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Dos días, una noche… y años de dignidad y resistencia

Fuentes: Rebelión

«Deux jours, une nuit» es la última película de los hermanos Dardenne, los guionistas, directores y en ocasiones productores de «La promesa», «Rosetta», «El hijo», «El silencio de Lorna», «El niño de la bicicleta» y otras películas que no tengo la fortuna y el honor de conocer. El argumento de estos dos días y una […]

«Deux jours, une nuit» es la última película de los hermanos Dardenne, los guionistas, directores y en ocasiones productores de «La promesa», «Rosetta», «El hijo», «El silencio de Lorna», «El niño de la bicicleta» y otras películas que no tengo la fortuna y el honor de conocer.

El argumento de estos dos días y una noche. Sandra, una joven trabajadora de unos 30 y pocos años con dos hijos pequeños, sólo dispone, con la ayuda de su marido y compañero -¡esta vez sí!, un personaje entrañable-, de un fin de semana para ver a sus compañeros y compañeras de trabajo y tratar de convencerles de que renuncien a una más que perversa prima anual de 1.000 euros para que ella pueda mantener su trabajo. Si no lo logra, la jungla salvaje del asfalto es su destino.

Después de su depresión y de su baja por enfermedad, después de volver al trabajo, Sandra, una trabajadora no especialmente politizada, se entera de que el jefe de su empresa y su más que fiel capataz se han dado «cuenta» de que la tarea de 17 personas la pueden hacer 16 y que además, afirma el empresario en una de les escenas iniciales, la competencia asiática aprieta. Por ello, esa es la excusa, han propuesto a los trabajadores de esa fábrica belga una disyuntiva excluyente: deben escoger entre una prima anual de mil euros por redoblar sus esfuerzos o el mantenimiento del puesto de trabajo de su compañera. O A, la prima para ellos, o B, el puesto de trabajo de Sandra. No hay otra. Es lo que hay. Divide, maltrata, expulsa y tu poder empresarial aumentará.

Una primera votación, que ella y una amiga sindicalista consiguen que se replantee el lunes por la mañana, ha «decidido» su despido (el capataz amenazó/forzó antes a varios de los trabajadores). Tiene el fin de semana para hablar con sus compañeros y convencerles de que mediten mejor su decisión, de que ella no quiere ir al paro, a la «puta calle», de que ella no pretende quitarles su dinero, que no pretende rebajar su remuneración, que el dilema que les ha impuesto el jefe-empresario, con la inestimable ayuda de su capataz sevil, no es justo, que no debería ser así, que es una infamia…

No cuento más. Pero hay más, mucho más. No doy más pistas.

Si tienen tiempo, vayan a verla; si no lo tienen, búsquenlo por favor. Si son personas comprometidas sindicalmente, no dejen de verla cuando tengan ocasión (¿qué tal una visita compartida con los compañeros del comité de empresa?). Si son profesores de economía, de historia, de política, o de lo que sea, no dejen de organizar una sesión de cine fórum que tenga a la película de los hermanos Dardenne como protagonista principal. Si son mujeres comprometidas y feministas, no pierdan detalle de la aproximación de los Dardenne al tema, a los varios temas apuntados. Si les gusta Van Morrison no dejen de disfrutar de una de sus mejores canciones (no cantada por él) en una de las mejores escenas de la película. Si quieren ver una magnífica historia obrera de amor, a la altura de «My name is Joe», podrán verla y sentirla si la ven. Si quieren un magnífico ejemplo de dignidad obrera, de esperanza, de superación de la adversidad y la desesperación, tomen nota cuando la vean. En fin, si quieren ver una película que recordarán, no se la pierden: son dos días, una noche y décadas para la lucha y la dignidad.

La clase obrera tal vez no vaya al paraíso pero no está condenada a ir al infierno ni a construirlo ella misma para su destrucción. Los Dardenne nos muestran un ejemplo de resistencia. Sí, se puede.

Y recuerden: el inidio Gerónimo pensaba que, de entrada, no debían darse batallas que parecían perdidas. De entrada. Sacristán, su traductor y anotador, le corrigió en este punto, sólo en este punto: a veces sí es necesario.

El autor de Pacifismo, ecologismo y política alternativa tenía razón en esta ocasión. ¿No creen?

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.