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Reseña de Basura mundi, de Mª Ángeles Maeso

Dos o tres veces por semana se acaba el mundo

Fuentes: Espéculo

En el año 2004 tuvimos la ocasión de reseñar la obra de Mª ängeles Maeso Perro [1] , una novela que calificábamos ya desde la primera línea de nuestro texto como «dura». Nos llega ahora una muestra de la otra dimensión creativa de su autora, la poesía: Basura mundi (Huerga & Fierro 2008). A veces […]

En el año 2004 tuvimos la ocasión de reseñar la obra de Mª ängeles Maeso Perro [1] , una novela que calificábamos ya desde la primera línea de nuestro texto como «dura». Nos llega ahora una muestra de la otra dimensión creativa de su autora, la poesía: Basura mundi (Huerga & Fierro 2008).

A veces se entiende mal la idea de belleza poética; y se entiende mal porque se confunde -y no solo ha sido un error dieciochesco- con funciones que no son las prioritarias. La función primordial del arte y, evidentemente, de la poesía es revelar o desvelar. Ya sea como visionario o como iluminador, el poeta nos trae, pone ante nuestros ojos, lo lejano o lo cotidiano, porque no es la distancia la que impide ver sino la ceguera propia. Basura mundi no es un ejercicio de poesía visionaria, sino una tarea meticulosa de iluminación de las zonas oscuras que nos rodean.

El primer compromiso del poeta es siempre con lo humano. Cualquier obra que se deshumaniza se traiciona desde su origen. Mª Ángeles Maeso continúa, ahora desde el verso, la línea que encontrábamos en Perro: la que conecta directamente con la constatación del escándalo de la inhumanidad. La poesía de Maeso es el contrapeso de una sociedad que se construye sobre una apariencia fantasmagórica de felicidad, una sociedad que ha hecho de la negación una elipsis aplastante. Su poesía es el eco del grito que regresa después de sobrevolar los decorados artificiales. No nos casa la realidad con el discurso; algo falla.

Hay una poesía que nace del asombro y otra que nace del escándalo. La de Maeso es de esta última, de la que pone el aparato transformador del lenguaje al servicio de la restitución de la realidad. Cuando el discurso oficial silencia la existencia del dolor, del abandono, del desprecio, de la indiferencia, y lo oculta bajo un belcantismo artificial, la transformación tiene que ser doble. No se trata solo de mostrar la realidad, sino de desmontar la mentira:

Somos ricos. Somos libres.
Vivimos en paz.
Somos de primera

Lo dice una de las teles
De una de las chabolas. (Basura en los labios, 35)

El escándalo surge cuando se nos dice que la pobreza no es lo opuesto a la riqueza, sino su consecuencia natural, es decir, cuando se renuncia a la justicia. El mundo queda así convertido en un estercolero, receptáculo natural de las dos basuras que generamos: la material y la humana. La casa deviene chabola y la persona bolsa de basura. La idea de basura, de desechos, de residuos humanos no es solo una metáfora poética. Pueden consultarse las obras del sociólogo Zygmunt Baumann y su idea de que el desarrollo acelerado que hemos generado para algunas partes (privilegiadas) del globo está produciendo, como contraste o como consecuencia natural, esas bolsas humanas de pobreza y marginación que no se limitan al denominado «tercer mundo», sino que están produciendo en el seno mismo de nuestra autosatisfecha sociedad. Dar cuenta poética de ello es la labor que Mª Ángeles Maeso se ha propuesto a través de las diferentes líneas temáticas que recorren los poemas del libro. La principal de ellas es la que conecta, como señalamos, con Perro: la deshumanización progresiva del ser humano hasta reducirlo a una condición de materialidad, llegada la cual ya puede ser tratado como un residuo más. Esa reducción material, esa cosificación, afecta a todas las dimensiones: la amorosa, la laboral, la identidad propia… Todos esos ámbitos se ven transformados por discursos vaciados de sentido, por discursos dobles en los que se afirma lo contrario de lo que los ojos nos muestran. Este doble lenguaje es una de los elementos recurrentes de la obra:

Dicen nosotros, dicen
nuestro dolor, dicen nuestro pesar.
Aseguran que lo hacen por tu bien. (Humanitarios, 37)

Vaciando de sentido las palabras, se vacía el sentido mismo del mundo; reduciendo la vida a un formulario, se transforma en un dato estadístico:

De los miles de millones
de personas superfluas
de un informe,
40.000 están aquí (Vertederos bajo la tormenta, 16)

La vida se puede transferir a un informe o a un poema. En el primero, las personas se descomponen hasta desaparecer bajo el dato; en el poema, por el contario, se les rescata en la dimensión universal que respeta su dignidad: son ellos y son otros, uno y todos. El nosotros ya no es una maniobra envolvente destinada a desarmarnos.

Les llaman héroes, pero en vivo se llaman
como José Gutiérrez, el guatemalteco (El paso de meteco a ciudadano, p. 44)

El poemario tiene mucho de observación cotidiana, de respuesta ante los acontecimientos del día a día, algunos con fechas o, como el de la anterior cita, sobre un joven guatelamalteco del ejército norteamericano muerto en Irak el 21 de marzo de 2003. Diario del basurero que recoge las entradas y salidas del material humano, Basura mundi es un poemario irritado, un poemario respuesta ante el escándalo, un intento de contar las cosas de otra manera, porque las cosas no han dejado de ser a pesar de que las sirenas traten de distraernos con sus cantos. Como dice la autora, «dos o tres veces por semana se acaba el mundo» (La dignidad es una raíz).

[1] J. Mª Aguirre Romero: «Hacia la nada», Espéculo nº 27 http://www.ucm.es/info/especulo/numero27/perro2.html. María Ángeles Maeso. Perro, Huerga & Fierro editores, Madrid, 2004

Notas: