Para las elecciones de febrero de 2017 todas las fuerzas políticas de oposición, sean de derecha, centro o izquierda, se han identificado con una línea: acabar con el «correísmo». Se supondría que después de una década, el izquierdista Acuerdo Nacional por el Cambio (ANC), que agrupa a viejos partidos marxistas, izquierdas «críticas», líderes de los […]
Para las elecciones de febrero de 2017 todas las fuerzas políticas de oposición, sean de derecha, centro o izquierda, se han identificado con una línea: acabar con el «correísmo». Se supondría que después de una década, el izquierdista Acuerdo Nacional por el Cambio (ANC), que agrupa a viejos partidos marxistas, izquierdas «críticas», líderes de los fraccionados y débiles movimientos indígenas y de los trabajadores y otros sectores afines, debían haber trabajado para convertirse en la alternativa radical, auténtica y popular frente a un gobierno al que consideran de «derecha», pero ello no ha ocurrido.
Después de igual cantidad de años, diez, las fuerzas de la derecha solo pueden exhibir como candidatos para la presidencia a figuras tradicionales, como ha ocurrido con CREO y la «Unidad», donde la hegemonía está en manos del PSC-MG (Partido Social Cristiano-Madera de Guerrero). Nada nuevo ofrecen a la política; sin embargo quieren lucir como si sus propuestas económicas fueran innovadoras, aunque coinciden en el mismo «modelo empresarial» del pasado, aspirando el retorno de la competencia capitalista, el mercado libre y la empresa privada.
Planteamientos similares provienen de los empresarios ligados a las cámaras. En una reciente reunión promovida por el sector de comerciantes (7/Sep/2016) se ha propuesto una hoja de ruta de 11 puntos, que parte de un doble presupuesto teórico: de una parte, supone que en el país no existe democracia y de otra, que el tipo de «modelo» económico del futuro solo debiera basarse en el mercado libre, la empresa privada y la mayor vinculación al mundo capitalista. La visión de estas élites económicas y políticas no puede considerarse «técnica» ni un reflejo del interés nacional. Representa solo los intereses de un sector de la sociedad ecuatoriana, que históricamente ha mantenido el poder económico y político. Es obvio, por tanto, que cuestione al Estado, rechace impuestos, simpatice con la flexibilidad laboral y abogue por el capital transnacional tanto como por los tratados de libre comercio.
Pero hay otro Ecuador, con otros intereses, y otros planteamientos. Es el de amplios sectores sociales que anhelan la institucionalización de fuertes capacidades estatales, el fomento de la economía popular y solidaria, el desarrollo del sector comunitario rural, la preservación del medio ambiente, potenciar la industria y la diversificación productiva, democratizar los factores de la producción, redistribuir la riqueza, fortalecer un sistema tributario directo sobre las capas más ricas y sus patrimonios, perseguir la evasión tributaria y la fuga de capitales a paraísos fiscales, la consolidación del sistema universal de seguridad social, la regulación estatal a la seguridad y la medicina privadas, el avance de los derechos laborales y la socialización de las utilidades, potenciar la educación pública con calidad, regular el sistema financiero y al comercio externo, o la integración latinoamericana en términos soberanos, entre otras propuestas.
Se trata de intereses y visiones distintas, que nunca serán planteadas por las aristocracias tradicionales.
Fuente: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/economia-con-otros-rostros