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Cuarta parte de la introducción del libro Pedagogía Antifascista (Octaedro, 2025), con prólogo de César Rendueles y Jaume Carbonell

Efectos colaterales del neofascismo

fascismo
Fuentes: Mundo Obrero [Imagen: Manifestantes concentrados en la Plaza de Colón (Madrid) a favor de la unidad de España el 7 de octubre de 2017. Créditos: Alvaro Minguito]

Se ha normalizado la equidistancia, la famosa teoría de la herradura, que afirma que los extremos políticos se tocan. Esta tesis no sólo es una idiotez, también es un suicidio político.


Las políticas neoliberales con sus privatizaciones masivas, el ataque a los derechos sociales y a lo público, a la misma idea del bien común, así como la promoción del individualismo y el egoísmo, del “sálvese quien pueda”, han sentado las bases del actual auge del neofascismo. Un entorno social cuidadosamente diseñado para desalentar la movilización y la solidaridad colectiva. A través de exacerbar el individualismo sociológico y el consumismo enajenante hemos alcanzado niveles de desarticulación colectiva que hace un siglo hubieran requerido de una represión feroz o de la ilegalización de las organizaciones sociales. Lo cual ha permitido que se difundan como una ola los discursos etnonacionalistas y neofascistas que se presentan como soluciones autoritarias ante el desamparo y abandono, o la impotencia o incapacidad, por parte de los poderes públicos (Brown, 2021).

Este proceso y la normalización del neofascismo está teniendo dos efectos colaterales. El primero es la amplificación de la «teoría de la equiparación o equidistancia». Están consiguiendo reconstruir el imaginario colectivo situando a todo movimiento progresista que cuestione el capitalismo como si fuera el otro extremo de la ecuación del denominado populismo, acusándole de «extrema izquierda radical». Tildando con el epíteto vacío de «populistas» (sin saber muy bien qué significa) tanto a las opciones fascistas (totalitarias y antidemocráticas) como a las opciones comunitarias anticapitalistas y antifascistas (de defensa del bien común). De tal forma que el centro del tablero político queda redefinido por el conservadurismo y el neoliberalismo, que se convierten automáticamente en opciones de centro, «moderadas», «responsables» y «de gobierno». Como dice Rendueles (2020): “A los intelectuales orgánicos del cosmopolitismo liberal les encanta agrupar todas esas fuerzas emergentes en el cajón de sastre del populismo. Es la famosa teoría de la herradura, que afirma que los extremos políticos se tocan: los partidarios de la igualdad y la democratización de las instituciones económicas vienen a ser lo mismo que los racistas, neofascistas y autoritarios. Todos radicales, todos extremistas. Esa tesis, planteada abiertamente por personas prestigiosas y aparentemente serias, no sólo es una idiotez ofensiva, también es un suicidio político”.

Esta normalización de la teoría de la equidistancia se constata en todos los ámbitos, desde los medios de comunicación con la manida expresión “la política está polarizada” (donde se equipara y se pone al mismo nivel a todas las partes) hasta la propia academia universitaria. Un ejemplo en este ámbito ocurrió recientemente en un departamento de nuestra Universidad pública. En la Facultad de Educación, donde se forman a los futuros profesionales de educación, un área contrató a un profesor asociado que era militante de Vox para dar la asignatura “Inmigración, minorías y educación intercultural”. Era una asignatura compartida con otra área del mismo departamento. Cuando el profesor que impartía la otra mitad de la asignatura fue a hablar con el área que había contratado al profesor asociado, le contestaron: “así el alumnado podrá conocer los dos extremos y comparar”. Es decir, se equiparaba la defensa de los derechos humanos y la interculturalidad, que se plantean en esta asignatura, con los postulados supremacistas y xenófobos que defiende Vox. De esta forma vemos cómo progresivamente va penetrando el neofascismo en la vida cotidiana e incluso en el ámbito académico, asumiéndolo y normalizándolo.

El segundo efecto colateral es la denominada «lepenización de los espíritus». El neofascismo ha conseguido radicalizar y polarizar el marco del debate público, de la agenda política y mediática, hasta el punto de que buena parte de sus postulados están siendo asumidos no solo por los grupos políticos conservadores de la derecha y los liberales, sino también incluso por algunos grupos progresistas y socialdemócratas, especialmente las políticas migratorias, claramente discriminatorias y punitivas, y las políticas represivas en materia de derechos y libertades: «Los partidos que se dicen democráticos han hecho propia la agenda ultra en temas como inmigración, nacionalismo, seguridad, derechos sociales o valores, y se muestran dispuestos a pactar gobiernos y hasta a ofrecer ministerios» (Guamán et al., 2019).

Es más, la aparente entrada en el juego democrático del neofascismo, mientras les sirva, ha presionado a otros partidos políticos a radicalizarse para evitar la migración de los votos y justificar y blanquear su cogobernanza con esa extrema derecha (Fundación los Comunes, 2020). Como ha pasado en España, donde el Partido Popular (conservador) ha pactado con el partido de ultraderecha Vox para gobernar en determinadas regiones, comunidades, ciudades y ayuntamientos. De esta forma cada vez la derecha tradicional se va situando ideológicamente en una derecha extrema, cercana o similar en sus postulados a la ultraderecha. La carencia de una cultura antifascista y la falta de una ruptura con el franquismo en España han creado el sustrato de esta lepenización progresiva.

Además, el hecho de que en España el partido ultraderechista esté dirigido por varios antiguos miembros del Partido Popular, el trato más que benévolo recibido en los medios de comunicación y la relativización de sus postulados y propuestas xenófobas, antifeministas y antidemocráticas por parte de los líderes de los partidos conservadores también ha servido para blanquear a Vox como una formación legítima, integrándole incluso en el autodenominado «bloque constitucionalista».

Lo mismo ha pasado en Europa, cuando la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, con el apoyo de socialistas y liberales, situó al candidato de la ultraderechista Giorgia Meloni (presidenta de Italia) como vicepresidente de la Comisión Europea (el órgano ejecutivo de la UE), que por primera vez tenía en ese puesto a un representante del neofascismo. O lo mismo que está sucediendo en la esfera latinoamericana donde la derecha tradicional, los liberales y la socialdemocracia cada vez llegan a más acuerdos y pactos con la ultraderecha.

Por eso, hemos de ser conscientes de que este neofascismo cuenta con la capacidad de destruir la democracia en nombre de la democracia. La experiencia histórica en Europa nos muestra que una vez que están dentro de las instituciones cuentan con recursos mediáticos, políticos, económicos e institucionales que hacen muy difícil que acaben desapareciendo.
Pues bien, esta agenda ultra está penetrando también en el sistema educativo. Lenta y sostenidamente. Por eso este libro pretende abordar dos aspectos cruciales para una pedagogía antifascista: detectar y prevenir el fascismo desde la escuela y afrontarlo y combatirlo en la educación. Necesitamos tener claves para entender, analizar y deconstruir el discurso del neofascismo neoliberal que se infiltra en la escuela y en la sociedad. No solo aquel discurso obvio y claramente provocador ligado a los modelos más conservadores y arcaicos, sino también aquel más sutil y naturalizado, más ligado a los relatos de la «libertad», la competencia, el éxito, el esfuerzo, la autoridad, el control o la vigilancia, vinculado a la ideología neoliberal, base del actual neofascismo. Y no solo ser capaces de detectarlo, sino también tener estrategias y herramientas para afrontarlo y combatirlo.

En estos tiempos, cuando, como decía al inicio de esta introducción, el viejo orden social se está derrumbando y uno nuevo está luchando por definirse y surgir, emergen los monstruos. No podemos permanecer ajenos. Debemos implicarnos de una forma clara y sin ambages ni medias tintas para combatirlos y defender los derechos humanos y el bien común. También en la educación, en los centros educativos y en la universidad, así como en la socialización educativa cotidiana, en la casa y en la calle, en todo tiempo y lugar.


Enrique Javier Díez Gutiérrez es catedrático de la Universidad de León y autor de Pedagogía Antifascista (Octaedro, 2022) y Guerra cognitiva y cultural. Claves para combatir el auge del neofascismo (La Vorágine, 2025).

Fuente: https://mundoobrero.es/2025/10/13/efectos-colaterales-del-neofascismo/

Artículo relacionado (tercera parte de este artículo): https://rebelion.org/neofascismo-y-redes-sociales/

Artículo relacionado (segunda parte de este artículo):  https://rebelion.org/caracteristicas-del-neofascismo/

Artículo relacionado (primera parte de este artículo): https://rebelion.org/el-auge-del-neofascismo-a-nivel-mundial/