El asunto Crimea ha permitido a EEUU aprovechar un nuevo impulso en la pérdida progresiva del dominio económico mundial arrastrando a su vez a Europa hacia un escenario cada vez más riesgoso y pesimista, y de consecuencias aún inciertas. El fantasma de la II Guerra Mundial cada vez se hace más presente y no por […]
El asunto Crimea ha permitido a EEUU aprovechar un nuevo impulso en la pérdida progresiva del dominio económico mundial arrastrando a su vez a Europa hacia un escenario cada vez más riesgoso y pesimista, y de consecuencias aún inciertas.
El fantasma de la II Guerra Mundial cada vez se hace más presente y no por las consecuencias que trajo para Europa de destrucción y muerte sino por los beneficios suculentos que le trajo a EEUU en cuanto a su economía… ¿Preparándonos psicológicamente para una Tercera?
EEUU y sus aliados de la Unión Europea siguen apretando el acelerador en el centro del tablero. Comenzaron «tímidamente» en Afganistán e Irak para después hacerlo de una forma más ingeniosa y ¿»menos descarada»? con la denominada «Primavera Arabe» y sus «revoluciones árabes». Ahora están queriendo apretar el acelerador políticamente de una forma descarada en las fronteras con Rusia. La reunión de la OTAN de septiembre, en Gales, se enmarca en esa dirección.
Y el factor común denominador de toda esta aceleración es el control de los recursos energéticos que, a su vez, pretende contener el avance de China, hoy potencia con gran apetito de energía y, por otro lado, bloquear a Rusia para buscar hacerla retroceder en sus grandes proyecciones económicas en cuanto a energía.
La iniciativa de apretar el acelerador, como siempre, ha surgido de EEUU y respaldado por sus grandes y fieles socios. Y no por capricho. Si miramos con lupa en Ucrania, por ejemplo, podríamos ver los intereses de dos grandes compañías como la anglo-holandesa Royal Dutch Shell y la norteaméricana Chevron Corporation, quienes el 2013 firmaron acuerdos con Ucrania para el desarrollo del famoso gas de esquisto.
La presente aplicación del acelerador por medio de instrumentos como la OTAN y la UE es el resultado de lo ya ideado a inicios de mayo en el Senado de EEUU y el proyecto de Ley Nº 2277 sobre la «prevención de la agresión rusa», la cual busca suministrar armas y munición, vehículos blindados, etc a Ucrania; aspira aumentar la presencia militar de la OTAN en los países vecinos de Rusia, junto con desarrollar maniobras militares y entregar el estatus de «aliado no-OTAN» a Ucrania, Georgia y Moldavia. O sea, todo lo que poco a poco hemos sido testigos pero por medio de estructuras serviles (OTAN, UE).
Es una gran mentira el que nos quieran vender la «iniciativa» de los países Bálticos y Polonia con respecto a esos temas.
Por tanto, Rusia y China, si bien la diplomacia ha venido cumpliendo su función de manera ejemplar, frente a los presentes aceleramientos imperialistas tiene que haber una respuesta acorde. Rusia y China se han caracterizado por tener un acelerar silencioso y, lo mejor de todo, sin hostilidades. Pero hoy el panorama es distinto y se requiere acelerar ruidosamente y, a su vez, mandar señales claras a EEUU y sus fieles aliados que se han caracterizado por acelerar hostílmente con el afán de sacar del medio a sus «oponentes». Rusia y China están llamados a cumplir dichas tareas.
Pero alguien debe poner freno a la maquinaria imperialista de Occidente antes de que sea muy tarde.
El territorio de EEUU como de Europa deberían sentir en carne propia el rugir de los motores tanto de China como de Rusia para así tratar de persuadir a su clase gobernante para hacerlos entrar en razón y de que ya entramos a una era de un mundo multipolar que debemos aceptar.
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