Rafael Correa tomó posesión como presidente de Ecuador por primera ocasión en enero de 2007. Inició su segundo mandato en agosto de 2009. Lo concluirá el 10 de agosto de 2013. Una fecha que, a juzgar por el intento de golpe de Estado que sufrió el pasado jueves, le parece una eternidad a la oligarquía […]
La vocación golpista de las elites locales ha sido consistente. Entre 1995 y 2007 fueron depuestos tres mandatarios. Correa es el octavo jefe del Ejecutivo de Ecuador desde 1997.
Conforme pasa el tiempo, la popularidad del presidente crece. La primera vez que ganó las elecciones lo hizo en una segunda vuelta, en la que obtuvo 57 por ciento de los votos. En 2009 triunfó en la primera vuelta, con casi 52 por ciento de los sufragios. Las últimas encuestas ubicaban su índice de popularidad entre 60 y 62 por ciento.
Rafael Correa llegó al poder enfrentando tanto a una oligarquía mafiosa que manejó el aparato estatal durante dos décadas, conduciendo directamente el saqueo neoliberal, como a una partidocracia desprestigiada. Lo hizo enarbolando un programa en el que se expresaron algunas de las más importantes demandas del movimiento indígena y popular que durante 17 años resistió de manera destacada a las políticas de ajuste y estabilización, se opuso a la base militar estadunidense de Manta y al Plan Colombia, rechazó un tratado de libre comercio (TLC) con Washington y luchó contra los gobiernos de derecha. Sin embargo, construyó su candidatura y desarrolló su campaña electoral con un discurso ciudadano, al margen de esas fuerzas populares, en un momento en que éstas se encontraban en pleno reflujo.
Sus primeras medidas de gobierno consistieron en convocar a una consulta popular para que la ciudadanía decidiera si quería una Asamblea Constituyente, y la reducción de los salarios de los altos mandos del Estado, comenzando por el del presidente. El reclamo de una nueva Constitución, en tanto nuevo pacto social, provenía de los movimientos sociales, especialmente del indígena.
La Asamblea Constituyente sesionó en medio de importantes movilizaciones y acciones directas de masas respaldadas por el presidente. El resultado final fue una de las constituciones más avanzadas en el mundo, que, entre otras muchos derechos, reconoce los de la naturaleza y da herramientas para avanzar en una democracia radical.
Católico practicante, Rafael Correa insistió en que el nombre de Dios debía constar en la Constitución y asumió posiciones contra el aborto y contra el matrimonio entre homosexuales.
La revolución ciudadana de Correa coincide en el tiempo y es parte de la reconstrucción de la arquitectura del poder y la geopolítica en América Latina. Hay en el continente una redefinición de las relaciones y la inserción con Estados Unidos y los organismos y Ecuador es parte central de ello. No suscribió el TLC y no renovó el alquiler de la base militar de Manta con Washington; tomó distancia del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional; ha buscado anular tratados de inversión con otros países, al tiempo que las inversiones chinas (sobre todo en energía) crecen rápidamente.
Hoy existe mayor control del Estado sobre los recursos naturales y mayor participación del Estado en la renta petrolera y minera. La reacaudación tributaria ha crecido. Y la inversión social pasó de 4 por ciento del PIB a 8 por ciento. Sin embargo, no se ha reducido significativamente ni la pobreza ni la inequidad.
La administración de Correa ha sido crítica contra los grupos oligárquicos, a los que llama los pelucones
(término que hace alusión al uso anacrónico de las pelucas por la aristocracia, y que, en el caso ecuatoriano, es utilizado para referirse a aquellos que han hecho fortuna con fondos públicos). Se ha enfrentado permanentemente a los monopolios audiovisuales, controlados por los grandes banqueros. Este 20 de octubre se cumple el plazo legal fijado para que éstos y sus familiares hasta en cuarto grado de consanguinidad, vendan sus acciones en los medios. A pesar de ello, la banca ha tenido en estos años significativas utilidades en dólares: 20 por ciento en 2008, 13 por ciento en 2009.
Los desencuentros (y los choques) del mandatario con el movimiento indígena, parte del movimiento popular y organizaciones ecologistas han sido importantes y, en ocasiones, muy duros. Éstos han criticado su política hacia la minería a cielo abierto y el hecho de que no se ha desarrollado un nuevo patrón para redistribuir la riqueza y tampoco otra forma de inserción en el mercado mundial. Ven en la Ley de Minería y en la de Aguas retrocesos legales, y en la de Soberanía Alimentaria superficialidad. No hay, aseguran, un esfuerzo por superar el extractivismo. Señalan, además, que el gobierno no los escucha.
Por su parte, el presidente percibe a los movimientos sociales que lo cuestionan como grupos corporativos que buscan intereses particulares. Ha tildado a los críticos de su política ambiental de infantilismo ecológico
. Existen, por supuesto, movimientos sociales que lo apoyan, pero el centro de su esquema de acción política es el de una revolución ciudadana.
El desencuentro (y confrontación) no deja de ser una ironía trágica. El movimiento popular (especialmente el indígena) fue quien creó el espacio para enfrentar las políticas de Washington, abrió el terreno para la derrota político-electoral de la oligarquía y creó un nuevo sentido común. Sin estos cambios en la correlación de fuerzas, el triunfo de Correa habría sido impensable.
¿Facilitará la intentona golpista las condiciones para revertir este desencuentro y radicalizar el proceso de transformación política en Ecuador? Así sucedió en Venezuela en 2002, con el fracasado golpe de Estado contra Hugo Chávez. Pero todo dependerá de la lucha misma. Parafraseando a Goethe, Carlos Marx decía que gris es la teoría […] verde el árbol de la vida
. Ante la adversidad, el verde árbol de la revolución ecuatoriana tendrá que dar nuevos frutos.