Más de 40.000 palestinos asesinados por Israel en Gaza y Cisjordania, a los que habría que añadir los de Líbano. The Lancet eleva la cifra, por causas directas e indirectas de la furia sionista, a casi 190.000 muertos.
Desde las guerras de Irak, donde murieron entre 600.000 y un millón de personas a causa de la agresión bélica de EE. UU. y la ayuda inestimable de la OTAN y la Unión Europea, los conflictos bélicos se cuentan como un relato de tebeo. Todo son lucecitas de los bombardeos sobre fondos oscuros de ciudades arrasadas por el fuego de los países agresores.
Pocas imágenes hay de muertos y devastación. No se trata, como se dice, de que no se muestren para no herir la sensibilidad de las castas miradas occidentales, antes al contrario, se omiten por cuestiones políticas:
Lo que no se ve no existe
Bien que se publicaron fotografías y vídeos descarnados e hiperrrealistas de las matanzas yihadistas en tierra occidental: 11-S en EE. UU., 11-M en España, Londres, París, etc., y de los desafueros fundamentalistas del Dáesh o Estado Islámico. Si los muertos son occidentales y blancos, los medios de comunicación no se cortan en mostrarnos imágenes truculentas de cadáveres mutilados y ensangrentados para que todos veamos la maldad y saña asesina de los otros, los enemigos de la civilización blanca y neoliberal.
Detrás de la ocultación de la tragedia de los otros (árabes o inmigrantes de tez más o menos oscura) hay motivos ideológicos
Se pretende transmitir que las guerras de los ejércitos occidentales son técnicamente inteligentes, estéticamente limpias y éticamente justas. Cierto es que de vez en cuando salen a la luz algunos daños colaterales, pero son migajas que no cuestionan las versiones oficiales de la geopolítica de los poderes hegemónicos. De esta manera, la conciencia social de los occidentales no sufre daños morales de importancia.
Como dijo Bush hijo tras los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York, circulen y sigan comprando queridos compatriotas, el Pentágono se encarga de poner orden en el mundo para salvar el modo de vida perfecto y libre del imperio yanqui.
¿Dónde están los cadáveres de 30.000 personas inmigrantes muertas o desaparecidas en el mar Mediterráneo desde 2014 o los 60.000 en todo el mundo?
Probablemente en el fondo del mar o más bien en el vasto y proceloso océano del olvido. Alguna imagen debería haber, pero no la hay. Sabemos que el problema existe, pero no lo vemos, por tanto, no afecta directamente a nuestras emociones. Y lo que no emociona no afecta a nuestra razón ni a nuestra ética. El círculo vicioso es prácticamente inexpugnable.
La inexistencia de imágenes sobre las consecuencias dramáticas de la guerra y de las catástrofes humanitarias de los inmigrantes operan en un doble sentido
Por una parte, al no verse, como ya dejamos reflejado antes, no solicitan nuestra atención ni solidaridad activas. Pero precisamente esa inexistencia visual juega a favor de los miedos psicológicos propagados por las élites de todo el mundo. Lo que no puede verse es una amenaza latente, esto es, la perfidia de los árabes, todos ellos y ellas extremistas de Hizbulá y Hamás por decisión inapelable de la propaganda Israel/USA/OTAN/UE o la peligrosidad inherente de los inmigrantes africanos o sudamericanos, la mayoría potenciales delincuentes según la jerga ultraderechista de los poderes dominantes, que vienen a invadirnos, robarnos nuestras costumbres y violar a nuestras niñas y mujeres.
Lo que no se ve da miedo
Así estamos en plena oscuridad: tanteando la realidad y buscando chivos expiatorios para calmar nuestra pobre conciencia de gente de bien e ilustrada.
Sin embargo, la pregunta sigue ahí, inasequible al desaliento:
¿Dónde están los cadáveres que permiten la riqueza capitalista, depredadora y desigual de Occidente?
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