En mi artículo anterior (https://bit.ly/2pfMTh8) hice referencia a algunas de las obras que tratan sobre la década 2007-2017. En el país han predominado las que tienen orientación «anti-correísta» y particularmente las de autores identificados con las izquierdas tradicionales, entre quienes hay una variedad de escritos que van desde la opinión visceral hasta el criterio más […]
En mi artículo anterior (https://bit.ly/2pfMTh8) hice referencia a algunas de las obras que tratan sobre la década 2007-2017. En el país han predominado las que tienen orientación «anti-correísta» y particularmente las de autores identificados con las izquierdas tradicionales, entre quienes hay una variedad de escritos que van desde la opinión visceral hasta el criterio más o menos fundamentado, aunque su línea de conducción teórica es considerar que la década del gobierno de Rafael Correa fue «perdida», «desperdiciada» o un «gran fraude».
En este tipo de escritos hay autores que han apuntalado la consigna de «descorreización» del país, planteada, hace años, primero por un excandidato banquero y acogida de inmediato por toda la derecha nacional. Convertida ahora en política de Estado, está provocando una situación exactamente igual a los viejos llamados a perseguir a los «comunistas», que finalmente derivaron en las dictaduras militares terroristas del Cono Sur latinoamericano, iniciadas por Pinochet en Chile, en 1973. Para mal de la vida política nacional, los «descorreizadores» han inaugurado así una inédita forma de acción que sienta precedentes funestos para el futuro, pues, de igual modo, habrá experiencia para que se justifique el lawfare, la persecución, la venganza, la denigración o cualquier otra bajeza, por el solo hecho de «des-morenizar» a la sociedad o «des-nebotizar» una ciudad, o «des-febrescorderizar» al país. ¡Vaya, vaya, lo que podría pasar con este tipo de fascismo criollo!
En contraste con lo que ha ocurrido en Ecuador, en el exterior han sido publicados una variedad de artículos y libros sobre los gobiernos progresistas y de nueva izquierda, que son comprendidos como integrantes de un nuevo ciclo histórico para América Latina.
La visión del complejo mundo contemporáneo y de la ubicación en él de esos gobiernos, bien puede hacerse a través de cualquiera de las dos voluminosas obras del historiador Josep Fontana, Por el bien del imperio (2011) o también, El Siglo de la Revolución (2017). Desde una visión específica a nuestra región, José Natanson, en su obra La Nueva Izquierda. Triunfos y derrotas de los gobiernos de Argentina, Brasil, Bolivia, Venezuela, Chile, Uruguay y Ecuador (2008) fue de los primeros en realizar un examen de conjunto. Otro tipo de balance bien puede seguirse en El engaño populista (2016) de Axel Kaiser y Gloria Álvarez, autores ampliamente publicitados por los medios, cuyas triviales ideas son útiles a la hora de demostrar «por qué se arruinan nuestros países y cómo rescatarlos», que es la frase que sirve de subtítulo a la obra. Y, naturalmente, con solo hablar de «populismo» -manipulando el concepto a diestra y siniestra, sin ningún rigor académico- ya queda descalificado cualquier gobierno. Ese persistente concepto al menos ha merecido mayor seriedad y academicismo, aunque sin salir de las limitaciones teóricas que impone esa misma concepción, en la obra El retorno del pueblo. Populismo y nuevas democracias en América Latina (2008) coordinado por Carlos de la Torre E. y Enrique Peruzzotti.
En la línea reflexiva sobre el impacto del «ciclo progresista» estuvo, en forma temprana, la obra de James Petras-Henry Veltmeyer, en Espejismos de la izquierda en América Latina (2009); o también Las izquierdas latinoamericanas (2010), con introducción de Inés Pousadela. Una visión sociohistórica de conjunto se halla en el estupendo trabajo de Waldo Ansaldi y Verónica Giordano, América Latina. La construcción del orden (dos tomos, 2012), mientras Atilio Borón ha dedicado varios estudios a ese ciclo y a la democracia latinoamericana, en general. Además, se lograron interesantes obras colectivas con la colaboración de intelectuales extranjeros y publicadas en Ecuador, como: Desde sus cenizas. Las izquierdas en América Latina a 25 años de la caída del Muro de Berlín (2015) editado por Daniel Kersffeld; y, de varios autores, Reinventar la izquierda en el siglo XXI. Hacia un diálogo Norte-Sur (2014), o también Las vías abiertas de América Latina (2016). Cabe añadir a Marta Harnecker con su libro Ecuador. Una nueva izquierda en busca de la vida en plenitud (2011).
Entre las revistas con artículos escritos tanto por autores ecuatorianos como por extranjeros, cabe destacar Nueva Sociedad (http://nuso.org), en la que se evidencia un proceso intelectual que va de la apreciación favorable a los gobiernos progresistas, hasta la crítica total, aunque siempre con fundamentos; pero llega a una elite de clase media. En la biblioteca electrónica de la Clacso hay materiales de obligada lectura. Además, en internet se encuentran blogs y páginas web de acceso libre, en los que se requiere paciencia para buscar lo escrito sobre la década presidencial de Rafael Correa. Algunos son más ampliamente conocidos, como los artículos del Celag (www.celag.org/ecuador), identificados con los gobiernos de nueva izquierda.
Pero, además de los artículos y editoriales de la prensa diaria, en los que dominan las simples opiniones subjetivas y se llega a decir cualquier cosa, Ecuador carece de alguna revista política o económica de amplia difusión comparable con Nueva, que existió entre fines de los 70 e inicios de los 90. Algunas universidades y escogidas instituciones públicas tienen estudios significativos y que merecen atención. Pero, lastimosamente, mucha de la documentación que permitiría realizar una investigación historiográfica a profundidad sobre la pasada década se ha perdido, porque existió excesiva confianza en la difusión electrónica, algo que cuestioné en varios artículos periodísticos, como por ejemplo «Gobierno ¿sin historia?» (https://bit.ly/2OPfZPu).
En el campo económico, en Ecuador hegemoniza la visión de las elites ricas y empresariales, acompañadas por autores que, bien en la prensa o en algunos artículos y otros escasos libros, defienden esos intereses y se ubican abiertamente en la línea del mercado libre y el neoliberalismo. Esa «cultura económica» nacional es usual en los mass media. Sin embargo, esas visiones a menudo chocan abiertamente con los estudios que ha realizado la Cepal sobre las realidades de América Latina e incluso contradicen datos de los organismos internacionales. No hay que descuidar el hecho de que Ecuador carece de una burguesía progresista y modernizante, pues en el ambiente gana el tradicionalismo y el conservadorismo empresariales, cuyo ideal es un país sin impuestos directos (siempre han combatido el impuesto a la renta), con Estado estrangulado al máximo y una flexibilidad laboral que se acerque a la esclavitud.
De otra parte, prácticamente solo los académicos tienen acceso a las hemerotecas virtuales. A través de Scopus, Ebsco, o JStore, se accede a numerosos artículos que tratan sobre la década 2007-2017, necesariamente basados en investigación, lo cual otorga mayor garantía a lo que se publica. Es sintomático que las citas sobre estos trabajos no suelen aparecer en los libros y artículos publicados en Ecuador. Además, allí no cuentan las pasiones que identifican a cierta intelectualidad «anticorreísta» del Ecuador, que parece haber perdido su capacidad objetiva y crítica, pues asume, sin más, que el «morenismo» es una continuidad del «correísmo», o se dedica a escribir sobre el presente, pero no sin antes lanzar cualquier análisis que permita concluir que la actualidad es culpa de Rafael Correa. Esta posición se ha evidenciado incluso en la reciente marcha de trabajadores contra las medidas económicas del gobierno de Lenín Moreno (el 20 de septiembre), en la que algunos dirigentes de las grandes centrales nacionales primero hablaron ante la prensa sobre la necesidad de «descorreizar» a la sociedad, después coquetearon con el cuestionamiento a la situación económica y social del país, y finalmente pasaron a saludar la necesidad de seguir manteniendo los «diálogos» con el gobierno. Lastimosamente demostraron, una vez más, tener un pie afuera del «morenismo», pero todo el cuerpo adentro.
Sería interminable seguir con las referencias a otras publicaciones. Pero vale destacar algunas: Kintto Lucas publicó Ecuador cara y cruz. Del levantamiento a la Revolución Ciudadana (2015), cuyo tercer tomo trata precisamente sobre «Luces y sombras de la Revolución Ciudadana (2007-2015)»; Jorge Núñez Sánchez coordinó Ecuador: Revolución Ciudadana y Buen Vivir (2014), y a manera de colección periodística, Jaime Galarza Zavala publicó ¡Que venga el tsunami! (2016). El libro de Luis Verdesoto, Los actores y la producción de la democracia y la política en Ecuador 1979-2011 (2014) pretende una visión de largo plazo.
No todo, por tanto, se ha «perdido» en la década pasada ya que por lo menos ha dado de qué hablar y qué publicar. Tampoco todo lo que brilla es oro. Quizás, en el año del bicentenario del natalicio de Karl Marx (1818-1883) bien valdría recordar una carta de Friedrich Engels, en la que escribió: «Usted debe haber observado cuán reducido es el número de los jóvenes escritores afiliados al Partido que se toman el trabajo de estudiar la economía, la historia de la economía, la historia del comercio, de la industria, de la agricultura, de las formas sociales. Parecería a menudo que esos señores piensan que cualquier cosa es suficientemente buena para los obreros. ¡Si esos caballeros supieran tan sólo que Marx consideraba que sus mejores cosas no eran todavía bastante buenas para los obreros, y que consideraba criminal ofrecer a los obreros algo inferior a lo mejor de lo mejor!»
Blog de Juan J. Paz-y-Miño Cepeda: Historia y Presente
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