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Los estudiantes del colectivo Economía 21 reclaman una enseñanza con "crítica", "debate" y "experimentación"

Economía al margen del gran consenso

Fuentes: Rebelión

Economía 21 la forman un colectivo de estudiantes de la Universitat de València insatisfechos con los contenidos que se imparten en la facultad de Económicas. Ante una realidad que hierve y quema, aseguran, en las aulas continúa enseñándose de manera reduccionista (y conservadora) los modelos neoclásico y keynesiano. Tampoco quieren que se les considere esponjas […]

Economía 21 la forman un colectivo de estudiantes de la Universitat de València insatisfechos con los contenidos que se imparten en la facultad de Económicas. Ante una realidad que hierve y quema, aseguran, en las aulas continúa enseñándose de manera reduccionista (y conservadora) los modelos neoclásico y keynesiano. Tampoco quieren que se les considere esponjas memorísticas. Al contrario, defienden la crítica, el debate y la experimentación como vías de aprendizaje: aprender para comprender, y comprender para transformar. Han organizado ya dos congresos y publicado dos números de una revista con excelentes artículos (escritos por los mismos estudiantes).

Cuando piden una visión plural y completa de la Economía, no hablan en balde. La jornada inaugural del segundo congreso ha contado con dos economistas que viven fuera del pensamiento unánime, del gran consenso. Polarizados, uno y otro, en las dos alas del gran espectro. Con currículos, temática expositiva y también actitudes/poses e indumentaria que delatan una manera de pensar. De posicionarse ante la Economía y ante la vida.

Ataviado con traje y corbata, todo el tiempo pendiente de la tableta, se presenta el primer ponente. Es Juan Ramón Rallo. Su currículo: Master en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Imparte clases en el Centro de Estudios Superiores ONMA y en el Centro de Estudios ISEAD Business School, además de dirigir el Instituto Juan de Mariana y colaborar como analista económico en esRadio (la cadena generalista de Jiménez Losantos, Dieter Brandau y Luis Herrero). Rallo ha escrito varios libros, como «El liberalismo no es pecado» (con Carlos Rodríguez Braun); «Una alternativa para salir de la crisis. Más mercado y menos estado» o «Una crisis y cinco errores», galardonado con el premio Libre Empresa de la Fundación Rafael del Pino.

Un aire más informal y el dejo andaluz identifican a Fernando López Castellano, profesor en el departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Granada. De inmediato proyecta una imagen que acompañará a su intervención: «Capitalismo, crisis y creencias» es el título. Si el enunciado ya anticipa el camino de la conferencia, el subtítulo remata y orilla las dudas: «Como dios, el capitalismo tiene la mejor opinión sobre sí mismo, y no duda de su propia identidad» (Eduardo Galeano). Fernando López Castellano ha coordinado obras colectivas como «Medio ambiente y desarrollo: miradas feministas desde ambos hemisferios» o «Desarrollo: crónica de un desafío permanente». Ha publicado asimismo los libros «La tierra no es muda: diálogos entre el desarrollo sostenible y el postdesarrollo» y «Liberalismo económico y reforma fiscal: la contribución directa de 1813».

Los tópicos asociados al libre mercado. Sostiene Juan Ramón Rallo que el mercado libre no debería vincularse exclusivamente al individualismo, pues también abarca las interacciones entre grupos y asociaciones. Otra confusión habitual, a juicio del economista, es la que se da entre las nociones de «capitalismo» y «libre mercado», cuando realmente no designan las mismas realidades (el mercado libre puede darse también en una economía de subsistencia). «Pero es cierto que el capitalismo es la versión más avanzada del libre mercado».

La producción que abastece la demanda del mercado requiere cierta planificación, que desarrolla el empresariado. Es el agente empresarial quien percibe las necesidades de los demás y cuál es el mejor modo de satisfacerlas. Después se produce la especialización productiva, también la división del trabajo y del conocimiento, y finalmente los intercambios en el mercado libre. Vendría a ser éste un modelo ideal. Ahora bien, Rallo considera que debe responderse a una pregunta clave: ¿Queremos un sistema en el que «desde arriba» se planifique y coordine aquello que se produce, o preferimos un sistema descentralizado que no sea ajeno a la metodología de prueba y error?

Intuitivamente, sostiene Rallo, «parecería que con la primera opción se funciona mejor, pero en las sociedades complejas no ocurre así». En los sistemas descentralizados, se da un mecanismo evolutivo donde -por influencia de la competencia y el libre mercado- se establecen finalmente los mejor adaptados (y no porque así lo determine un agente vertical y centralizado). Es lo que ocurre con las quiebras: permiten optimizar los recursos, pero también transmitir información al resto de los agentes económicos y señalarles que se ha transitado por un camino erróneo. Además, aquello que tiene que producirse para el mercado siempre es algo por descubrir. Y, en principio, «ante esa adversidad e incertidumbre, los sistemas descentralizados disponen de más mecanismos».

En los sistemas de planificación descentralizados existe una herramienta básica: el cálculo económico empresarial. Mediante el criterio de ganancias y pérdidas, puede anticiparse -en una economía de mercado- si el empresario camina o no por la buena senda, aunque teniendo en cuenta que siempre pueden surgir competidores. Ahora bien, apunta Rallo, «para realizar este cálculo económico es muy importante que los precios se fijen en el mercado libre, pues sólo así transmiten información útil». En ese contexto, «el empresario viene a ser un especialista transversal que conecta a todos especialistas sectoriales, en una sociedad altamente especializada».

¿Por qué se producen las crisis económicas? Básicamente, porque los precios se hallan muy intervenidos. Uno de los ejemplos más flagrantes es la «manipulación» de los tipos de interés. Critica Juan Ramón Rallo que en nuestras sociedades «el sistema financiero está muy privilegiado por el sector público». Si el estado suprimiera estas prerrogativas, todos los bancos (cualquier banco del mundo) entrarían de inmediato en suspensión de pagos, con la subsiguiente quiebra y liquidación. «Pero el estado los blinda del riesgo de insolvencia». Por esta razón, la banca puede «jugárselo todo al casino y ponerse al borde de la suspensión de pagos». Los bancos se endeudan masivamente a corto plazo y conceden préstamos en masa a largo plazo. En ese sentido, la «excepcionalidad bancaria» reside en que los bancos pueden manejarse sin un «fondo de maniobra positivo», algo que provocaría la quiebra de cualquier empresa pero no de la banca, ya que cuenta con el respaldo de los estados.

La consecuencia de estos procesos es la «descoordinación macroeconómica». La división del trabajo y la especialización coordinada en el mercado libre no funciona porque no existe libertad de precios. La manipulación de los tipos de interés y las malas inversiones de la banca, entre otros factores, llegaron a un punto de colapso que desembocó en la crisis económica actual. Ahora ha de reiniciarse el ciclo con nuevo procesos de ahorro y acumulación de capital. Conclusión, según Juan Ramón Rallo: «La economía financiera es potencialmente muy destructiva».

Si Rallo insiste en las concesiones y favores que otorga el poder político al sistema financiero, lo que en última instancia impondría barreras al mercado libre y al buen funcionamiento de la economía, Fernando López Castellano rechaza las nociones idealizadas sobre un «libre mercado» autorregulado y en competencia perfecta, ya que, afirma, «el mercado no deja de ser una construcción estatal». Además, interpelado respecto a los objetivos del Congreso (cuestionar el modo en que se enseña y aprende la economía), su intervención ofrece pocas dudas: «La ciencia económica dominante ha generado un discurso inmune a lo que ocurre en la realidad; los planes de estudios, el gran cuerpo teórico de las universidades, es básicamente el mismo que en los años 70». Agrega que si en España hay actualmente dos científicos sociales, estos son «El Roto» y Forges.

Como la especialidad de López Castellano es la Historia de las Ideas Económicas, cita y cita de modo pertinente a autores que se salen del «gran consenso» universitario. En 1965, Joan Robinson definía la economía como «una rama de la teología». En 2001 decía Samir Amin que la economía elabora un discurso cuyo objetivo real es legitimar la libre acción del capital. O Bourdieu y Boltanski en 2008: Es la ciencia que vuelve aceptables los sacrificios, la disciplina y las obligaciones. Apoyándose en autores como Skidelsky o Rodrik, el profesor granadino se refiere a un triple fracaso del capitalismo, que puede constatarse hoy. Un fracaso institucional (los bancos pasan de ser empresas a «casinos»); Intelectual: entra en crisis el «mantra» de la filosofía económica neoliberal (desregulación, liberalización y privatización) y moral (un sistema construido sobre la santificación de la búsqueda de riqueza).

¿Cuál es la opinión de Fernando López Castellano? Más que una crisis, se está produciendo actualmente una reestructuración de las relaciones sociales o, en otros términos, una quiebra de las bases del compromiso fordista. Ésa es la clave. En ello coincide con Josep Fontana y otros. Ni siquiera se respeta actualmente el esquema marxista dinero-mercancía-dinero, sustituido por otro más simple y demoledor: dinero-dinero. Así lo expresaba Max-Neef en 1994: «En los viejos tiempos, el crecimiento económico se debía a la producción, pero hoy la riqueza se origina por medio de ficciones económicas improductivas».

Estamos ante el final de los «treinta gloriosos» del capitalismo y el «estado nacional de bienestar keynesiano». De las políticas que tendían al pleno empleo, la creación de infraestructuras para el consumo y la producción masivas; el salario como elemento clave de la demanda, acuerdos salariales basados en la negociación colectiva y, también, de las transferencias sociales. Pero, asimismo, del dinero «politizado». Con la crisis de los años 70 se produjo el primer punto de ruptura. En 2008, con la crisis actual, se dio -en palabras de Ignacio Ramonet- una auténtica exhibición académica y política de antikeynesianismo. No resulta extraño, por tanto, que se recurriera a las teorías económicas neoclásicas para explicar la crisis. «La utopía keynesiana de la abundancia como horizonte, daba paso a la teoría neoliberal de la escasez».

Los nuevos procesos capitalistas (neoliberales) afectan también a los ritmos y los tiempos. El mundo de la producción es mucho más lento (y mucho más rentable) que el de la especulación. Se produce entonces un nuevo ajuste «espacio-temporal» (en términos de David Harvey). Además, se «despolitiza» el dinero, que conquista la autonomía respecto a los estados. La desproporción entre la riqueza material (o base productiva de la economía) y el capital financiero en circulación resulta disparatada. El dinero compite en el mercado con las demás mercancías.

Fernando López Castellano apunta cambios bien profundos, casi una mutación antropológica. El empresario se convierte en especulador, se desmaterializa la riqueza y se sobrevalora el riesgo. ¿Qué es lo que realmente está ocurriendo? «Pasamos del estado de bienestar keynesiano al estado competitivo schumpeteriano». Ulrich Beck lo dice de otro modo: Se pasa de la certeza a la incertidumbre y del bienestar al miedo. En términos economicistas, del salario como elemento de la demanda al salario como coste; y del pleno empleo a la flexibilidad. En este contexto de nuevas relaciones sociales y laborales, el ciudadano asume el rol de consumidor-cliente, alejado de la política. Una política que, por lo demás, se confitura como puro «teatro».

Pero el docente llega más lejos y afirma que se están desarrollando «estrategias autoritarias para la gestión de la crisis». Se pone de manifiesto, y enlaza así con el inicio de su intervención, que el capitalismo no fue nunca «liberal» sino «de estado». ¿Cómo es posible, si no, desde una perspectiva neoclásica, entender las actuaciones estatales respecto a la banca? Según Todorov, «el neoliberalismo de estado se ha convertido en enemigo de la democracia». Las técnicas autoritarias para gestionar la crisis atacan por múltiples vías, pero hay una, de dominación y miedo, en la que López Castellano insiste: la deuda. Además de las amnistías aprobadas, y de que se haya desarmado fiscalmente a los estados, la idea capital es que la deuda «constituye una política por sí misma».

Por ejemplo, en el caso europeo: «La deuda es el instrumento utilizado para someter a los poderes públicos y representativos al poder privado de los bancos». El paso siguiente consiste en la contrarrevolución fiscal y las políticas «austeritarias». Austeridad, se dice, para ganar la confianza de los mercados. Y no hay vuelta de hoja. No hay más que repasar las medidas de la Troika: recortes salariales, ahondar en la reforma laboral… «Estamos, de hecho, en una democracia intervenida». Pero la historia se hizo para aprender. Para considerar las lecciones del pasado. Recuerda Krugman que para salir de la «gran depresión», en Estados Unidos se lanzó un gran programa de obras públicas financiado con déficit, llamado «segunda guerra mundial». O, en Argentina, las políticas de miseria planificada por el FMI. Lo que ocurre hoy se resume en una consigna: «del mito al timo». O del estado de bienestar a la llamada «sociedad participativa».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.