Hoy el planeta es un inmenso gulag. Los recursos de la periferia del imperio -integrada por la gran mayoría de los seres humanos- son canalizados hacia el centro imperial -los países más ricos- a la manera de un colosal embudo. Hay actualmente en el mundo dos vías principales de resistencia al imperio norteamericano y sus […]
Hoy el planeta es un inmenso gulag. Los recursos de la periferia del imperio -integrada por la gran mayoría de los seres humanos- son canalizados hacia el centro imperial -los países más ricos- a la manera de un colosal embudo. Hay actualmente en el mundo dos vías principales de resistencia al imperio norteamericano y sus aliados. Una tiene su ejemplo destacado en Venezuela y Cuba: es la vía de la construcción de una sociedad socialista; la otra es la del fundamentalismo religioso y la teocracia: es el caso de países como Irán y Afganistán.
Tras largas décadas de perfeccionamiento, Estados Unidos ha llevado su metodología de dominio del globo al virtuosismo. El objetivo es siempre el mismo: garantizar que la dirección política y económica de todos los países sea asumida por dirigentes procapitalistas y pronorteamericanos. En otras palabras, que la riqueza producida por las naciones se dirija a mantener el nivel de vida de las capas sociales privilegiadas del imperio. Preferentemente, las elites imperiales optan en una primera aproximación por la celebración de elecciones libres en los países que caen bajo su punto de mira. La democracia liberal es un sistema político que se caracteriza por el hecho de que quien tiene mayor potencia económica y mediática gana las elecciones. En un país tras otro han accedido sistemáticamente al poder partidos y movimientos impulsados por fuertes aportaciones financieras, legiones de asesores electorales y agentes de inteligencia enviados por el emperador. Recientemente hemos vist o sufrir ese destino a las repúblicas ex-soviéticas. Hasta la última bufanda, bandera y adhesivo naranjas de la «revolución naranja» ucraniana han sido diseñados y sufragados por los estrategas y el capital norteamericanos.
¿Y qué ocurre si el imperio no tiene éxito con sus candidatos en las elecciones? Intenta un golpe de estado. Su movimiento electoral se convierte rápidamente en fuerza paramilitar, secciones del ejército nacional son compradas y asesinos a sueldo se ponen en marcha para eliminar a los líderes de izquierda. Pocos gobiernos progresistas resisten el ataque. Para los que logran impedir el golpe, el imperio se reserva la carta final: la invasión, directamente o a través de terceros. La muerte de cientos de miles de civiles se da por descontada, porque la estrategia militar imperial no varía: innumerables bombardeos indiscriminados sobre poblaciones que no dejan piedra sobre piedra para evitar toda baja mediáticamente inconveniente de sus soldados y dar salida a los stocks de armamento.
¿Cómo evitar convertirse en colonia o protectorado del imperio? Una vía es la venezolana. Cuando la izquierda accede al poder apoyada por el pueblo debe neutralizar las bases del capitalismo global en el país con el fin de que no pueda socavar y derribar al gobierno con la ayuda de los estratos favorecidos de la población. Para ello es esencial aprovechar el respaldo mayoritario adquirido y erigir de inmediato estructuras de poder popular alternativo, nacionalizar los principales medios de producción, expropiar a las grandes fortunas, cortar de raíz la influencia de las multinacionales, democratizar la empresa y los medios de comunicación, purgar el ejército y los servicios secretos, formar milicias populares, universalizar la sanidad y la educación en todos los niveles, crear consejos del pueblo con capacidad de actuación real y establecer una justicia revolucionaria. Si no se acometen estas tareas cuanto antes se termina siguiendo el camino de la derrota emprendido por Lula en Brasil. Las reformas prudentes, el paso sosegado y el cambio tranquilo le sientan muy bien a la socialdemocracia, pero para la izquierda significan el fracaso y la marginación por muchos años. Al tiempo.
La senda opuesta de resistencia al imperio es la teocrática. En Irán el consejo de guardianes de la revolución considera que sólo una decena entre mil candidatos son suficientemente integristas para poder presentarse a las elecciones. El presidente integrista finalmente electo cuenta con un notable apoyo popular, porque la divisoria religiosa, ante la ausencia de una alternativa socialista, es la única capaz de recibir mayores simpatías que la propugnada por los mercaderes transnacionales. Una vez logrado el dominio del aparato del estado la teocracia debe armarse hasta los dientes para no ser liquidada por los ejércitos imperiales. En la actualidad, únicamente el armamento nuclear proporciona esa protección. Algunos reivindican la vuelta la lógica de la destrucción mutua asegurada de la guerra fría, un escenario que visto en perspectiva parece más seguro que el actual. La Unión Soviética no fue atacada por Estados Unidos, ni la India por Pakistán o Israel por los países árab es, precisamente porque contaban con cabezas nucleares. Por el contrario, Irán fue atacado por Irak porque no las tenía. Lo que hace probable el ataque es la carencia de armamento nuclear, como en el invadido Irak, no la posesión del mismo, como en China o Corea del Norte.
Sin embargo, hay un aspecto a tener en cuenta. Es evidente que Irán tiene tanto -o ningún- derecho como los demás a poseer armamento nuclear. Estados Unidos es por el momento el único genocida nuclear de la historia y, por tanto, el que cuenta con menos autoridad moral para acusar a otros por desarrollar bombas nucleares. ¿Pero son los enemigos de mi enemigo mis amigos? Con ocasión del pacto entre Stalin y Hitler no faltaron quienes subrayaron que fascismo y comunismo debían unirse, ya que contaban con un enemigo común, el capitalismo, y coincidían en el objetivo: acabar con él. No parece hoy que ese pacto y ese razonamiento fuesen muy afortunados. Ahora una parte significativa de la izquierda contempla con simpatía a los integrismos opuestos a la hegemonía norteamericana. ¿Son los fundamentalistas religiosos diferentes de los fascistas? No en su compatibilidad con el capitalismo global. En cualquier momento pueden volver a ser aliados del imperio y fieles sirvientes de los i ntereses del capital. Ni en el tratamiento que ofrecen a socialistas y anarquistas. El destino de la izquierda en sus territorios es el mismo: aniquilación.
Tampoco es seguro que la lógica de la destrucción mutua asegurada funcione en el futuro. En el fondo tenía su anclaje en un mundo ilustrado, basado teóricamente en la razón y el progreso, que está desapareciendo. La tortura legal, el tirar a matar, las detenciones arbitrarias, los campos de concentración, los golpes preventivos, las deportaciones hacia la muerte y la brutalidad con los pobres son de nuevo moneda corriente en las sociedades occidentales. Es el resultado de la debilidad de la izquierda, que representaba el último baluarte de defensa de la Ilustración. ¿Funcionará la disuasión nuclear en un mundo retornado a la pre-Ilustración? Me temo que no.
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