La radio y la televisión han incrementado sus programas de entrevistas, en los que a la ‘selección’ de los invitados se une el tema que el periodismo de opinión quiere posicionar. En las últimas semanas hay un bombardeo sobre dos temas recurrentes: la situación del vicepresidente Jorge Glas; y, además, la ‘bronca’ al interior de […]
La radio y la televisión han incrementado sus programas de entrevistas, en los que a la ‘selección’ de los invitados se une el tema que el periodismo de opinión quiere posicionar. En las últimas semanas hay un bombardeo sobre dos temas recurrentes: la situación del vicepresidente Jorge Glas; y, además, la ‘bronca’ al interior de Alianza PAIS, que se cree responder a una pugna de liderazgos entre el ‘caudillo’ Rafael Correa y el presidente Lenín Moreno.
Pero en las opiniones movilizadas abundan las pasiones y sentimientos, más que el examen de la coyuntura sobre la base de un mínimo razonamiento fundamentado. Se ha dicho cualquier cosa. Y con ello hay un abismo entre la simple y hasta fugaz opinión para la prensa y el análisis proveniente de las ciencias sociales. Lastimosamente en los medios suelen predominar las voces subjetivas por sobre las analíticas.
Bajo tales condiciones, cabe recordar a Emilio Durkheim (1858-1917), uno de los padres fundadores de la sociología, y cuyo pensamiento tiene pleno vigor, al conmemorarse en este año el centenario de su fallecimiento.
A Durkheim se lo estudiaba en las universidades en la década de 1970. Hoy apenas se lo nombra. El eje de su teoría gira en torno al ‘hecho social’, entendido como un conjunto de instituciones y estructuras externas y coercitivas a todo individuo, que se ve determinado por ellas, y que deben ser tratadas como ‘cosas’, es decir, en forma empírica, y no de un modo filosófico y peor psicológico.
Desde luego, no es el único aporte de Durkheim. Pero resalto este elemento central, porque quienes se dedican a las ciencias sociales tienen claro que toda idea u opinión no puede lanzarse como simple criterio personal, sino que ha de fundamentarse en los ‘hechos’, es decir, debe tener sustentos empíricos.
Este ‘positivismo’ suele ser rechazado por quienes enfatizan en la ‘teoría’. Pero esa dicotomía es falsa. Los datos de la realidad son los únicos que garantizan la construcción de una teoría sólida, como lo demostró el marxismo, la concepción fundada por Karl Marx (1818/1883 – quien fue, en cierto modo, contemporáneo de Durkheim), para la cual solo una investigación rigurosa de la realidad y el examen del conjunto de los datos y hechos, y no de uno que otro aislado, asegura la comprensión exacta de la sociedad.
Marx fue, en parte, un claro ‘positivista’; pero, además, fue él quien adelantó tres ideas absolutamente revolucionarias; una, existe fundamentación histórica necesaria a todo ‘hecho social’ (Durkheim); dos, la base material (‘hechos sociales materiales’ en la sociología de Durkheim) determina los ‘hechos sociales inmateriales’ (Durkheim); y tres, que toda confrontación social y política responde a una pugna de intereses, que Marx bautizó como ‘lucha de clases’.
Hay demasiada confianza en las ‘opiniones’. Siguiendo las bases de las ciencias sociales, cabría exigir, cada vez más, que al menos las ideas expuestas tengan suficiente fundamentación empírica (Durkheim) e histórica (Marx), y que no respondan a los simples sentimientos y pasiones de los entrevistados y de los entrevistadores.
Fuente original: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/durkheim-y-el-hecho-social