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Eloy Alfaro y Rafael Correa

Dos figuras que transformaron Ecuador y confrontaron a las élites

Fuentes: Rebelión

Eloy Alfaro y Rafael Correa fueron dos presidentes que dejaron una huella indeleble en la historia de Ecuador a través de sus profundas transformaciones políticas, sociales y económicas, enfrentándose a la resistencia de las élites que tradicionalmente habían controlado el país. A pesar de la distancia temporal entre sus mandatos, ambos impulsaron cambios estructurales que desafiaron los intereses de las clases dominantes, profundamente ligadas a una herencia colonial que mantenía prácticas de explotación y un poder hegemónico.

Alfaro, lideró de la Revolución Liberal, avanzó hacia un Estado laico, implementó el matrimonio civil, eliminó el diezmo y promovió la educación pública y gratuita, lo que generó una reacción violenta de los sectores conservadores.

Un siglo más tarde, Correa impulsó la «Revolución Ciudadana», fortaleciendo el papel del Estado en áreas como salud, educación y servicios sociales, y promoviendo políticas de integración regional y justicia social.

Ambos mandatarios tuvieron que enfrentaron una fuerte oposición de los medios de comunicación, controlados en su totalidad por la burguesía, quienes intentaron erosionar su imagen y deslegitimar sus logros. La historia de Alfaro y Correa evidencia cómo la lucha por un país más justo ha sido resistida por los sectores de poder, quienes se han servido de campañas de desprestigio para defender sus privilegios.

Eloy Alfaro Delgado, nacido en 1842 en Montecristi, lideró la Revolución Liberal en Ecuador, un movimiento que transformó el país en los aspectos político, social y económico. Alfaro asumió la presidencia en dos periodos, de 1895 a 1901 y de 1906 a 1911, y su gobierno estuvo marcado por reformas que impulsaron la modernización del Ecuador. El legado de Alfaro incluye la secularización del Estado, la implementación de una educación laica, la libertad de culto y la abolición de la pena de muerte, logros que destacaron su visión de un Estado más inclusivo y progresista. Las reformas en educación impulsadas por Alfaro fueron notables. Fundó varios colegios laicos, como el Colegio Bolívar de Tulcán, el Instituto Nacional Mejía en Quito, y el Colegio Vicente Rocafuerte en Guayaquil, entre otros. También estableció la Escuela de Bellas Artes de Quito y el Conservatorio Nacional de Música, promoviendo así el acceso a la educación y la cultura. Además, Alfaro fue responsable de la construcción del ferrocarril que unió la Costa con la Sierra, una obra monumental que fortaleció el comercio interno y mejoró la comunicación entre distintas regiones del país. Alfaro también enfrentó a la Iglesia Católica y la despojó de su poder político y económico, eliminando el diezmo obligatorio y secularizando la educación. En su «Decálogo Liberal», Alfaro expuso sus ideales de libertad y justicia, entre ellos la abolición de la tributación indígena y la creación del Registro Civil, permitiendo a los ciudadanos obtener una identidad sin la mediación de la Iglesia. Estas reformas fueron fundamentales para sentar las bases de un Estado laico, pero desataron el odio de la élite conservadora, que controlaba los medios de comunicación y desató una feroz campaña de desprestigio contra él. El enfrentamiento con las élites culminó en uno de los episodios más oscuros de la historia ecuatoriana: la “Hoguera Bárbara”.

En 1912, Alfaro fue brutalmente asesinado y su cuerpo incinerado en las calles de Quito. La prensa conservadora de la época, que calificaba a Alfaro como un «traidor» y «dictador», fue cómplice de su linchamiento, perpetuando una narrativa de odio que justificó su asesinato. Su muerte fue una muestra de la feroz resistencia de las élites ante un líder que desafió su poder.

Más de un siglo después de Alfaro, en el 2007, Rafael Correa asumió la presidencia de Ecuador con una agenda de cambio inspirada en ideales de justicia social y equidad. Rafael Correa, economista de formación, lideró la “Revolución Ciudadana”, un proyecto político enfocado en fortalecer el rol del Estado en la economía, reducir la pobreza y disminuir la desigualdad. Su mandato, que se extendió hasta el 2017, impulsó una nueva Constitución en el 2008, que estableció derechos de la naturaleza y redefinió la ciudadanía y la participación. Entre las reformas más destacadas de Correa estuvieron las inversiones en infraestructura y programas sociales. Bajo su administración, Ecuador experimentó una notable expansión de carreteras, hospitales, escuelas, colegios, universidades y se implementaron programas para mejorar el acceso a educación y salud. La construcción de grandes hospitales permitió salvar muchas vidas durante la pandemia, y las centrales hidroeléctricas protegen al país de apagones totales. Además, Ecuador se consolidó como el país más seguro de América en su periodo.

Correa también impulsó la creación del Banco del Sur para promover la integración financiera en América Latina y reestructuró la deuda externa para liberar recursos destinados a la inversión social. Su reforma del sector financiero, que limitó las tenencias de bancos en paraísos fiscales, buscaba priorizar el desarrollo nacional sobre los intereses del capital extranjero. Sin embargo, Correa enfrentó una oposición feroz de sectores conservadores que controlaban gran parte de los medios de comunicación, los cuales, al igual que en tiempos de Alfaro, difundieron una narrativa adversa que caracterizaba su gobierno como autoritario. Correa sostuvo que la prensa buscaba socavar su administración en defensa de los intereses de la élite económica.

Eloy Alfaro y Rafael Correa representan dos figuras clave en la historia ecuatoriana, cada uno impulsando cambios trascendentales que desafiarían las estructuras de poder en beneficio del pueblo. Alfaro, lideró la Revolución Liberal. Su visión laica y progresista enfrentó feroz resistencia de la burguesía y la Iglesia, culminando en su linchamiento y la «Hoguera Bárbara», donde su cuerpo fue brutalmente incinerado. Las élites usaron los medios de comunicación para caracterizarlo como un dictador y justificar su violento fin. Por su parte, Rafael Correa, promovió la «Revolución Ciudadana» que reorientó al Estado hacia un modelo de desarrollo más equitativo y social. Correa fortaleció el papel del Estado en áreas clave como educación, salud, y servicios sociales, reestructuró la deuda externa y rechazó la dependencia de organismos internacionales. También abogó por la integración regional y cuestionó las políticas de libre comercio con Estados Unidos. Sin embargo, su gobierno fue igualmente atacado por las élites y los medios, que lo tacharon de autoritario y distorsionaron sus logros.

La historia de estos líderes revela una constante en Ecuador: cuando un líder desafía los privilegios de las élites, estas reaccionan con campañas de desprestigio para proteger sus intereses. Alfaro y Correa compartieron una visión de justicia social que rompió con la herencia colonial y buscó una sociedad más inclusiva. A pesar de las dificultades y de las tácticas de desprestigio, su legado permanece en la memoria histórica del Ecuador como ejemplos de liderazgo comprometido. Estos paralelismos invitan a reflexionar sobre el rol de las élites y la importancia de líderes que, en distintas épocas, priorizan el bienestar del pueblo sobre los intereses de unos pocos.

Mucho Ashe a todos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.