Me indigna cuando los lobos se presentan ante el público con el ropaje de los corderos. En el día de hoy, 9 de diciembre, día internacional contra la corrupción, apareció en un medio impreso panameño un artículo de la Embajadora de los Estado Unidos en Panamá, Phyllis M. Power, intitulado Lucha Mundial contra la Corrupción. […]
Me indigna cuando los lobos se presentan ante el público con el ropaje de los corderos. En el día de hoy, 9 de diciembre, día internacional contra la corrupción, apareció en un medio impreso panameño un artículo de la Embajadora de los Estado Unidos en Panamá, Phyllis M. Power, intitulado Lucha Mundial contra la Corrupción. Señala que «la corrupción es un impuesto injusto sobre la gente buena del mundo» y a continuación agrega con candidez que «por años, los EEUU ha librado una lucha contra la corrupción».
Esta palabras, animadas a insistir en que el mundo se divide entre los buenos o impolutos y los malos o corruptos no deja de ser cierto; pero el problema es que está trastocando a los mismos. Ubicar a los EEUU entre los países «buenos» que luchan contra la corrupción es una falta de respeto a la inteligencia de los lectores panameños. Una cosa es lo que ellos dicen y otra es lo hacen. Es bien sabido, a nivel global, que los que impulsan el tráfico de cocaína por el Istmo de Panamá son precisamente dos agencias de ese norteño país: El Pentágono y la CIA. El ejemplo más fehaciente fue Manuel Antonio Noriega, reclutado por la CIA desde su época estudiantil. Que la enorme publicidad que se le da al tema del narcotráfico es para acrecentar la «política del temor», elaborada por los institutos Tavistock y Stanford, bajo las directrices de los Amos del Mundo. Sabemos que esas políticas están destinadas a remilitarizar el área con el doble propósito de incrementar las ganancias a la industria bélica o complejo industria militar de los EEUU y de prepararse para las represiones internas que va a darse al aplicarse con brutalidad el programa económico global que hoy se desarrolla a nivel planetario con secuela de hambre, desesperación, angustia, disolución familiar y precariedad. Sabemos bien que el narcotráfico inyecta a la Capital Financiero Internacional más de 700 mil millones de dólares al año. ¿Qué deja esta actividad? Drogadicción, pobreza, violencia y cerebros embrutecidos. ¿No es eso, Mrs Power, uno de los actos criminales más atroces del mundo? ¿No se trata de la corrupción llevada a su peor concepción? Usted, como diplomática, sabe bien que el narcotráfico es uno de los más importantes soportes del sistema capitalista y que la batalla contra él es un mero formulismo diplomático. ¿Dónde están los grandes capos de la droga dentro de los EEUU? Usted sabe muy bien que el presupuesto asignado a la CIA, la agencia de inteligencia más grande del mundo, da para que cada norteamericano esté vigilado y se desmantele las redes internas de distribución de la droga dentro de su país.
¿Cómo va a venirnos a hablar de corrupción, cuando su gobierno, sobre la base de la mentira, ha procedido a llevar a cabo los mayores actos genocidas de las últimas décadas? No inventaron ustedes los autoatentados de las Torres Gemelas el 11-S y la presencia de armas de destrucción masiva en Irak? Las consecuencias de ese engaño mundial les dio grandes frutos a las petroleras norteamericanas, a la industria bélica y a la recuperación completa de Afganistán, el principal productor de opio del mundo, materia prima de la heroína y el mayor consumidor de anhídrico acético, sustancia fundamental para la producción de esta droga y producida en el Occidente.
Por otra parte, Mrs Power, no fueron actos de corrupción las invenciones que hicieron los EEUU en el conocido ataque de Pear Harbor para justificar su intervención en la segunda guerra mundial; lo mismo ocurrió en Vietnam. La bomba atómica de Truman. La masacre chilena para derrocar al Presidente Salvador Allende.
No quiero seguir enumerando el activo patrocinio que ha hecho y está haciendo su gobierno a nivel mundial porque sería un artículo innumerable, pero sí quiero hacerle ver que, como panameño inteligente, me siento indignado con la doble moral de su gobierno. No me hubiera gustado despedirla con esta nota, pero recuerde que para ser respetado, se necesita saber respetar y ante estos casos de corrupción grave y generalizada donde está comprometido su gobierno, es mejor guardar silencio a defender lo indefendible.
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