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No sólo una historia falsa. Las grandes mentiras, de las supuestas verdades.

Dígale NO a «Secuestro Express»

Fuentes: Rebelión

El gran fenómeno de taquilla venezolana «Secuestro Express» de la compañía norteamericana Miramax y actuada estelarmente por un casting de venezolanos y algunos extranjeros entre los cuales resalta el panameño Rubén Blades, conocido en todo el continente por sus salsa de contenido popular, con espíritu de protesta, no es más que una rebuscada y costosa […]

El gran fenómeno de taquilla venezolana «Secuestro Express» de la compañía norteamericana Miramax y actuada estelarmente por un casting de venezolanos y algunos extranjeros entre los cuales resalta el panameño Rubén Blades, conocido en todo el continente por sus salsa de contenido popular, con espíritu de protesta, no es más que una rebuscada y costosa manera de decir grandes mentiras a la mayor de las escalas.

La película que transcurre en la ciudad de Caracas trata sobre una nueva clase de delito, el «secuestro Express», una elaborada y eficaz manera por medio de la cual los secuestradores obtienen grandes cantidades de dinero en poco tiempo, con poco riesgo, sin necesitar de muchos planes, ni tener lugares disponibles para perpetrar el delito.

La protagonista, una muchacha muy bella, que en cada uno de sus rasgos revela que es una muchacha del Este de Caracas, con su costoso vestido y manejando una Gran Cherokee 2005, es secuestrada junto con su prometido en una farmacia cercana a las mejores discotecas de la ciudad. Allí comienza la desgracia de la protagonista y la mentira escondida en las pequeñas escenas que reflejan una Venezuela violenta, terrible, insoportable, donde la violencia, la delincuencia, los hurtos, robos, secuestros, el tráfico de droga no son parte de la vida común sino su único elemento.

La Caracas de «Secuestro Express» es una ciudad habitada por dos clases de venezolanos: los de dinero y los delincuentes -conformados únicamente por personas pobres, donde ser pobre es lo mismo que ser delincuente-, una ciudad en la que al secuestrado lo atracan mientras saca el dinero del banco para pagar su rescate, en la que la camioneta de los secuestradores es robada, donde el joven prometido de la secuestrada es vuelto a secuestrar en el taxi en el que desesperado busca llegar a su casa, todo esto en un mismo día en la misma ciudad. Donde la policía venezolana es puesta en evidencia como compuesta por un sólo tipo de funcionarios, donde aparecen tres funcionarios, el primero nota que la protagonista fue secuestrada y deja pasar el carro a cambio de cocaína; los dos otros, al encontrar a la joven tirada en el piso, desorientada e indocumentada se la llevan para violarla.

Como venezolanos la existencia de esta película y su gran difusión ha de ser considerada como una ofensa, nuestro país, no es el país que ella refleja. Es un país en el cual la violencia existe, en el cual, quedan pocos sitios totalmente seguros pero no es una olla a presión en la cual los pobres odien a los ricos por su camioneta nueva o su vestido de diseñador -como textualmente dice uno de los secuestradores a la victima- .

La historia de los secuestros, de los atracos, de los robos, la historia de delincuentes, de antisociales, de psicópatas que existen en ésta y en todas las sociedades, es la historia de componentes individuales y sociales, de situaciones que hacen más atractivos el delito, pero la condición de pobre no es elemento principal de la delincuencia.

Para nosotros, que en algún momento también hemos sido victimas de la delincuencia pero que por encima de cualquier cosa hemos tenido la bendición de compartir nuestro tiempo con la gente que busca en medio de su pobreza construir un futuro para superar los dolores y problemas del pasado y el presente injusto y terrible que viven, la película no puede ser más que falsa pero sobretodo no la podemos dejar pasar por alto.

«Secuestro Express» no sólo constituye una ofensa para nuestro país y para todos los que luchan de manera honesta por lograr un mejor futuro sino que es una historia que sus productores saben falsa, destinada a continuar la destrucción de la imagen de nuestro pueblo, del proceso de cambios institucionales de nuestro Estado y de cada uno de nosotros, como venezolanos y como latinoamericanos.

La película se burla de nuestras instituciones, de nuestros mecanismos de seguridad pública y privada, insiste en presentar como temibles delincuentes a todos los policías que intervienen en ella. Sabemos bien que nuestros cuerpos policiales cuentan con una porción de funcionarios ineficientes, corruptos e incompetentes, también sabemos que existen en ellos ciudadanos que arriesgan su vida para intentar proteger nuestras vidas y bienes más preciados.

Mi país, es un país que se levanta temprano en la mañana para luchar por su historia, por dejar de vivir a medias y a oscuras y enfrentar la luz, mi país no es uno país donde el pobre exija al rico dejar sus pertenencias por las cuales toda una vida trabajó, es un país donde el pobre exige al rico que le deje vivir. Un país, donde es más nocivo el miedo del rico que el espíritu vengativo del pobre.

No podemos como ciudadanos venezolanos permitir que nuestra soberanía, que nuestra democracia, que nuestra paz social, que nuestra seguridad jurídica, que nuestra imagen frente a nuestros compatriotas ni a los ciudadanos de otros países sean ridiculizada, que violen nuestro derecho de ver una información cierta, son suficientes las mentiras que las pequeñas pantallas cuentan como para dejar que ahora las grandes continúen el trabajo de borrar nuestra historia.