Nos preguntamos por qué Putin, que ha estado asegurando su poder en el Kremlin hasta 2036, hasta que alcance la edad de 84 años, desató la invasión de Ucrania y se sentenció a la derrota. Explicó que Ucrania no es un pueblo soberano y que los compromisos anteriores no se han cumplido. Pero esta fantasiosa Gran Rusia no se impondrá y, si su país ha sido sometido a una larga historia de humillación, también fueron los propios líderes rusos los que la promovieron, a veces para su propio beneficio (¿quién no recuerda el vergonzoso anuncio de Gorbachov en Pizza Hut, con su colosal valor simbólico?), ahora agravándola con una operación ruinosa. En el conflicto entre potencias, estos líderes siempre han perdido, lo que no impidió que Moscú favoreciese a Trump. Sin embargo, las dos victorias más importantes de sus enemigos tienen consecuencias más amplias que las medidas en este escenario de guerra, que afectan a Europa y al mundo.
Trumpismo contra Europa
En 2018, Trump rompió el acuerdo con Irán, con la protesta de los otros signatarios, el Reino Unido, Alemania y Francia. Luego anunció las mayores sanciones, reanudando la que ya se había aplicado en 2012 y anulado en 2015 con el acuerdo de control nuclear: la retirada de Irán de Swift, el sistema global de pagos interbancarios. Y amenazó a las empresas europeas con imponerles la misma sanción si hacían negocios en Irán. Juncker, entonces presidente de la Comisión Europea, se indignó: «No negociaremos con la espada de Damocles sobre nuestras cabezas. Es una cuestión de dignidad y principios». El «principio» se discutió en vano en una reunión del FMI, el «Financial Times» lo llamó un «descarrilamiento diplomático», la Unión Europea incluso creó una agencia financiera para hacer pagos en euros fuera del alcance de la Casa Blanca y Swift, pero la «dignidad» no duró mucho y Total, Daimler, Air France y otras empresas se retiraron de Irán.