Hacemos la entrega III de la serie de XII escrita para el colectivo internacionalista Pakito Arriaran. Como dijimos, en esta entrega analizaremos el período que va de 1848 a 1871. Avisamos que en la IV trataremos del período que va de la Comuna de 1871 hasta la Segunda Internacional de 1889. En estas dos -III […]
Hacemos la entrega III de la serie de XII escrita para el colectivo internacionalista Pakito Arriaran. Como dijimos, en esta entrega analizaremos el período que va de 1848 a 1871. Avisamos que en la IV trataremos del período que va de la Comuna de 1871 hasta la Segunda Internacional de 1889. En estas dos -III y IV-la exposición del meollo teórico será sucinta porque en la VI expondremos el marxismo en su primera generación más en detalle.
La entrega II exponía los límites del comunismo utópico y la tesis de que el marxismo se constituyó como la matriz teórica de todas las luchas sociales, por muy diferentes que parezcan ser. Tal matriz no se formó instantáneamente, sino que requirió un largo proceso colectivo e individual. Desde mediados del siglo XVIII se forman en Inglaterra las primeras uniones obreras defensivas, sin contenido político de ataque al Estado y menos a la propiedad privada. Entre 1790-91 surgen estas uniones en París; desde 1792 aparecen en Filadelfia, Nueva York, Baltimore…y luego se extienden por donde avanza la industrialización.
Que se sepa, la primera organización clandestina proletaria creada para destruir el poder burgués, se fundó en Glasgow, Escocia, en 1819, dirigiendo la primera huelga política general del mundo en abril de 1820. En 1830 se creó en Lyon una caja de resistencia proletaria, y en 1831 estalló allí la gran huelga de los tejedores que desbordaba la política burguesa y avanzaba hacia la proletaria: así lo entendió la Cámara de Diputados en 1832, reconociendo que lo más peligroso de la huelga era que no se había regido por la política burguesa. Con altibajos, el mismo avance se vivía en el los principales Estados capitalistas: la formación de clubs, ligas y grupos de comunistas utópicos frecuentemente secretos. Entre otras muchas, la huelga general de París de septiembre de 1840, traslucía ya la eficacia del avance político organizativo.
Este contexto de lucha que rozaba ya la estrategia política determinó la evolución primero de Engels y después de Marx entre 1842 y 1845. Pese a su juventud, Engels estudió el capitalismo y abrió la senda por la que luego arrollaría Marx que si bien no tenía la formación económica de su amigo, sí había integrado en su método las tesis de Hegel de 1802 sobre la importancia del trabajo en la historia humana, lo que le permitió ponerse a la altura de Engels en poco tiempo. Para finales de 1843 y comienzos de 1844, Engels ya había descubierto que los desiguales ritmos de Alemania con su filosofía dialéctica, de Francia con su teoría política y de Inglaterra con su teoría económica, eran tres expresiones particulares del capitalismo que entonces sólo ocupaba una pequeña parte de la tierra, pero era imparable.
En el París de 1844 Marx milita en el vórtice del huracán social, entre la huelga general de 1840 y la revolución de 1848, entre las ligas secretas y los debates interminables con las corrientes utópicas. Allí escribe los Manuscritos de París en los que inserta la crítica de la alienación en la crítica superior de la economía política capitalista, que demuestra conocer muy bien gracias a sus estudios de los fundamentales teóricos burgueses. La alienación es un concepto clave que no desaparecerá nunca en la obra de Marx y que dará un salto en calidad crítica con la teoría del fetichismo en El Capital.
En 1845 él y Engels debaten en Londres con la izquierda cartista que se encuentra entre la derrota del pasado y una gran reactivación de la lucha de clases, y en ese clima Engels escribe La situación de la clase obrera en Inglaterra, obra no superada aún por la sociología burguesa. Ese mismo año, ambos amigos redactan La ideología alemana, un adelanto brillante para la época del materialismo histórico; y Marx las vitales Tesis sobre Feuerbach que definen la praxis comunista. Sus esfuerzos por crear un grupo comunista internacional que impulse la conciencia política, en el proletariado chocan de frente con las ideas anarquistas y de parte de comunistas utópicos -Bakunin, Weitling…- que sostienen que no hace falta la militancia paciente y pedagógica entre la clase obrera porque ésta, dicen, ya es radical por la simple dureza de su vida explotada. Surge aquí un debate estratégico entre el marxismo y los reformismos, expontaneísmo y utopismos, que reaparecerá una y mil veces en la lucha de clases.
En 1846 esta discusión adquiría toda su importancia porque se oteaban temporales sociales: por ejemplo, en ese mismo año estalla la insurrección en Cracovia; y en Inglaterra se conquista la jornada laboral de 10 horas en 1847, lo que azuza otras movilizaciones en el continente europeo y en los EEUU. A la vez, aumentan las reivindicaciones nacionales que minan el poder de Estados claves, como Gran Bretaña, Austria-Hungría, Rusia, Alemania, Turquía…, mientras que otros están en decadencia imparable como el Estado español; y el feminismo obrero impulsado por Flora Tristán pese a morir en 1844, penetra poco a poco que la clase obrera, en las utopías socialistas, anarquistas y comunistas, y en lo que más adelante se denominará «marxismo» entre otras cosas gracias a la sistemática tarea de Jenny von Westphalen, Mary Burns y otras tantas revolucionarias que adquiriendo merecida influencia.
Marx y Engels redoblan sus esfuerzos escribiendo el primero de ellos dos textos de combate político urgente y también de profundización teórica en el debate con los utopistas: La miseria de la filosofía en el que hunde al reformismo anarquista, y Trabajo asalariado y capital, destinado a armar teóricamente al proletariado. La decisiva teoría de la plusvalía aún no está desarrollada en estos textos, pero su impacto esclarecedor es innegable. Engels por su parte escribe Principios del Comunismo. Fue durante ese esfuerzo impresionante que en verano de 1847 se reunieron un pequeñito grupo de comunistas en Londres, al que acudió sólo Engels, que redacta un documento de trascendencia histórica porque afirma que la Liga de los comunistas busca destruir el poder burgués, acabar con la propiedad privada y avanzar a una sociedad sin clases sociales. La siguiente reunión fue en noviembre de ese año. Marx explicó con paciencia sus ideas que fueron aceptadas, tomándose la decisión de escribir un Manifiesto.
En enero de 1848, mientras estallaba la insurrección en Nápoles y Sicilia, ambos amigos, con la decisiva ayuda de Jenny, entregaban el Manifiesto Comunista, obra magistral pese a que sus autores todavía no habían desarrollado del todo la crítica radical del capitalismo, esfuerzo que daría sus frutos dos décadas después. El Manifiesto es un paso cualitativo de valor permanente en problemas vitales: la expansión mundial del capitalismo y su dialéctica del desarrollo desde una visión crítica y no mecánica; la lucha de clases como un proceso abierto y no automático; el primer esbozo de la composición orgánica del capital y de la teoría de la crisis; la dialéctica de lo nacional e internacional; la emancipación radical de la mujer; la crítica del reformismo; el papel del Estado burgués; la necesidad de la organización y de la toma del poder; el programa mínimo y el programa máximo….
Pero no dio tiempo a que el proletariado debatiera el Manifiesto para que las aplicara si las aceptase: no es la primera vez ni será la última en la que los pueblos se lanzan a la lucha antes de que la izquierda esté preparara, y casi nunca es un error de precipitación popular, sino casi siempre es incapacidad de la izquierda. En febrero de 1848 estalló la revolución en Francia, en marzo en Alemania, ardiendo como la pólvora por Europa. Marx fue rápidamente a Viena para preparar a las milicias obreras y gastó la herencia familiar en comprar armas. Engels mejoró su estrategia militar en las batallas en Alemania. La oleada revolucionaria fue ahogada en sangre en 1849, precisamente cuando se iniciaba una recuperación de la economía capitalista.
Los dos amigos hicieron un riguroso análisis autocrítico de la derrota. En La lucha de clases en Francia, de enero de 1850 Marx utilizó por primera vez el concepto de «dictadura del proletariado» como única garantía para vencer al capital. En la Circular del Comité Central a la Liga Comunista de marzo de ese año, uno de los textos más odiados por la burguesía, se argumentó la necesidad del proletariado en armas, la independencia política, la desconfianza absoluta hacia la burguesía «democrática», etc., defendiendo la teoría de la revolución permanente. Inquietudes similares latían en La guerra campesina en Alemania de verano de 1850, en Revolución y contrarrevolución en Alemania de 1851-52, y en El dieciocho Brumario de Luís Bonaparte de comienzos de 1852, en donde aparece el decisivo concepto de «nación trabajadora» enfrentada en el mismo país a la nación burguesa dominante: dos modelos inconciliables de nación que corresponden a los dos bloques clasistas antagónicos, el proletariado y el burgués, que se enfrentaban a diario en las calles: entre 1853 y 1855 se realizaron 345 juicios contra huelguistas solamente en el Estado francés. Pura dialéctica de unidad y lucha de contrarios.
En todos los países, una dictadura burguesa de facto, más o menos disimulada, impedía con represiones que se desarrollara el modelo proletario de nación. Como hemos dicho, la economía empezó a recuperarse en 1849. En la pobreza más dura azotando a la familia Marx, éste y Engels -vigilados por las policías- creyeron que pronto volvería la crisis, pero esta se retrasó hasta 1857 aunque su impacto reactivó las contradicciones dormidas y creó otras nuevas. Ya en 1851 Marx tuvo que responder a los compañeros que reducían la importancia de la teoría crítica del capitalismo que él y Engels planteaban como una necesidad. En 1864 se quejaba de la pobreza intelectual de los dos delegados ingleses en la I Internacional. Todavía en mayo de 1868, nueve meses después de publicarse el Libro I de El Capital, los dos amigos comentaban en su correspondencia casi diaria el desdén por la teoría de muchos dirigentes de la izquierda revolucionaria.
Mientras tanto en 1853 estalló la guerra de Crimea obligándoles a analizar los problemas internacionales más en detalle, y en 1857 se produjo la sublevación de la India y la inhumana represión inglesa, lo que unido a la tenaz resistencia argelina a las masacres francesas y a la lucha irlandesa, polaca y otras les llevó a profundizar en la opresión nacional. En 1857 Marx redactó los Grundrisse, un denso borrador imprescindible para entender plenamente El Capital, pero no quedó contento y continuó sus estudios para, en 1859, publicar Una contribución a la crítica de la economía política: poco a poco desarrollaba el contenido y la forma de lo que sería El Capital como se aprecia en los Teorías sobre la plusvalía, de 1862, y en los Manuscritos de 1861-1863, que contienen un poco de todo y más, pero con una visión nueva.
La policía alemana conocía la creciente influencia de Marx y lanzó una campaña de desprestigio contra él acusándole de todo, y contra la izquierda en su conjunto, para reforzar a un reformismo democraticista muy tocado. La respuesta de Marx fue Herr Vogt, texto de 1860, que insufló nuevos bríos al movimiento revolucionario en un momento en el que, por un lado, se cocía en su interior una corriente reformista más peligrosa que la defendida por Vogt: la de Lassalle que anunciaba retrocesos que Bernstein explicaría tres décadas más tarde; por otro lado, crecía la relación entre obreros europeos, sobre todo franceses e ingleses, abriendo la vía para la I Internacional de 1864 e ilegalizada en muchos países; y por último, la emancipación de la esclavitud reforzaba el internacionalismo proletario y exigía profundizar más en la visión mundial del capitalismo y por tanto de la lucha de clases porque aquella guerra, además de plantear lo esencial de la libertad, también afectó negativamente a las condiciones de las clases trabajadoras de Europa.
Aun así, pese a quedar al descubierto la maniobra de intoxicación, la policía alemana infiltraba desde 1863 pacifistas en la dirección del incipiente socialismo, para combatir la influencia creciente del pequeño grupo que seguía a Marx y Engels, pero fracasando. En efecto, además de los escritos sobre la guerra civil en los EEUU, en esos años Marx y Engels militaron intensamente en la organización de la I Internacional, en la lucha sindical, en la lucha contra las opresiones nacionales, etc., buscado cómo divulgar el comunismo: su Manifiesto Inaugural, redactado por Marx en septiembre de 1864, es brillante. A le vez, no descuidó su crítica de la economía política burguesa como se aprecia en Salario, precio y ganancia de 1865. Se ha dicho con razón que llevaba ya tres intentos de redactar la obra «definitiva», logro que estaba a punto de culminar cuando en 1866 Prusia aplastó a Austria, y en 1867 se extremaron las tensiones franco-prusianas. Por fin en septiembre de este año aparece el Libro I de El Capital pero tampoco será «definitivo». Inmediatamente, un Marx muy agradecido le reconoce a Engels sus importantes aportaciones a la obra que, en sí, es un torpedo bajo la línea de flotación del capitalismo.
La militancia comunista no descansaba porque entre 1866 y 1870 se endurecieron las múltiples expresiones de la lucha de clases. El reformismo organizó en Ginebra en 1867 el primer congreso de la Liga por la Paz y la Libertad, denunciada por Marx que pedía su boicot. En 1868 se reactivaron las disputas entre los anarquistas y el grupo de la I Internacional ya denominado «marxista» lo que no frenó su crecimiento: para comienzos de 1870 actuaba en diez Estados aunque de forma semilegal e ilegal en varios de ellos, y la represión le retrasaba entrar en otros. Si en 1819 se fundó en Glasgow la primera organización política obrera clandestina, en 1869 en Alemania se creó el primer partido con un marxismo muy limitado aún, pero que amenazaba cada vez más a la burguesía porque, entre otras luchas, también dirigía el poderoso rechazo a la guerra contra Francia.
La guerra empezó el 19 de julio de 1870. París, Berlín y otras muchas ciudades vivieron movilizaciones de protesta. Liebknecht y Bebel se abstuvieron de votar el presupuesto militar alemán el 21 de julio de 1870, El primer Mensaje contra la guerra de la I Internacional fue del 23 de julio, redactado por Marx, se tradujo a las lenguas más conocidas y rápidamente llegó a los EEUU. La derrota francesa fue fulminante y Napoleón III se rindió el 2 de septiembre, pero la guerra continuó. La crisis política pre-revolucionaria estalló en París el día 4, derrocando al Imperio e instaurando la Tercera República. El segundo Mensaje fue del 9 de ese mes y era tan duro contra Alemania que Liebknecht, Bebel y otras personas fueron encarceladas hasta marzo de 1871; también llamaba a los obreros ingleses a que apoyasen a Francia, generando una movilización social nunca vista.
El ejército alemán cercó París el 20 de septiembre, exigiendo una rendición casi incondicional que el nuevo gobierno rechazó. Pero el régimen burgués estaba tan podrido que ni pudo ni quiso organizar la resistencia desesperada al invasor y tras fracasar en los pocos intentos que hizo, se postro ante Alemania el 29 de enero de 1871. Mientras, el hambre, el desprecio a la burguesía vendida y el odio al invasor alimentaron la ira popular, campesina y obrera, y el 18 de marzo de 1871 se creó la Comuna de París en la que las mujeres serían fundamentales. Los y las seguidoras de Marx y Engels, eran minoritarias entre el pueblo trabajador, pero tenían la razón…
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