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¿Educar sin adoctrinar?

Fuentes: Rebelión

¿Se puede educar sin adoctrinar?, es una pregunta que tiene validez para intentar dar claridad al penúltimo debate, a raíz del «Pin parental». Así, dependiendo de lo que entendamos por ambos conceptos, nos aclararemos en mayor o menor medida. No es ocioso comenzar por algo que en su momento fue premisa crítica de la izquierda […]

¿Se puede educar sin adoctrinar?, es una pregunta que tiene validez para intentar dar claridad al penúltimo debate, a raíz del «Pin parental». Así, dependiendo de lo que entendamos por ambos conceptos, nos aclararemos en mayor o menor medida.

No es ocioso comenzar por algo que en su momento fue premisa crítica de la izquierda sesentayochista y años posteriores; que se debatió mucho y que aún se considera fundamental en el debate sobre si se educa o se adoctrina o ambas cosas a la vez. Me refiero al supuesto muy argumentado de «La educación como aparato ideológico del Estado»; es decir, la utilización del sistema educativo como instrumento de reproducción social, política, económica e ideológica, que todos los gobiernos tienen a su disposición para favorecer unos intereses con el conocimiento de determinadas disciplinas; así como la transmisión de ideas, actitudes y valores relacionados con la política, el civismo, etc. Es decir se intentaría desde los gobiernos inculcar determinadas ideas y determinados conocimientos como conjunto de medidas y prácticas educativas encaminadas a adquirir valores o formas de pensar en los sujetos para que puedan desempeñar su vida futura. Si esto se supone que es así, diremos ¿que estamos, «educando» o «adoctrinando» o de todo un poco? Que no imponiendo, acción distinta de lo anterior.

Puede resultar ciertamente angelical, a mi juicio, pensar y defender la neutralidad del Estado y su objetividad en materia educativa. Lo anterior no va en menoscabo de la educación pública (otro tema es la educación privada, que no tocaré aquí) que los gobiernos en mayor o menor medida propician para la ciudadanía; sencillamente quiero huir de ingenuidades y situar el debate en su justo término. El problema estaría en quién educa, cómo se hace y para quién se educa. ¿Qué valores y qué ética se quieren «inculcar» al niño o la niña o en la posterior adolescencia y juventud? La respuesta a la pregunta nos dirá las diferencias entre ambas concepciones, que las hay, también parecidos; pero solapándose las dos en muchos casos.

La ideología que subyace en los sistemas educativos con ánimo de «educar/adoctrinar», no nos engañemos, tiene, sin embargo, algo fundamental. Si el sistema educativo emana dictatorialmente es obvio, al menos para mí, que hay un adoctrinamiento puro y violento, sin opción a respuesta crítica. Ejemplos, los hay. Nosotros tenemos cuarenta años de ese adoctrinamiento, que no de educación. Otro ejemplo, es el poder religioso.

Sin embargo, si el sistema educativo se enmarca en la democracia que hay libertad de cátedra, un parlamento que debata y apruebe leyes educativas. Unos instrumentos democráticos en los centros escolares; y maestras y maestros, así como profesores, con criterio propio y respetados, estaremos en la mayéutica socrática. Estaremos, por nombrar a algunos y algunas de mis referentes educativos, con Freire y Freinet. Estaremos con Ferrer y Guardia…Con Rosa Sensat, Marta Mata, María Montessori, las hermanas Rosa y Carolina Agazzi…

Carlos Lerena, sostenía, por los años ochenta que educar es, a la vez, «amaestrar y adoctrinar, producir personas, pero también, desde la perspectiva de la mayéutica socrática, educar es dirigir, guiar o extraer». Importante apreciación del sociólogo que es necesario subrayar, si se quiere entender el debate que se está planteando. Lerena planteaba dos aspectos ; uno, el amaestramiento y adoctrinamiento, » la producción de personas»; otro, que el alumnado descubra, por sí mismo la verdad, este es el que está presente en la «mayéutica socrática». Pero, hay que subrayar » a la vez».

Lo que subyace en los propulsores del » Pin parental», con poco recorrido como se está viendo, lleva en su seno la fabricación de personas, precisa y únicamente la primera acepción de Lerena: «fabricar personas». A la imagen de sus ideas, añado yo. Teniendo a las hijas e hijos como propiedad privada para hacer de ellos un ser acorde con un modelo de individuo que sea élite. Además, del ninguneo de la enseñanza y educación pública.

La escuela fue y es un campo en el que se confronta una oposición entre aquellos a quienes se les disputaba y disputa el poder de las conciencias, como las iglesias y otras instituciones, y quienes aspiraban y aspiran a construir un mundo nuevo desde bases muy diferentes; antes los movimientos obreros; ahora desde posiciones ampliamente ciudadanas y sociales aspirando a que el sistema educativo sirva a los intereses de la persona autónoma y crítica.

El hecho educativo carece de esa pureza y objetividad que se le quiere atribuir, está contaminado, siempre, por la posibilidad de adoctrinar, unas veces explícitamente y otras solapándose. No obstante eduquemos. No adoctrinemos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.