En este artículo el autor reflexiona sobe la cuestión del poder, sosteniendo que consiste en la ‘relación social asimétrica que existe entre quien decide y quien no decide’ y señalando como el poder es abolido desde la práctica ecomunitarista.
No soy el primer filósofo que se ha ocupado del “poder”. Ahora bien, como sigo oyendo y leyendo discursos que lo abordan de una forma que creo equivocada, sintetizo en estas notas telegráficas mi definición y las consecuencias que de ella se derivan en óptica ecomunitarista.
Marx aclaró que el capital no es una “cosa”, sino la relación social que existe entre los dueños de los medios de producción y sus asalariados; aunque el capital se encarne en varias “cosas”, como lo son, por ejemplo, una suma de dinero que se valoriza (crece) extrayendo plusvalía de los trabajadores, las instalaciones y máquinas de una fábrica que pertenece a un capitalista (dos de los componentes del “capital constante”), y el monto de salarios que el capitalista paga a sus trabajadoras-es (que constituye el “capital variable”).
Algo similar ocurre con “el poder”.
Empiezo aclarando lo obvio, a saber, que cuando se habla de “poder”, es necesario distinguir el verbo del sustantivo. El verbo significa, según lo dice cualquier diccionario “tener la facultad o capacidad de hacer algo”.
Pero el problema filosófico, político y para la vida de todos los días aparece cuando nos ocupamos del sustantivo, o sea, de “el poder”.
Porque para muchos “el poder” aparece como una “entidad/dimensión” o “cosa”. Al concebirlo como cosa se habla de “tomar el poder”, como se habla de tomar un castillo por asalto o tomar un martillo. Y al concebirlo como entidad/dimensión se lo piensa como un “algo” que estaría presente/escondido (al estilo del aristotélico “en potencia”) en el interior de una persona.
Sostenemos que “el poder” no es ni una cosa ni una entidad/dimensión, sino que consiste en la relación social asimétrica que existe entre quien decide y quien no decide.
Y esto se aplica en los más diversos órdenes de la vida, desde el universo familiar hasta el de la política (local, provincial, nacional, regional-continental y mundial), pasando por la economía, etc.
Así, en una familia patriarcal a la vieja usanza, quien decide es el “padre de familia” y a él están subordinados, porque no deciden, su mujer, hijos y demás habitantes de la casa.
En la empresa capitalista quien decide es el patrón o un representante suyo, y a él están subordinados, porque no deciden, l@s asalariad@s que le venden su fuerza de trabajo. Y a tal punto están subordinad@s a la decisión del primero que, por más capacitad@s y deseos@s de trabajar que estén, solo podrán hacerlo si un patrón o un representante del patrón l@s contrata, y solo podrán seguir trabajando en la empresa mientras el patrón o su representante lo deseen (pues en sus manos está la decisión de despedir a un/a trabajador/a cuando se les dé la gana). Esa relación asimétrica gana contornos muy escabrosos cuando el patrón o su representante la extiende (o intenta hacerlo) hacia el cuerpo de la o el asalariad@ más allá de su función productiva, queriendo hacerlo objeto sexual (y si la o el asalariado se niega, puede ser echad@ y perder su ganapán).
En la política real de la pseudodemocracia pseudorrepresentativa capitalista solo unos pocos deciden acerca de las cuestiones cruciales que afectan la vida de tod@s.
En el plano mundial eso se hace explícito en el hecho de que solo cinco países son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (el verdadero órgano decisivo con facultad de mandato ejecutivo, incluso vía militar, para las cuestiones que se ventilan en la ONU) y, por si fuera poco, tienen allí poder de veto sobre cada resolución.
En la política real de la pseudodemocracia pseudorrepresentativa capitalista a nivel local y nacional, los ricos, las multinacionales y el imperio yanqui-OTAN que compran los votos de los supuestos representantes, hacen que en las cuestiones cruciales los mismos voten contra los intereses de sus supuestos representados (sea en materia de salarios/jubilaciones dignos, seguridad social omniabarcante, vivienda decente, salud y educación pública y gratuita de calidad, calidad ambiental de la vida, etc.).
En la política continental impera sobre Nuestramérica la voluntad de los gobiernos de EEUU a través de ese “Ministerio de colonias” que es la OEA.
Así “el poder” es la relación social asimétrica que existe entre quienes deciden y quienes no, que en los ejemplos que hemos citado se encarna, respectivamente, en la autoridad imperativa del pater familias, del capitalista, de los países dominantes, de la potencia dominante en Abya Yala, y de las clases dominantes a escala local, provincial y nacional en cada uno de los países de Nuestramérica.
Ahora bien, como se sabe, hemos deducido las tres normas fundamentales de la Ética escrudiñando la gramática profunda de la pregunta que la instaura, a saber, “¿Qué debo hacer?”. Y esas normas nos exigen, respectivamente, luchar para garantizar nuestra libertad individual de decidir, realizar esa libertad en la búsqueda de acuerdos consensuales con l@s demás, y preservar-regenerar la salud de la naturaleza humana y no humana.
El Ecomunitarismo es el orden comunitario-ambiental poscapitalista en el que se aplican cotidianamente y en todos los ámbitos esas tres normas.
Como se percibe fácilmente, su aplicación extingue el “poder” así como lo hemos definido. Porque en aplicación de las dos primeras normas (que en perspectiva ecomunitarista siempre se combinan con la tercera) TOD@S deciden (a partir de su libertad de hacerlo y en decisiones consensuales con l@s demás). Así, se acaba la asimetría existente entre quienes deciden y quienes no, o sea, queda abolido el “poder”.
Veamos cómo sería la realidad ecomunitarista, abolición del “poder” mediante, en los ejemplos que hemos dado.
En la familia ya no hay un solo miembro que decide, sino que la vida familiar se ordena según la decisión consensual de sus miembros (decisión que parte de la libre opinión de cada uno de ellos).
En la economía (que en el Ecomunitarismo debe ser ecológica, según lo exige la tercera norma ética fundamental) son l@s productoras-es libres libremente asociad@s quienes administran los medios de producción (en especial tierras y empresas), para hacer realidad el principio ecomunitarista que reza “De cada un@ según su capacidad y a cada un@ según su necesidad, respetando los equilibrios ecológicos y la interculturalidad”. O sea que ya no hay en la economía la asimetría decisoria que impera en el capitalismo, y, por ejemplo, aplicando el citado principio, nadie queda marginado de la actividad productiva por decisión de otr@ (por lo que se acaba el desempleo); como lo recordé en otro escrito, entre los incas incluso a los ciegos se le atribuía una labor (la de desgranar el maíz), a cambio de la cual recibían lo necesario para vivir.
En la política continental se acaban los mandatos del imperio yanqui-OTAN, y Nuestramérica decide de forma soberana y solidaria (como intenta empezar a hacerlo a través de organismos como la UNASUR y la CELAC).
En la política mundial la actual ONU es sustituida por la Organización de los Pueblos Unidos, donde no hay miembros permanentes de ningún Consejo de Seguridad y tampoco derecho de veto de ningún miembro, y todas las decisiones son adoptadas por consenso (para el bien y la entreayuda solidaria de todos los pueblos del Planeta).
En la política local y nacional habrá de primar la democracia directa en base a asambleas (que buscan siempre el consenso), y cuando sean necesarios, los plebiscitos y referendos (hoy muy facilitados por las herramientas que nos da internet, que permitirían ampliarlos incluso a niveles continentales y aún mundiales, según sea el alcance de la cuestión en discusión). A quien le parezca ilusoria la apuesta ecomunitarista al consenso (siguiendo lo que exige la segunda norma ética fundamental) les recordamos que hace varios años Evo Morales aclaró que esa es la práctica cotidiana de los aimaras, que discuten todo el tiempo que sea necesario para alcanzarlo, tratando de evitar por todos los medios la división de la comunidad entre mayoría y minoría.
Bibliografía mínima
José de la Fuente Arancibia y Ricardo Salas Astraín (orgs.), “Introducción al Ecomunitarismo y a la educación ambiental. Lectura chilena de la obra de Sirio López Velasco”, gratuitamente disponible en https://library.oapen.org/handle/20.500.12657/51640
en https://zenodo.org/record/5745105#.YaZXEdDMI2w
en https://dlc.dlib.indiana.edu/dlc/handle/10535/10827
y en https://es.scribd.com/document/561776175/Introduccion-Al-Ecomunitarismo-y-Educacion-Ambiental
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