Hay un libro de Joan Garcés (Soberanos e Integrados), basado en los documentos desclasificados de la CIA, que pone al descubierto el estrecha tutela que ejercieron los servicios de inteligencia norteamericanos sobre la transición el año 1976. Solo como ejemplo diremos que hoy se conocen los operativos que planificaron conjuntamente la CIA y la inteligencia militar española durante los días de la restauración Borbónica. A saber: Operación Lucero, Operación Diana, Operación Alborada y Operación Jano.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.