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Reflexiones sobre la Alemania nazi 70 años después de su caída

Disolución del fascismo

Fuentes: Rebelión

No podemos detener a un homicida fascista […] sin antes percibirlo en nosotros mismos, sin antes comprender las instituciones sociales que día a día los incuban.» [i]. Wilhelm Reich.   Con la conquista de Berlín por el Ejército Rojo el 8 de mayo de 1945 termina el Tercer Reich y la Segunda Guerra Mundial en […]

No podemos detener a un homicida fascista […] sin antes percibirlo en nosotros mismos, sin antes comprender las instituciones sociales que día a día los incuban.» [i]. Wilhelm Reich.

 

Con la conquista de Berlín por el Ejército Rojo el 8 de mayo de 1945 termina el Tercer Reich y la Segunda Guerra Mundial en Europa. Con la rendición incondicional de la Alemania nazi termina una de las peores masacres de la historia de la humanidad. Lo que sucedió en aquella época bajo el mandato de Hitler superó todas las categorías en cuanto a la forma de pensar de sus contemporáneos, al punto que hasta la fecha resulta muy difícil dilucidar la verdadera historia. El trauma del nazismo permanece irresuelto e indigesto en las profundidades psicológicas reprimidas de la de la sociedad alemana, con efectos aún vigentes.

El filósofo Theodor Adorno dice que es ‘barbárico’ continuar haciendo poesías sobre Auschwitz tras el genocidio anónimo y sistemático de millones de civiles durante el Holocausto.

Mientras que la gran mayoría solo pudo reprimir la realidad del nazismo, hubo también un movimiento de personas que se sintieron sacudidos por aquel hecho y no pudieron seguir viviendo de esa manera tras haber experimentado la barbarie de la que fue capaz la humanidad. La exclamación «¡Nunca más fascismo! ¡Nunca más guerra!» se volvió un juramento sagrado y también una esperanza real para una renovación pacífica. Con la fundación de la ONU y la Declaración Universal de los Derechos Humanos deberían haberse asegurado de una vez por todas la paz mundial y la dignidad humana.

Pero, ¿qué quedó de aquella esperanza? Setenta años después de Hitler no vivimos en un mundo pacífico. Al contrario: nunca hubo tantos esclavos, tantos muertos por hambre, tantos desterrados y una injusticia tan extrema como hoy en día. Más de un millón de civiles en Medio Oriente murieron en la guerra después del 11 de septiembre de 2001; países enteros quedaron bajo cenizas con los bombardeos, acompañados de torturas, violaciones y maltratos sádicos. Obama continúa con esta locura en gran silencio; una ofensiva con drones que es parte de una enorme campaña asesina.

Hoy, en 2015, Europa está sufriendo la amenaza real de ser el escenario de una guerra entre las grandes potencias. La confrontación entre Occidente y Rusia parece no tener límites, y el peligro de una guerra nuclear está tan cerca como lo ha estado en tiempos pasados.

Al mismo tiempo vemos, tanto en Europa como en Norteamérica, cómo empobrece un creciente número de la población mientras una minoría se enriquece creando una desigualdad social inaudita. Las personas no tienen ninguna perspectiva sobre el futuro y la ira hacia ‘la corrupta clase dominante’ crece… Todo esto junto crea un ambiente social que puede ser comparable con la situación a finales de la República de Weimar. La enorme desigualdad económica prepara el camino para el fascismo. Tomemos por ejemplo los partidos de extrema derecha que ascienden en Grecia, Francia, Hungría… ¿Qué nos asegura que no se vuelva a desatar el fascismo como en 1933? ¿Qué sucede con todo el descontento si no se logra expresar en un cambio social ni efectuar en una transformación de las condiciones de vida? Noam Chomsky ha advertido durante varios años: «El ambiente [en los EE.UU.] es intimidante. Toda la ira, la frustración y el odio hacia las organizaciones gubernamentales no se ha organizado de manera constructiva… Tendríamos un problema serio si un líder carismático fuerte emergiera y les dijera a la gente: «Yo sé qué debemos hacer; tenemos un enemigo en común.» En aquella época eran los judíos, ahora son los inmigrantes ilegales y los negros. Nos dirán que debemos honrar nuestra nación. El ejército se pondrá a disposición y se usará la violencia. Esto podría producir un poder aplastante.» [ii]

Durante la crisis mundial en la segunda y tercera década del siglo pasado los comunistas estaban fuertemente convencidos de que el fracaso del capitalismo y el recrudecimiento de los problemas sociales de las masas trabajadoras llevaría al proletariado inevitablemente hacía una revolución social. Pero la historia nos mostró lo contrario: las masas siguieron la contrarrevolución extrema. Debemos penetrar profundamente en el fenómeno ‘fascismo’ para saber cómo evitar una nueva aparición del mismo.

La estructura de violencia latente, base característica del fascismo

La novela La Ola de Todd Strasser está basada en un hecho real que se dio en un bachillerato de California en 1967. Ron Jones, un joven maestro de historia, quiso impartir una lección práctica a sus estudiantes sobre el tema del Tercer Reich e inició un experimento. Les dio a los estudiantes insignias y saludos, reglas estrictas, castigos severos e incluso implementó una fuerza policíaca secreta. Convirtió el salón de estudio en un movimiento bajo el lema: «Fuerza mediante disciplina. Fuerza mediante comunidad. Fuerza mediante acción. Fuerza mediante orgullo.» [iii] Un entusiasmo increíble se dispersa entre los alumnos, el poder del movimiento aumenta y cada vez más estudiantes de otras clases se hacen miembros. Los introvertidos, los lentos, los don nadie, de repente son alguien. «La Ola» se convierte en el sentido de su vida. La violencia comienza a hacerse notar y en poco tiempo la situación se sale de control. Los miembros del grupo muelen a palos a los estudiantes que se oponen al movimiento. De un día al otro estudiantes normales se convierten en una turba fascistoide. De un día al otro padres de familia se convierten en verdugos de campos de concentración. ¿Cuál es el origen de la fascinación que genera un colectivo emocional como este? ¿Quiénes de nosotros, que reflexionamos sobre nuestros actos, se hubiese preguntado «¿qué habría hecho yo en tal situación?» y podría estar totalmente seguro de su respuesta?

Yo me uní al Movimiento Antifascista en Dresde después de que el Partido Nacionaldemócrata de Alemania entró al Parlamento Regional Sajón con casi el 10% de los votos. Quise dar un signo de oposición contra la escena nazi que se propagaba. En las manifestaciones contra los nazis se vive el potencial de la violencia que reside en nosotros mismos: el placer de rodear al enemigo, atacarlo y acabarlo – lo mismo si viene de un nazi o de un policía. Comencé a entender que durante la pelea en contra del fascismo me había vuelto yo mismo un fascista. Supe en ese momento que debía salir de esa escena si quería conservar mi integridad moral.

Esta experiencia también la han tenido muchos otros. ¿Qué es lo que reside en el ser humano que en ciertas excepciones rompemos con todos los límites de los buenos modales y la buena educación para volvernos monstruos y delincuentes?

Más adelante añadiré las reflexiones oportunas del psicoanalista Dieter Duhm, quien escribe que «la posición ideológica es intercambiable mientras que las estructuras internas permanecen iguales» [iv] . Duhm denomina a esto la «base elemental de la vida política.» [v]

» En lo que hace al carácter del ser humano, el ‘fascismo’ es la actitud emocional básica del ser humano oprimido característico de nuestra civilización mecanizada,» [vi] escribe el estudiante de Freud y comunista austríaco Wilhelm Reich en su libro La psicología de masas del fascismo, publicado en 1933.

En el interior del ser humano crece un dolor y una ira indescriptibles que no encuentran salida si en la infancia les es negado expresar sus necesidades básicas; si son rechazados allí donde buscan seguridad y confianza; si son castigados con violencia cuando se dejan llevar por su impulso natural; si desde la escuela, pasando por la milicia hasta llegar al trabajo, nunca son reconocidos como seres humanos sino como meros súbditos.

Encontramos esta historia en las biografías de violadores y dictadores al igual que en padres de familia normales. ¿Qué diferencia hay entre un genocida y un ciudadano promedio? La psicóloga suiza Alice Miller descubrió en sus estudios biográficos que ‘casi no la hay.’ En ambos se presenta la estructura latente de la violencia. Si esta humillación es experimentada por toda una nación, el potencial asesino de odio y agresión reprimida crecerá en la sociedad y esta arremeterá con entusiasmo su ira contra el enemigo que se le presente, terminando esto finalmente en masacres y guerra.

Una canalización política de las energía vitales estancadas

Todos los sistemas imperiales conocen este trasfondo psicológico y lo emplean para sus intereses de poder (el Nacionalsocialismo al igual que los E.UU. en su propaganda de ‘guerra contra el terror’). Los aparatos de poder no podrían mantenerse en pie si no fuese por la resonancia que tienen en el inconsciente de toda la humanidad. ¿Qué habría sido Hitler sin la proyección de millones de alemanes enfurecidos? Lo que llevó al empobrecido pintor de sobres de correos de Braunau a ser el ‘Führer’ de la ‘raza aria’ fue el poder endemoniado de la fuerza vital estancada de toda una población que encontró en la ideología nazi un canal común y una forma de expresarse. A Hitler y su gente no les interesaban los argumentos racionales sino que se enfocaban particularmente en una efectiva agitación emocional. En el inconsciente de Alemania había una bomba de tiempo y Hitler supo como hacerla explotar.

Lo que sucedió en Alemania entre 1933 y 1945 fue la terrible culminación de una época de demencia de seis mil años de historia de guerra patriarcal. Fue el resultado de un trauma global marcado en la humanidad mediante los métodos más atroces. Tras siglos y milenios en los cuales destierros, exterminio de pueblos, violaciones y guerras impregnaron una y otra vez el alma humana, la población global vive bajo un programa genético de miedo, actitud defensiva, desconfianza y violencia. Este patrón de información (el campo morfogenético de la guerra) domina la humanidad hasta el día de hoy y es día a día reproducido. Los opresores de hoy son las víctimas del ayer. Las víctimas de hoy son los opresores de mañana – hasta que identifiquemos esta locura y le demos fin a este ciclo.

El carácter autoritario

En todas las sociedades patriarcales, Wilhelm Reich se topó con estructuras más o menos similares del ‘carácter autoritario.’ Describió una estructura de carácter que surge en todas partes: en la superficie, la persona marcada por lo autoritario «sabe comportarse, es amable, compasivo, obediente, concienzudo.» [vii] Socialmente, no hay problema si esta capa superficial estuviese conectada con el centro auténtico de las personas, su ‘núcleo biológico’ del que surgen sus pulsiones e impulsos de vida reales. Si este fuera el caso, la persona sería un ser leal a la verdad, sexualmente libre, amoroso, creativo, sin ambigüedades internas y sin ningún potencial de violencia secreto. Sería auténticamente ético sin nunca necesitar un códex moral. La ética surge de la vida misma. Pero entre el ‘núcleo biológico’ y el modo en el que las personas normalmente se comportan en la vida hay una segunda capa, ‘reprimida’ o ‘inconsciente’, llena de «impulsos crueles, sádicos, envidiosos y sexualmente lascivos.» [viii] La institución social que continuamente reproduce esta ambigüedad era, en los tiempos de Wilhelm Reich, la familia nuclear, y su recurso más fuerte la prohibición sexual. Las personas que en su niñez y juventud experimentan influencias autoritarias, hostiles a la sexualidad y al placer, desarrollan un bloqueo crónico de sus energías vitales elementales (‘armadura’). Los impulsos vitales originales que vienen del centro biológico – impulsos de movimiento, de aprendizaje, sexuales – son así desviados y deformados. Hay que imaginarse lo que esto significa en el alma del niño: uno será castigado a los golpes por la autoridad parental, a la cual uno llega indefenso y a la cual uno en realidad ama, por seguir curiosamente una energía corporal que solo está conectada con pura alegría de vida.

Ningún niño puede entender esto. Comienza una confusión interna que no puede disolverse fácilmente. La fuerza sexual vital, que era tan alegre y fascinante, se asocia con el rechazo de los padres y se convierte en algo amenazante, aterrador, desagradable… hasta el punto en que desencadena el miedo a la muerte. Para poder sobrevivir, uno se identifica con sus padres y ocupa la posición que ellos tienen con respecto a uno. Uno vive en una tensión interna entre sus pulsiones, anhelos y energías vitales por un lado, y la voz de juicio de la autoridad social interiorizada por otro. Así comienza la mentira estructural. Uno debe ocultar, reprimir y combatir lo que a uno le genera alegría real, lo que es auténtico o lo que clama dentro de uno. En estado de represión, lo que uno recuerda como la expresión de una sexualidad y vitalidad libres se convierte en una amenaza para este orden interno rígido y debe ser entonces repelido, ya que roza el viejo trauma. La violencia es el resultado de esta estrechez, de energías vitales reprimidas. Aunque los tiempos del Káiser hayan terminado, estos mecanismos siguen operando, aunque en muchos lugares de forma más sutil. Hoy en día, cuando gran parte de los niños son criados por madres solteras y ya no en familias nucleares, lo que predomina a menudo no son ya los golpes sino las constantes exigencias a las madres que resulta en indiferencia en relación a los movimientos internos del niño mientras a la vez son expuestos a un aluvión de estímulos sexuales en los medios de comunicación y a un consumo casi ilimitado.

Arquetipos psíquicos del fascismo interno

El nacionalsocialismo operó con arquetipos psicológicos cuya atracción difícilmente podría esquivar a las personas marcadas por lo autoritario. Estos arquetipos provenían del mundo interior neurótico en el que las personas se habían criado. Se subordinaron así al ‘Führer’ en un éxtasis casi místico y encontraron en él el papá grande y fuerte que ellos mismos nunca habían tenido. En la ‘comunidad del pueblo ario’ encontraron su hogar y su comunidad, la nación era, en el simbolismo místico nazi, el equivalente a la madre con la cual tenían una fijación neurótica debido a la prohibición sexual. La ‘teoría de raza’, la lucha fanática contra la ‘contaminación de la sangre’ de este pueblo ario fue lo que precipitó el miedo (pánico) a la impureza sexual y a la ‘degeneración’, que ya se escondía en ellos mismos como potencial desconocido de violencia sádica (de la cual se intentaron limpiar, paradójicamente, a través de la masacre de otras razas). La superficie moral y decorosa de la sociedad burguesa fue meramente el manto de apariencia moral extendido sobre un trasfondo perverso y borboteante.

En tanto el mundo esté lleno de caracteres quebrados, de personas que no puedan nunca desplegarse verdaderamente, las ideologías totalitarias encontrarán siempre suelo fértil. ¿No muestra acaso el desarrollo del Estado Islámico en Medio Oriente la urgencia de este hallazgo? ¿Qué dice sobre la constitución interna de nuestras propias sociedades el hecho de que miles de jóvenes de Europa se sumen a las unidades tácticas del EI, un ejército que con su brutalidad, crucifixiones y violaciones en masa ha convertido una gran parte de Medio Oriente en un régimen terrorista?

Estas mismas estructuras las podemos encontrar de forma incipiente, aunque también en varios niveles sutiles, en nuestras sociedades ‘libres democráticas’ de hoy en día. En tanto que las personas vivan en sistemas sociales que los obliguen a mentir y adaptarse, existe siempre el peligro de brotes fascistas. En tanto la cohesión de una sociedad, comunidad o movimiento necesite la exclusión de minorías o elegir chivos expiatorios, significa que estos son en el fondo todavía fascistoides. Lo mismo cuando se ejerce violencia de autoridad sobre personas indefensas y las masas sumisamente actúan como espectadores pasivos. Experimentamos esta falta de coraje cívico en nuestro entorno directo, aunque también la vemos a un nivel mucho más grande como indiferencia en relación al destino de la humanidad y la Tierra. ¿Cuántas personas se ahogan cada mes en las fronteras exteriores de la UE mientras nuestras fuerzas de seguridad solo observan? Hans de Boer, quien en su juventud luchó en la resistencia contra Hitler y más tarde reportó las crueles estructuras de dominación del imperialismo, dijo: «La indiferencia es el fascismo de nuestro tiempo.» [ix] Mientras más indiferentes son las personas, más baja es su participación en el proceso político global, más sutilmente pueden operar los sistemas totalitarios, y más tranquilamente pueden estos desestabilizar y explotar países en otras partes del mundo. La sociedad vigente se ve a sí misma como abierta al mundo y tolerante, ecológica y amigable, pero se basa en un acuerdo tácito que dicta lo que está permitido decir y lo que no. Si uno se atreve a romper esta convención y hacer preguntas que amenacen los fundamentos ideológicos de la sociedad, por ejemplo sugerir que los atentados del 11 de septiembre podrían no haber sido llevados a cabos por el mismo régimen americano, entonces a uno se lo etiqueta (como adepto a ‘teorías conspirativas’ o ‘antisemita’) y se le niega la atención de los medios de comunicación.

¿Qué hacer contra el fascismo?

Ni reclamos políticos ni la indignación moral pueden vencer al fascismo de forma estructural. No necesitamos voces de alerta, necesitamos una nueva dirección para las fuerzas de alta corriente del alma humana, una perspectiva para la disolución de la violencia interna latente. Die Ärtze, una banda punk Alemana, dice: «Tu violencia es solo un grito silencioso por amor, tus botas de batalla anhelan ternura… Porque le tienes miedo a las caricias – eres un fascista.» [x] Y con ello encuentran un núcleo de verdad más profundo. ¿Se arrastrarían realmente los muchachos jóvenes al EI o hubiesen devenido nazis millones de alemanes si hubiesen tenido una perspectiva real en el amor? Si queremos un mundo sin crueldad, entonces debemos alcanzar formas de vida en las cuales ninguna persona deba compensar su anhelo de amor, sexualidad, reconocimiento, aventura y comunidad – con violencia.

Las leyes éticas con las cuales las personas han intentado ennoblecer el carácter humano bloqueado y oprimido no han soportado el paso de la historia. El ser humano no es brutal en sí mismo, lo brutal es la represión de la naturaleza humana. Cuando un río crece sobre la costa y causa devastación, ¿es realmente violento el río? ¿No lo es más la estructura de hormigón que se usó para encauzarlo? Tanto el agua como las personas deben ser liberadas de los sistemas estrechos en los cuales han sido presionadas. Cuando se le permite al agua fluir libremente, despliega su fuerza dadora de vida a la naturaleza entera. Ríos que fluyen libremente se limpian a sí mismos de toxinas y contaminantes; porque están llenos de vida, se expanden y se contraen nuevamente, pero no causan devastación en los alrededores sino que los alimentan y los fertilizan. Lo mismo vale para el ser humano: si este puede crecer y desplegarse libremente desde niño, si puede encontrar adultos en quienes confiar y que lo tomen en serio, si encuentra orientación y claridad y puede probar cada dirección encarnando su propio poder, entonces se manifiesta en él o ella su naturaleza humana, compasiva y beneficiosa. Jamás soportaría un régimen totalitario o crueldades del estilo. Ninguna persona que experimente confianza y aceptación verdaderas puede dañar o matar a otra persona.

Para poder revelar este ‘otro lado’ del ser humano necesitamos nuevas formas de vida en las cuales el ser humano – como diría Wilhelm Reich – pueda conectarse con su ‘núcleo biológico’ y superar su trauma histórico. La superación de esta estructura de miedo es hoy un tema existencial de nuestra supervivencia colectiva, ya que los mecanismos políticos y económicos con los cuales el ser humano destruye las bases de su vida orgánica son las consecuencias de un trauma colectivo de la humanidad. Más y más personas en todas partes de la Tierra reconocen esta desesperanza dentro del sistema actual y buscan un nuevo camino. Necesitamos un movimiento planetario que una estas fuerzas en una acción común y produzca los fundamentos para un establecimiento en la Tierra libre de violencia. La matriz de miedo y violencia que ha dominado la Tierra durante varios milenios debe ser completamente reemplazada por un nuevo modelo de información de confianza y cooperación. Para hacer posible este cambio de sistema interior y exterior necesitamos modelos de futuro persuasivos que examinen nuevas formas de vida y las realicen de forma ejemplar. El cambio de modelo de violencia estructural a un modelo de participación y confianza no es un asunto de terapia grupal, sino de un nuevo y fundamental diseño de toda nuestra sociedad. En su nuevo libro Terra Nova. Revolución global y curación del amor, Dieter Duhm resume los fundamentos de un cambio de paradigma de este tipo explicando cómo este devino visible para él luego de casi cuarenta años de investigación experimental. Duhm resume allí una estrategia de paz global, el ‘Plan de los biótopos de curación.’ Este plan contempla la construcción de complejos centros modelo en los cuales el modelo de información de un modo de vida libre de violencia se llevará a cabo en estructuras de vida complejas: modelos de sociedad para una disolución del trauma colectivo. Lugares apropiados para esto están ya hace años en desarrollo. Mientras esta investigación se vuelve cada vez más compleja y más profunda, los primeros ‘laboratorios reales’ pueden surgir como modelos para una nueva sociedad de paz estructural. Son nuevos modos de socializar, nuevas formas de coexistencia humana y nuevas comunidades los que van a permitir desarrollar confianza estable entre personas. La confianza es la llave para la realización de una cultura humana. Imagina qué significa esto a nivel práctico: confianza genuina entre padres e hijos, entre amantes, entre las personas y la naturaleza. Una revolución absoluta luego de seis mil años de era patriarcal.

En Terra Nova, Duhm escribe: «Cuando la matriz informacional de paz devenga más poderosa que la información de violencia, los impulsos que conducen a la violencia se extinguirán del sistema genético humano. Así, la vil época de guerra terminaría. Durante los procesos históricos de violencia y exterminación, el switch genético de la humanidad estuvo puesto en ‘miedo’ y ‘cerrazón.’ A través de procesos elementales de confianza y construcción de comunidad, este va a ser cambiado a ‘cooperación’ y ‘solidaridad.’ Podemos darle una nueva dirección a la evolución cuando logremos cambiar el switch en esta área central y establecer nueva información genética.» [xi]

Al mismo tiempo, necesitamos también nuevos sistemas económicos, ecológicos, tecnológicos, que permitan lograr autosuficiencia en relación al suministro de agua, comida y energía, y una relación no violenta con respecto a los animales y a todas las criaturas de la biósfera. Tan pronto como los primeros modelos logren establecer una alternativa que funcione, también en relación a los asuntos sociales y de la vida interior humana, esta experiencia podrá realizarse también en muchos otros lugares. Allí donde el miedo se desvanece, la hostilidad y la violencia se desvanecen también. Las personas no podrán ya ser instigadas a actuar unas contra otras. Un nuevo capítulo de la evolución comienza: la era del ser humano autónomo.

Me gustaría concluir con un pasaje de Etty Hillesum, la joven mujer judía quien poco antes de su ejecución en Auschwitz en 1943 escribió en su diario: «La miseria es realmente grande, pero sin embargo camino a menudo por la noche cuando el día se ha hundido en las profundidades. Camino con pasos elásticos bordeando el alambre de púa, y luego brota en mi corazón repetidamente (nada que hacer, es como es, es de un poder elemental): la vida es algo grande y maravilloso; más tarde debemos construir todo un nuevo mundo. Cada nuevo crimen y cada nueva crueldad los deberemos contrastar con una nueva pieza de amor y bondad que debemos conquistar dentro nuestro.» [xii]

Sus palabras son un legado y una tarea para todos. ¡Nunca más fascismo! ¡Nunca más guerra!

Notas

[i] Reich, Wilhelm. The Mass Psychology of Fascism. New York: Farrar, Straus & Giroux, 1970. xv‐xvi. Print.

[ii] Hedges, Chris. «Noam Chomsky Has ‘Never Seen Anything Like This’.» TruthDig. N.p., 19 Apr. 2010. Web. 1 May 2015.

[iii] Strasser, Todd. The Wave. New York: Dell, 2005. Print.

[iv] Duhm, Dieter. «Nonviolence: Attempt at an Answer.» Terra Nova Voice. N.p., 27 Jan. 2015. Web. 02 May 2015.

[v] Ibid.

[vi] Reich, Wilhelm. The Mass Psychology of Fascism. New York  Farrar , Straus & Giroux, 1970. xiii. Print.

[vii] Ibid., xi.

[viii] Ibid., xi.

[ix] De Boer, Hans. International Summer University. Tamera, Portugal. Aug. 2002. Speech.

[x] «Die Ärzte -­‐ Schrei Nach Liebe Lyrics.» www.lyricsmania.com . N.p., n.d. Web. 02 May 2015.

[xi] Duhm, Dieter. Terra Nova: Globale Revolution und Heilung der Liebe [Terra Nova: Global Revolution and the Healing of Love]. Belzig: Verlag Meiga, 2014. Print.

[xii] Hillesum, Etty. An Interrupted Life: The Diaries of Etty Hillesum, 1941-­‐1943. Trans. Arnold Pomerans. New York: Pantheon, 1983. Print.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.