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EE.UU., dinero contra el nerviosismo

Fuentes: Rebelión

Nada oculto anida bajo el Sol, reza la sabiduría popular. Como afirma también que más fácil se aprehende a un mentiroso que a un cojo. En los últimos meses, se ha atrapado in fraganti a la administración de Donald Trump, por enésima ocasión. ¿Recuerdan las diatribas de la Casa Blanca contra el hecho, negado repetidamente […]

Nada oculto anida bajo el Sol, reza la sabiduría popular. Como afirma también que más fácil se aprehende a un mentiroso que a un cojo. En los últimos meses, se ha atrapado in fraganti a la administración de Donald Trump, por enésima ocasión. ¿Recuerdan las diatribas de la Casa Blanca contra el hecho, negado repetidamente por los inculpados, de que el Kremlin estaba violando el INF (siglas en inglés), que desde 1987 impedía el uso de misiles terrestres con trayectorias de entre 500 y 5 500 kilómetros? Pues EE.UU. acaba de probar uno de estos.

No hay que ser precisamente buido analista para comulgar con quienes estiman que el constreñido lapso para realizar con éxito el ensayo demuestra que los Estados Unidos estaban fabricando hacía tiempo un pretexto para retirarse del pacto, tal lo hicieron hace poco. Ni corta ni perezosa, Rusia denunció ante el planeta la «escalada de tensiones», aseverando: «No cederemos a la provocación». Y volvió a deplorar el cese del convenio, que había puesto fin a la crisis surgida en torno a la ubicación (como réplica) de los SS-20 soviéticos provistos de ojivas nucleares en el Viejo Continente.

Con el inefable magnate instalado en la Oficina Oval, ambos países se habían cruzado acusaciones de violar el compromiso, en tanto el «águila» aprovechaba para rodear de bases al «oso», incluso en territorios que otrora pertenecieron a la esfera de influencia de este, en el fenecido campo socialista; por su parte, el presidente Vladimir Putin casi se tornaba disfónico solicitando un «diálogo serio» sobre el desarme, para «evitar el caos».

Caos que ahora puede estar más cerca, porque el estadista ha planteado el dilema de «conversaciones o respuesta pertinente» ante la exhibición de «bíceps» atómicos de Washington. Solo tres semanas de expirado el plazo requirieron estos prepotentes para convencernos de que los trabajos preparatorios de la proyección comenzaron mientras platicábamos en aras de salvar un trato aplaudido por toda la humanidad, se lamentó con otras palabras el gobernante eslavo en una visita a Helsinki, la capital de Finlandia.

En su opinión, reseñada por RT, lo peor es que «el misil […] es del tipo Tomahawk, un misil marítimo que fue modernizado para ser lanzado desde tierra. Este nuevo misil puede ser disparado desde dispositivos ya existentes en Rumanía y otros que van a ser desplegados también en Polonia. Eso significa que están apareciendo nuevas amenazas a las que debemos reaccionar de manera similar». Esgrimiendo la técnica de «una de cal, otra de arena», Putin acotó: «He prometido que Rusia no va a instalar ningún misil de medio o largo alcance mientras no descubramos que en algún lugar del mundo han aparecido sistemas armamentísticos [norte]americanos de este tipo».

¿Tardía solución para la nación euroasiática? No, si tomamos en cuenta, en primer lugar, la advertencia del mandatario: Estamos preparados «para una crisis de misiles si Estados Unidos es lo suficientemente tonto como para buscarla». Y más si nos atenemos a que Rusia «actualmente tiene ventaja en caso de que se produzca un primer ataque nuclear».

Pues «desplegar[íamos] misiles hipersónicos en barcos y submarinos que podrían acechar las aguas territoriales de Estados Unidos si Washington despliega armas nucleares de rango intermedio en Europa». Hablamos de «vehículos navales: submarinos o barcos de superficie. Y podemos ponerlos, dada la velocidad y el alcance (de nuestros misiles) en aguas neutrales. Además, no están estacionados, se mueven y tienen que encontrarlos».

Y, aunque el Departamento de Estado calificó los anuncios de fintas con que desviar la atención de las notificaciones sobre las presuntas violaciones de Moscú del Tratado de las Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (la más extendida traducción del INF), parece cierto que si el Pentágono coloca nuevos artilugios del mencionado modelo, algunos tendrían capacidad para llegar a la capital rusa en diez o 12 minutos. Por tanto, los «candidatos» a víctimas se han apresurado a declarar que actuarían más raudamente.

Algo en lo que coinciden unos cuantos. Por ejemplo, conforme a pixabay.com, que cita a la revista germana Stern, «si bien la Guerra Fría está en el pasado, la carrera armamentista entre las grandes potencias continúa ‘sin cesar’. Y allí, en cuanto al campo de las armas hipersónicas, Rusia es el líder indiscutible. Esto se debe, en gran medida, a su nueva PRS-1M, ‘arma del fin del mundo'», como la tildó el medio.

Porque cobra una velocidad de hasta 14 500 kilómetros por hora y logra interceptar cohetes intercontinentales desde una distancia de más de 100 kilómetros y con altitudes de entre cinco y 50. Los entendidos hacen hincapié en que este constituye el proyectil más raudo del orbe y «mucho más mortal» que sus antecesores, los 53T6. «Las nuevas armas hipersónicas del arsenal del Kremlin son tan rápidas que la defensa estadounidense no puede atraparlas». La aquí traída a colación integra el sistema de defensa Amur A-135, situado en los alrededores de Moscú.

Sin atrevernos a asegurar rotundamente que no llevan ni pizca de razón aquellos que tachen esas líneas del periodismo alemán de mera propaganda de USA y la OTAN con vistas a consolidar su propio parque bélico mediante una desmesurada descripción del poseído por el enemigo, agreguemos revelaciones de que Rusia y China, unidas, derrotarían a EE.UU. en caso de un conflicto.

Robert Work y David Ochmanek, participantes en un panel realizado en Washington por el Centro para la Nueva Seguridad Americana, organización de expertos castrenses, aseveraron que la Unión no conseguiría afrontar el choque con la primera de las mentadas potencias en la región del Báltico o con la segunda en Taiwán, por la protección inadecuada de la infraestructura y la trasmisión de datos. Las conclusiones se derivan de simulaciones realizadas por la Corporación RAND (Research and Development), entidad de investigación sin fines de lucro aludida por AFP.

Los simulacros develaron que EE.UU., a pesar de «permitirse» aplastar efectivamente a los ejércitos de su región, no se muestra competente para confrontar durante mucho tiempo un rival que disponga de tecnologías y fuerzas comparables. «Nunca hemos enfrentado a un adversario con las mismas posibilidades… En los primeros cinco días de la campaña nos vemos muy bien, pero después de los segundos cinco días esto no se verá tan bien», admitió Work.

Sucede que las pistas aéreas y los portaviones estadounidenses se han convertido en un blanco fácil de China y Rusia. «En todos los casos que conozco, el F-35 domina el cielo cuando está en el cielo, pero se destruye en el suelo en grandes cantidades». Lo mismo ocurriría con la Armada yanqui. «Lo que navega en la superficie del mar va a tener dificultades», predijo Ochmanek, para añadir: «Las bases de abastecimiento del Ejército, que estarían entre los objetivos principales del adversario, también serían destruidas, por no tener defensa antiaérea suficiente».

Empero, los ponentes distinguen una amenaza mayor en la vulnerabilidad del sistema de comunicación, el coordinador de las acciones de las tropas. «El cerebro, el sistema nervioso que conecta todas estas piezas, está suprimido, si no obturado». Si un enemigo lograra vencer en lo que China llama «guerra de destrucción del sistema», y EE.UU. perdiera el mando y el control, sería derrotado automáticamente, consideran los conocedores.

Peritos que insisten en que en la subsanación de dichas deficiencias se requerirían 24 000 millones de dólares, divididos por igual entre la Fuerza Aérea, el Ejército y la Armada. La suma es cerca del 3,3 por ciento del presupuesto militar propuesto por Donald Trump para 2020. Con lo que coincide tácitamente el Congreso, según el cual el monto de 2019 – ¡716 000 millones!- no basta para llevar a cabo la innovación y la prioridad con que contrarrestar los «peligros», aunque es cuatro veces mayor que el chino y 10 veces más que el de la Federación.

Punto en el que nos corresponde insistir en la cartesiana duda metódica: ¿Hasta dónde la verdad y hasta dónde engaño para que se multipliquen las erogaciones con destinos marciales?

Solo el tiempo lo determinará. No obstante, deviene inevitable distinguir el nerviosismo despertado en el Tío Sam por los pertrechos rusos -ello, sin apelar a los chinos, en crecimiento y mejoramiento tecnológico-, pues, verbigracia, la capacidad del S-400 para luchar contra al menos 10 objetivos en un rango de altura de cinco metros a 30 kilómetros y una distancia de hasta 400 kilómetros «lo hace un arma letal y lo pone por encima de los Patriot PAC-3», apunta Prensa Latina.

Figuran en la relación de las causas del desasosiego, asimismo, el modernizado complejo coheteril táctico TOR-M2U, que, en su labor de preservar los efectivos, detecta 40 intrusos y selecciona los cuatro más temibles para su desaparición. El conjunto móvil Kornet-D1 dispone de dos juegos de cuatro misiles 9M133FM-3 cada uno y puede destruir agresores terrestres, marítimos y aéreos en un radio de acción de 50 kilómetros. Por si no bastara, los cazas SU-35 de generación 4++ y los bombarderos SU-34, protagonistas en Siria, se sitúan entre los aparatos más respetados por la aviación aliada occidental que actúa en ese país bajo la batuta de los Estados Unidos.

Resumiendo: el «oso» prepara sofisticados medios para «responder al desafío norteamericano de crear un sistema global antimisil que pone en duda la paridad estratégica mundial». Todo, sin olvidar la máxima de que más fácil se aprehende a un mentiroso que… ya se sabe.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.